No vamos muy bien
De Realidades y Percepciones

Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.

X: @JoseiRasso

No vamos muy bien

Cuando las mentiras de las mañaneras se reflejan en el hartazgo de la gente, las palabras del presidente se convierten en minas que le explotan en las manos. Cuando la estrategia de abrazos termina en machetazos quedan en evidencia las inservibles tertulias del gabinete de seguridad. Cuando el crimen organizado negocia a plena luz del día, y con cita programada, es el pueblo el que se levanta y dice basta.

Cuando los extorsionadores tienen el control de los municipios, cuando se cobran impuestos por metro cuadrado, cuando el derecho de piso es lo que toca, cuando normalizamos las cuotas “voluntarias” a transportistas e igualas mensuales a agricultores, comerciantes, constructores, tortilleros y un sinfín de extorsiones solapadas por la ausencia, el silencio o la complicidad de las autoridades es la sociedad, con el voto o con la sangre, quien detiene esta tragedia, siendo el verdadero responsable el Estado.

Cuando el huracán de engaños toca tierra, cuando los discursos se hacen polvo, cuando la marea de impunidad inunda las calles, cuando los vientos de realidad arrasan con los distractores que pretenden levantar desde presidencia y los órganos autónomos van en camino a ser velados, somos todos quienes debemos señalar, cuantas veces sea posible, al ejército de termitas que nos gobiernan antes del colapso.

Porque es López Obrador quien ha insistido en hacer de la ficción de su gobierno un acto creíble. Ha intentado acabar con la corrupción de un plumazo. Ha buscado desaparecer a los desaparecidos y repetido “vamos muy bien” como si un mantra pudiera purificar el desgobierno que vivimos.

Porque cuando repite que no hay masacres, que en México existe Estado de Derecho y se miente compulsivamente, la delincuencia organizada se arma de valor y hace del territorio nacional una mina de oro para explotar a su antojo. Porque bien sabe que el presidente hará todo lo posible por esconder la realidad, por evitar las ocho columnas y desviar la atención con chistes y tamales de chipilín.

Porque la estrategia de comunicación es generar una cascada de afirmaciones falsas para dejar un cementerio desordenado de mentiras, verdades a medias y decisiones que sirvan para obstaculizar la transparencia, proteger la opacidad y defender el reinado de la manipulación de los otros datos.

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Por eso debemos defender la palabra, los hechos y la realidad. No como un acto partidista sino en defensa de la verdad. Porque cuando el telón caiga y nos quedemos con un paisaje de escombros, las voces serán gritos y las palabras no tendrán eco.

No se vacuna con placebos. No se termina el desabasto de medicinas con una megafarmacia. No se es humanista con resentimientos. No se acaba la corrupción triangulando con los amigos. No se reconstruye Acapulco mirando hacia Badiraguato. No se acaba la violencia sin estrategia de seguridad.

No hagamos de la mentira nuestra bandera. No vamos muy bien ni estamos de buenas.

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