AMLO y su vacuna contra la narcoelección

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

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AMLO y su vacuna contra la narcoelección
Foto: José Méndez/EFE

La contaminación mediática rumbo a una de las elecciones más grandes de México es muy particular y está sentando un precedente en la vida pública del país. Un ecosistema digital maduro, cooptado por las big tech: Facebook, Google, YouTube, X, Instagram, TikTok; medios de comunicación en decadencia y bajo fuego, así como un mandatario que se erige como uno de los streamers más potentes de habla hispana en todo el mundo, son algunos de los factores que determinarán los tópicos sobre los cuales se va a dirimir la contienda del próximo 2 de junio.

De momento, en un periodo denominado intercampaña, una especie de receso entre lo que fue la presentación de las dos candidatas por parte de sus partidos y la antesala a la confrontación directa de sus proyectos, se da un choque de narrativas en donde el tema que comienza a ceñirse sobre el proceso electoral es la violencia en el país y particularmente la influencia del crimen organizado en las estructuras del poder. Sin embargo y contrario a lo que pudiera pensar la oposición configurada en el PRI, PAN y PRD, tomar como plataforma dicha temática no es la mejor estrategia.

Si bien es un hecho consumado el fracaso de AMLO en materia de seguridad al tener uno de los sexenios más sangrientos en la historia reciente del país con más de 171 mil 437 homicidios –Peña Nieto tuvo 157 mil 158; Felipe Calderón 121 mil 613 y Fox Quesada 63 mil 311– encuadrar la competencia por el voto bajo esta temática significaría caer de nuevo en la trampa de la Cuarta Transformación que, si bien hoy por hoy mantiene la desventaja en los datos y la evidencia, es muy superior en lo que se refiere a una narrativa construida desde hace ya más de una década. 

Es decir, en términos de estrategia mediática, la candidata de la oposición Xóchitl Gálvez no podrá revertir en escasos 3 meses la percepción que tiene la mayoría de la población, la cual, dicho sea de paso, mantiene al presidente AMLO como uno de los mandatarios mejor aprobados en la región. Machacar con esa narrativa no solo podría convertirse en un bumerang sino también estaría encaminada a anticipar una derrota a partir de un argumento que, a pesar de real, estaría orientado a deslegitimar el proceso entero. Y a nadie le conviene la incertidumbre después de una elección.

Los propagandistas, por su parte, hacen su tarea. El proceso de consolidación de una vacuna mediática desde el gobierno ante un escenario real de una contienda electoral trastocada por el crimen organizado está en marcha. Aunque eso en términos reales no sirva para mucho. ¿Para qué tomar acciones que garanticen la gobernabilidad en distintos puntos del país, cuando las redes sociales y un poderoso presidente streamer pueden maquillarlo? 

Dicho fenómeno es particular de estos tiempos. AMLO, a diferencia de otros líderes populistas de la región de América Latina ha ganado terreno a partir de la disrupción digital y el nuevo ecosistema de medios. Su margen de maniobra no sería el mismo de no existir estas condiciones. Es la vanguardia en lo que respecta al uso de las nuevas plataformas tecnológicas para dinamitar el andamiaje democrático que lo llevó al poder para, una vez ahí, dinamitar los puentes institucionales por los que cruzó.

Sin embargo, la simbiosis entre el crimen organizado y las estructuras de poder es difícil que pueda paliarse con la vacuna de la propaganda. A diferencia de otros temas, como los niños con cáncer sin medicinas, la desaparición de los desaparecidos, los homicidios, los muertos por covid y la corrupción de su principal círculo, lo que está en entredicho son los resortes de la gobernabilidad. 

Ya hay evidencia sobre ese fracaso que no debe extrapolarse. El consenso entre especialistas y tomadores de decisiones es que en entidades como San Luis Potosí, Veracruz, Tamaulipas y Sinaloa, el crimen organizado se institucionalizó. La línea que los separaba se desdibujó. El ciudadano normal mendiga tregua sin saber con exactitud a quién solicitarla. En Palacio Nacional debería quedar muy claro que la apuesta por la propaganda tiene sus límites. El punto de no retorno es peligroso y parece estar cada vez más cercano. 

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