Nuevamente el gas natural
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

Nuevamente el gas natural
Foto: Robert Linder/Unsplash

Deben de sumar ya miles las publicaciones, como este artículo, que citan la máxima que Winston Churchill arrojó al parlamento británico en 1913, a propósito de su decisión de reconvertir a la flota naval de su país para que quemara petróleo en lugar de carbón: “No debemos depender de ninguna calidad, de ningún proceso, de ningún país, de ninguna ruta y de ningún campo. La seguridad y la certeza en el petróleo residen únicamente en la variedad y solamente en la variedad”. 

México se beneficiaría de tomarla en serio, considerando su elevada dependencia de las importaciones de gas natural, que representan más del 80% del total de su consumo y que provienen de un solo país: Estados Unidos. Cualquier evento que interrumpa el suministro de los campos texanos, como la helada que colapsó a la red de gas y electricidad en 2021 y que llevó al gobernador Greg Abbott a ordenar que todo el gas texano atienda primero a las necesidades texanas antes de ser exportado, pone en evidencia la debilidad de la estrategia energética mexicana actual. No es que Estados Unidos no sea un aliado confiable, pero las prioridades de otros países desaparecen del cálculo de política energética norteamericano frente a acontecimientos extremos o circunstancias políticas singulares.

Un ejemplo de lo último apareció el viernes 26 de enero pasado, cuando la Casa Blanca anunció mediante comunicado que la “administración Biden-Harris” establecía “una pausa temporal en las decisiones pendientes sobre las exportaciones de Gas Natural Licuado (GNL) a países no pertenecientes a un TLC hasta que el Departamento de Energía pueda actualizar los análisis subyacentes para las autorizaciones.” Como fundamento de esta decisión, el documento señala que los “análisis económicos y ambientales actuales que utiliza el DOE (Departamento de Energía) para respaldar sus autorizaciones de exportación de GNL tienen aproximadamente cinco años y ya no tienen en cuenta adecuadamente consideraciones como posibles aumentos en los costos de energía para los consumidores y fabricantes estadounidenses más allá de las autorizaciones actuales o la última evaluación del impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero.”

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México tiene un TLC con Estados Unidos e importa su gas natural a través de ductos, de manera que esta decisión de la administración Biden no lo afecta directamente. Quienes estarían más preocupados son los importadores europeos. Si esta medida deriva en reglas más estrictas, pondría un tope en el mediano plazo al crecimiento de las exportaciones norteamericanas hacia el resto del mundo. Pero es un ejemplo del tipo de circunstancias que podrían tener impacto sobe la seguridad energética mexicana. No tienen que ser eventos naturales o acciones directamente hostiles, puede ser simplemente que los vaivenes de la política interna de Estados Unidos alteren la dinámica de suministro y de precios.

Es altamente probable que el anuncio tenga que ver con la estrategia de Joe Biden para conseguir la reelección en noviembre. Por un lado, la suspensión atiende inquietudes de votantes jóvenes inclinados a favor de la agenda ambiental. Una encuesta reciente de la radio y televisión pública de Estados Unidos encontró que el 60% de los jóvenes de entre 18 y 29 años de edad piensan que el cambio climático debe ser una prioridad, aún si desacelera el crecimiento económico. Un 72% respondieron que el cambio climático afecta ya a su comunidad.

Por el otro, la decisión de Biden parece responder a las demandas de organizaciones de ambientalistas e industriales dependientes del gas natural. Las primeras, entre las que se encuentran, Sierra Club y el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (Natural Resources Defense Council), se oponen a cualquier iniciativa que promueva o prolongue el consumo de combustibles fósiles. Las segundas están inconformes con políticas que potencialmente eleven el precio del gas natural. 

Hace dos años, cuando el precio del gas natural iba en aumento, se activó el cabildeo de representantes de consumidores estadounidenses para detener el ritmo de crecimiento de las exportaciones. En septiembre de 2022, Ciudadano Público (Public Citizen), una asociación de defensa del consumidor, envió una petición a la secretaria de energía observando que la “espectacular avalancha de exportaciones de gas natural licuado (GNL) autorizadas por el DOE en los últimos años está trastornando los mercados energéticos nacionales, contribuyendo directamente a precios de la energía extremadamente altos para los estadounidenses, exacerbando así la pobreza energética y la desigualdad de ingresos para los más vulnerables de nuestras comunidades.” 

En sentido similar se expresó la asociación Consumidores Industriales de Energía de Estados Unidos (Industrial Energy Consumers of America), cuya membresía incluye a fabricantes de químicos, plásticos, acero y aluminio. Y un grupo de diez senadores demócratas más uno independiente enviaron una carta pidiendo “al Departamento de Energía que lleve a cabo una revisión de las exportaciones de gas natural licuado (GNL) y desarrolle un plan para mantener el gas asequible para los estadounidenses.” 

Los argumentos de estas asociaciones y políticos son discutibles, pero todo indica que tuvieron el peso político para alterar el cálculo electoral de Biden. Las reservas y la capacidad de producción estadounidense son todavía muy elevadas, algo que se refleja en las cotizaciones de precios bajos para entregas inmediatas y a futuro. No obstante, con su anuncio Biden puede afirmar en un año electoral que está tomando decisiones para proteger a los consumidores y combatir el cambio climático. 

El recordatorio y la agenda para México con respecto al gas natural siguen siendo los mismos. Es preciso producir más, almacenar más, interconectar más y diversificar más; también es imprescindible desperdiciar menos. La política energética, incluidas las actividades de Pemex en este segmento, deben ajustarse para lograr estos objetivos y fortalecer la seguridad energética.

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