¡Caramba, Paco, no lo puedo creer!
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

¡Caramba, Paco, no lo puedo creer!
La única vez que verdaderamente vi a Paco Villa enojado conmigo fue la noche del 17 de mayo de 2012, cuando jugábamos dominó como pareja en el Covadonga. Foto: Wikipedia Commons/Jorgetimmex

Una mañana de febrero de 2008 sonó el teléfono en mi escritorio de Editorial Televisa. En la pantalla aparecía una extensión de Televisa Chapultepec y el nombre de Antonio de Valdés Franco.

Levanté la bocina y del otro lado sonó una voz muy conocida, aunque no la ubiqué de inmediato:

– Buenos días, busco a Roberto Vargas.

– Sí, soy yo.

– Roberto, habla Paco Villa y me gustaría platicarte de un proyecto, para ver si te interesa.

Como al otro día tenía transmisión de un partido de media semana en Toluca, Paco me dijo que podía pasar a verme a Santa Fe antes de irse al Nemesio Diez. Esa mañana conocí a Paco Villa.

Sin haberme tratado personalmente, Paco me dijo que había leído mi trabajo en Reforma y, principalmente, en Soccermanía. Aquella mañana me invitó a ser su mano derecha en el portal de Televisa Deportes.

Durante los siguientes meses nos fuimos conociendo un poco en reuniones de trabajo con la gente de Televisa Deportes y Televisa Interactive Media (TIM). Al salir de una de esas juntas y antes de que viajara a Beijing para la cobertura de los Juegos Olímpicos, donde se popularizaron sus grandes narraciones en las competencias de natación en las que Michael Phelps se convertiría en leyenda, fuimos a comer al Italianni’s de Santa Fe. Ahí, con unos tequilas de por medio, me dijo que antes de estudiar periodismo en la escuela Carlos Septién, había cursado un semestre de economía en el ITAM. Le comenté que había sido compañero de mi hermano Omar en el Tec, cuando ambos estudiaban ingeniería industrial. Soltó la carcajada y me confesó que le había costado encontrar su camino, ante el disgusto de su padre. En eso fuimos iguales.

Minucioso y preciso

Paco Villa era un periodista de raza, no sólo un gran narrador y comentarista. Pasó por varias redacciones antes de aparecer a cuadro y narrar, años después, un partido de Copa del Mundo, por eso lo valoraba tanto. A lo largo de casi 28 años de carrera he conocido narradores muy meticulosos, pero a ninguno como Paco Villa. Cuando sabía los partidos que le tocaba narrar el fin de semana, se metía a la página de la Federación y después a la de la Liga MX para revisar una por una la ficha de los jugadores: “Si alguno cumple años ese día o durante la semana, me gusta comentarlo”, me dijo.

Lo mismo con los partidos de Champions League. Revisaba los extensísimos previos que elaboraba la UEFA para ver las alineaciones previas y preparar datos que enriquecieran su narración.

Con un inglés perfecto, durante los Mundiales Paco se acercaba a los periodistas de la Selecciones que le tocaba transmitir para preguntarles la pronunciación correcta de los apellidos. Hay una anécdota, ocurrida durante el Mundial de Sudáfrica 2010, que refleja la minuciosidad de Paco con su trabajo.

Antes de comenzar un partido de la Selección de Países Bajos, Villa repetía una y otra vez en el palco los apellidos de los futbolistas neerlandeses. En un estudio de Televisa Deportes, en Ciudad de México, dos comentaristas veteranos lo escuchaban. No se dieron cuenta que el micrófono estaba abierto y que Paco los podía oír:

– ¿Desde cuándo sabe holandés este pendejo?, dijo uno de ellos.

– Desde que me preparo más que tú, cabrón, le respondió Paco.

A Villa le gustaba documentarse, por eso, una Navidad le regale “La pirámide invertida”, el libro del prestigiado periodista inglés Jonathan Wilson sobre la historia de la táctica en el futbol.

Antes de viajar a Miami para integrarse al equipo de Univisión, Paco dejó en mi oficina un montón de libros y videos que luego compartí con algunos redactores de TDN.

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Regaños, consejos y agradecimiento

Aunque no puedo presumir una amistad cercana con Paco Villa, tuvimos una estrechísima relación laboral durante poco más de cinco años, hasta mi renuncia en octubre de 2013. Hubo muchos desencuentros laborales, pero supimos dejar los problemas en la oficina, nunca trascendieron al terreno personal.

“Villa te aprecia y reconoce tu trabajo”, me dijeron muchas veces Javier Sahagún (QEPD) y otros amigos de su círculo cercano. Considero que así fue, porque no me recibió la renuncia las dos veces que se la presenté: una por un error personal; la otra por un descuido de mi equipo y la mala leche de un reportero de TV. Además, en dos ocasiones Paco me buscó para que regresara a Televisa Deportes: la primera en 2015, cuando dejó la dirección del portal y me preguntó si me interesaba ocupar ese puesto. La otra a fines de 2016, cuando gracias a él y a Miguel Padilla regresé a la empresa vía TDN.

La única vez que verdaderamente vi a Paco Villa enojado conmigo fue la noche del 17 de mayo de 2012, cuando jugábamos dominó como pareja en el Covadonga y yo volteé mis fichas para ir a saludar al famoso corresponsal de guerra estadounidense Jon Lee Anderson, que departía a una mesa de la nuestra.

En lo profesional, de Paco Villa recibí muchos reconocimientos a mi trabajo y consejos que me hicieron crecer. ¡Cómo no estar agradecido con la persona que me abrió las puertas de Chapultepec 28, ese lugar al que muchos periodistas deportivos de este país han querido llegar, pero no han podido!

Cuando me contrataron en TDN y me daba detalles de mis nuevas funciones, entre ellas la asignación de partidos y programas al “talento” de la empresa, me dijo: “Roberto, estás en una posición muy delicada. En esta empresa hay mujeres muy guapas y gente que haría cualquier cosa por salir a cuadro. Mucho cuidado con eso”.

No te hice quedar mal, Paco. Gracias por todo. ¡De verdad, no lo puedo creer!

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