La prosperidad compartida sigue de moda
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

La prosperidad compartida sigue de moda
Foto: Banco de México

Claudia Sheinbaum ha adoptado a la “prosperidad compartida” como una de sus frases eje de campaña. En agosto 11 de 2023, durante una gira por Veracruz, la definió brevemente: “Nosotros buscamos la prosperidad compartida, que el que está arriba sepa que no puede haber desarrollo si los más pobres, los que vienen atrás, no caminan más rápido”. La repitió en giras decembrinas por Sonora (“México tiene que seguir creciendo con prosperidad compartida”) y Baja California (“la prosperidad es compartida o no es prosperidad”). Y la enfatizó como aspiración en su entrevista del domingo pasado (3 de marzo de 2024): “yo quiero ser recordada como una presidenta que impulsó la educación, que impulsó la salud pública y que impulsó el bienestar y la prosperidad compartida”.

Podría considerársele como la actualización del “por el bien de todos, primero los pobres”, con ecos del ya lejano “desarrollo compartido” de la campaña de Luis Echeverría. No hay nada censurable ni en la actualización ni en la reiteración de un propósito que ha eludido al país desde sus orígenes. Gobiernos mexicanos de izquierda, centro y derecha, estatistas o neoliberales, nacionalistas o internacionalistas, tecnocráticos o improvisados, capitalistas de cuates o no, han sido incapaces de extender los beneficios del crecimiento a un mayor número de personas.

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La frase lleva tiempo instalada en la conversación internacional. Las secuelas de la crisis financiera de 2008, notablemente el rescate a empresas contrastado con la bancarrota de ciudadanos de a pie, afianzaron la idea de que el modelo económico occidental basado en la desregulación y la eliminación de impuestos concentraba la riqueza más de lo que la repartía. Una búsqueda simple en Google arroja desde entonces numerosas menciones a la necesidad de la prosperidad compartida por organizaciones dedicadas al desarrollo económico y social, incluida la ONU y todo su sistema de organismos, así como en organizaciones de la sociedad civil, gobiernos y hasta empresas consultoras.

A principios de la década pasada el Banco Mundial lo adoptó como parte de su visión para erradicar la pobreza a 2030. En palabras de su director de Departamento de Reducción de la Pobreza y Equidad, el objetivo consistía en “impulsar el aumento de los ingresos del 40% de la población más pobre de un país”. A 2022, la estrategia para lograrlo incluía medidas como “intervenciones en el desarrollo de la primera infancia y nutrición, cobertura sanitaria universal, acceso universal a educación de calidad, transferencias monetarias a familias pobres, infraestructura rural, especialmente caminos y electrificación, tributación progresiva”.

El Banco Mundial ha explicado su metodología para medir la prosperidad compartida y publica desde 2014, periódicamente, sus datos de 80 países. Para las tierras que se extienden desde el Río Bravo hasta tierra del Fuego, ha preparado el reporte “Prosperidad Compartida y Erradicación de la Pobreza en América Latina y el Caribe”. La OCDE ha publicado indicadores sobre la “Política Social para la Prosperidad Compartida” entre sus miembros y propuestas de política de competencia para la “Prosperidad Compartida y el Crecimiento Incluyente”. El Programa para el Desarrollo de la ONU ha preparado un reporte para “aprovechar la riqueza de África” y “crear empresas inclusivas para la prosperidad compartida”. Oxfam ha publicado de la mano de la ONU propuestas de impuestos para la prosperidad compartida en Asia. El Foro Económico Mundial y PwC han sugerido una “mejora de las capacidades (de los trabajadores) para la prosperidad compartida” en tiempos de automatización y la economía postcovid.

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Y gobiernos de todo el mundo han encontrado en la frase un marco para promover sus políticas. Basten tres ejemplos provenientes de tres continentes. El gobierno de Malasia lanzó en 2019 su Visión 2030 de Prosperidad Compartida con tres objetivos: desarrollo para todos, combate a la desigualdad de ingreso y riqueza, y promoción de una nación unida, próspera y digna. En sentido similar, el gobierno de Egipto ha destacado tres pilares de su propia visión a 2030: promover la prosperidad compartida, alinear los objetivos climáticos y de desarrollo, crear empleo, innovación y emprendimiento. El gobierno de Reino Unido cuenta con un fondo para la prosperidad compartida.

La lista de ejemplos puede ampliarse. A estas alturas, el término quizá se haya convertido más en un cliché que en una moda. Lo cierto es que su utilidad para denominar con corrección política un desafío clave del mundo actual es indiscutida. Su próxima repopularización y adaptación local en la campaña por la presidencia de México es otra muestra de que, parafraseando a Octavio Paz, los mexicanos somos contemporáneos de todos los habitantes del planeta.

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