Consejos para negociar una tregua con el narco
Zona de silencio

Periodista especializado en crimen organizado y seguridad pública. Ganador del Premio Periodismo Judicial y el Premio Género y Justicia. Guionista del documental "Una Jauría Llamada Ernesto" y convencido de que la paz de las calles se consigue pacificando las prisiones.

X: @oscarbalmen

Consejos para negociar una tregua con el narco
Una tregua con el narco. Foto: Facebook / Secretaría de Seguridad Pública de Guerrero.

Si me preguntan cómo negociar una tregua con el narco, les diría que primero hagan una maleta. Guarden tenis cómodos para subir la sierra, metan pantalones a prueba de agua para los días lluviosos y doblen camisas con su nombre bordado, si es que después hay que reconocer sus cuerpos únicamente por las vestiduras.

Prepárense para un viaje duro a tierras narcas. Aprendan a cambiar una llanta y aplicar un torniquete en las piernas. Desarrollen la destreza de manejar a toda velocidad, mientras se marca al 911. Sepan contar chistes para matar la tensión. Vean películas cómicas para comentarlas entre risas en el auto y luego hablen con toda seriedad sobre si desean morir enterrados o cremados, si todo falla en la misión pacificadora. Y no olviden dejar en el buró una carta con todos los “te amo” que se necesiten en el futuro y en su ausencia.

Entonces partan a Guerrero. Háganlo de día, cuando se pueden ver a simple vista los retenes de Los Ardillos a la altura del Mercado “Baltazar R. Leyva Mancilla” en Chilpancingo y la tasa de supervivencia se eleva. Nunca de noche, cuando Los Tlacos secuestran gente en los límites del municipio de Heliodoro Castillo y crecen las posibilidades de que los cuerpos se conviertan en una emulsión orgánica tras pasar horas en una gran pira con llantas de camiones que roban en la carretera.

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Vístanse de sacerdotes. Actúen como tales. Sean convincentes: aprendan el Padre Nuestro, el Ángelus y a exonerar pecados por más mortales que sean. Busquen entonces a los capos locales que azotan a la comunidad que han elegido. No se preocupen, no necesitarán a la policía ni un gran aparato de inteligencia militar: basta preguntar entre la gente dónde vive el asesino del pueblo, el extorsionador de la comunidad, el narco del municipio y el secuestrador de la región. Todos les señalarán sus casas y no podrán evitar preguntarse: si todos saben todo, ¿por qué parece que nadie sabe nada, especialmente las autoridades?

Vayan. Toquen. Recen. Anoten en libretas nombres de grupos criminales como Los Rusos, La Empresa, La Nueva Familia Michoacana, La Barredora, El CIDA. Suden frío. Encuéntrense con esos hombres sin ojos, pero que todo lo ven. Y sin corazón, pero de temperamentos sanguíneos. Y háblenles de corazón a chaleco antibalas: que vienen a ver, si en nombre de un Dios que se fue de paseo hace muchos años, se puede acordar un cese al fuego.

Cuéntenles de la mamá que por culpa de las pugnas criminales no puede ir al mercado a comprar medicina cada semana. Del taxista que hace semanas que no circula. De los abuelos que ya no ven a los nietos porque no pueden cruzar fronteras invisibles que dictan los criminales. De la tiendita que lleva meses sin vender un refresco porque ya nadie se atreve a subir a la sierra si no es acompañado de un pelotón.

Ofrezcan su ayuda. Sean traductores, mediadores, facilitadores. Lleven noticias como si fueran corresponsales de guerra en su propio país. Hagan que los enemigos hablen y concreten tratos. Recuérdenles de los tiempos en que la palabra valía. Sermonéenlos con la posibilidad de que aún pueden ganarse un rincón en el cielo, aunque hayan convertido un país entero en una sucursal del infierno. Asuman el rol que el gobierno se niega a hacer por amor a los más pobres.

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Desanden el camino. Cuelguen las sotanas. Salgan de Guerrero. Ríanse en el camino, luego suéltense a llorar para desaguar la tensión. Aprendan a manejar con las manos temblorosas y el corazón encogido. Lean días más tarde que la tregua funcionó en Chilpancingo y que ya circulan taxis con mamás que surten medicinas para sus hijos.

Luego lean que en San Miguel Totolapan el cese al fuego fracasó y masacraron a 17 muchachos. Y resistan la urgencia de deshacer su maleta. Déjenla ahí. Necesitaremos que vuelvan para intentar lo imposible.

GRITO. Parafraseando al militar chino Sun Tzu: cuando el enemigo es más pequeño que tú, aplástalo; cuando el pequeño eres tú, siéntate a negociar.

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