País retén
Zona de silencio

Periodista especializado en crimen organizado y seguridad pública. Ganador del Premio Periodismo Judicial y el Premio Género y Justicia. Guionista del documental "Una Jauría Llamada Ernesto" y convencido de que la paz de las calles se consigue pacificando las prisiones.

X: @oscarbalmen

País retén
Amenazas, golpes, abuso sexual, intimidación. Y aún así, admitimos entre sorbos de mezcal, que somos de los afortunados. Todos estamos vivos para contar nuestras experiencias en País retén. Foto: captura de pantalla.

Sentado en la mesa, rodeado de cinco amigos de mi generación —entre 30 y 38 años—, les pregunto si alguno ha experimentado ese miedo apretado entre el pecho y el estómago que es ser detenido en una carretera por civiles embozados y armados que no son ni policías ni militares ni autodefensas.

A mi derecha está E., tamaulipeco, quien toma la palabra: su primer retén lo vivió —sufrió, corrige de inmediato— en Matamoros, donde seis hombres con armas tan largas como su estatura le exigieron 500 dólares para dejarlo regresar a México desde Brownsville. Eso o dejarles la camioneta. Cuando entregó los billetes con las manos temblorosas recibió a cambio un volante azul con una firma. “Si te paran los militares y te piden dinero, enséñales esto y diles que ya diste tu cooperación”, dijo el que tenía actitud de jefe.

R, tabasqueño, fue detenido en Paraíso, que por estas fechas es más bien un infiernillo rodeado de agua. Al entrar en una curva vio un retén con diez hombres armados. Demasiado tarde. Lo hicieron bajarse del auto, apagar su teléfono, mostrar su INE, consentir una revisión y entregar la herramienta que llevaba en la cajuela. A punto de irse, aliviado, alcanzó a ver que dos jóvenes delgadas eran subidas a la fuerza a un vehículo de los criminales. “¿Tu qué miras?”, espetó uno y le dio una cachetada. Durante los siguientes 10 minutos ni siquiera se atrevió a mirar por el espejo retrovisor.

En Monclova, la coahuilense P. se despertó de golpe en el asiento trasero por los gritos de un adolescente que exigía a su tío orillarse. Habían logrado frenar el avance de la familia rumbo a su casa con un falso retén militar con conos naranjas perfectamente alineados entre los carriles. De pronto, entre las penumbras, aparecieron cinco más. Luego, otros cinco. A ella, un primo, tío y tía los bajaron a punta de pistola y los revisaron en busca de armas. En la revisión, uno de los muchachos que no pasaba de 20 años le tocó, con dolo, los senos. P. tenía 14 años y aún recuerda los dedos huesudos del sicario apretándole los pechos ante la mirada horrorizada de sus familiares.

“A mí no me ha tocado ningún retén”, dice H., quien nació y creció en Ciudad de México como yo. “Debe ser porque no viajo en carretera. Me da terror. Yo ya sólo viajo en avión”.

No te pierdas: Mis dudas sobre el “duro golpe” al “Mayo” Zambada

Finalmente, L., tamaulipeca, aunque su experiencia fue rumbo a Puerto Vallarta. En algún punto del camino entre Guadalajara y la playa, un comando con uniformes apócrifos de la Guardia Nacional le marcaron el alto. “¿Acelero o me paro?”, masculló, pero su novio S. se mantuvo callado a sabiendas de que no hay respuesta correcta para esa pregunta. “Tranquila”, dijo él con una voz trémula como queriendo calmarse a sí mismo. Luego de un interrogatorio de 10 minutos y de entregarles 3 mil pesos, les permitieron continuar su camino. Antes de arrancar, uno de los hombres armados les tomó fotografías de rostro y cuerpo entero. “Mañana voy a Vallarta”, les dijo, “para reconocerlos y que allá me inviten a una fiesta, ¿no?”.

Amenazas, golpes, abuso sexual, intimidación. Y aún así, admitimos entre sorbos de mezcal, que somos de los afortunados. Todos estamos vivos para contar nuestras experiencias en País retén.

GRITO. Hice el mismo ejercicio en mi cuenta de X y los resultados fueron brutales: Taxco, Camargo, Celaya, Temixco, Valle de Bravo… ¿cuándo nos arrebataron los caminos?

No te pierdas: Los expedientes secretos y congelados entre México-Ecuador

Síguenos en

Google News
Flipboard