“No me quiero morir”
Erre que erre

Graduado de Periodismo por el Tec de Monterrey y Máster en Psicoanálisis y Teoría de la Cultura por la Complutense de Madrid. Cuenta con más de una década de experiencia en medios nacionales e internacionales, reportero del conflicto Rusia-Ucrania en Europa, donde reside desde hace un lustro.

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“No me quiero morir”
Foto: Envato Elements

Si bien sabemos que algún día tenemos que irnos de aquí de diferentes maneras, nadie quiere morir así, Emiliano, mucho menos a los once años, cuando has empezado a comprender cosas que te emocionan, cuando las amistades son tan entrañables, los recreos en la escuela tan intensos y tan cortos, cuando el corazón quizá comienza a palpitar con extraña ternura por alguien sin que lo logres entender, cuando entiendes que defender a tu familia y a tu madre son cosas que hay que hacer aunque no te imagines lo que te espera.

No te querías morir, Emiliano, y yo tampoco quería que te murieras. Vi una vez tu video y decidí no volver ahí nunca más. Tu desesperación por ver la vida irse una tarde cualquiera, sentir que te faltaba el aire, que se te iba el alma y comprender en un instante siniestro que de ahí no hay vuelta atrás. Sentiste la sombra de la muerte en tus ojos antes de morirte y tú no la esperabas, ni siquiera la imaginabas cuando abriste los ojos aquella mañana, todo funcionaba bien en ti, tenías la mente clara y tus valores ante los demás estaban forjados con hierro, lo demostraste en tus últimos minutos de vida. Eras un chico entero, valiente.

Y no te querías morir, Emiliano, pero en este país uno se muere por cualquier cosa y por nada o, mejor dicho, no se muere, lo matan. Así, como si fueras una bolsa de mierda, te disparan y te avientan a un barranco, o te disuelven en un tambo en un patio, o te queman como se quemaba en el medievo a los apestados en un descampado; te torturan, te dejan sin alma y después te despellejan el cuerpo, y si un perro encuentra tu cabeza tirada en la calle porque te decapitaron, se la lleva como premio. Y todo eso es normal en este país, Emiliano, y parece que a la gente que nos rodea cada vez les duele y les aterra menos lo que pasa, incluso algunos desquiciados dicen que no hay violencia, que la gente en este país está feliz, que nada nunca mejor que ahora.

Muchos no sabrán ni siquiera quién fuiste, Dante Emiliano (en el nombre llevabas un fatídico destino en un México dantesco), porque como tú a diario mueren decenas en este quinto infierno, y a quienes lo hacen no les importa nada: si eres un niño, un anciano, un bebé, una mujer; este ‘pueblo bueno’ donde te tocó nacer ya no siente remordimiento ni culpa al momento de actuar y cometer cualquier crimen, y el resto ya ha visto tanta sangre y tanta desgracia que se han arrancado los ojos y han decidido caminar sobre los cuerpos. Tu asesinato circulando por todos lados parecía más un gesto morboso y de oportunismo político en tiempos electorales que un lamento ante el dolor de la tragedia, como lo es tu muerte y la de cualquier persona bajo estas ominosas e inconcebibles circunstancias. Pero te repito: aquí morirse como a ti te mataron está permitido, es normal y nadie parece realmente querer hacer algo, salvo algunos pocos héroes que andan por ahí, como almas errando.

Y no te querías morir, Emiliano, lo gritaste tú y lo han gritado cientos de miles cuando sienten que les ha llegado su injusta hora, la que el curso de su vida ni siquiera intuía, pero a tus gobernantes en realidad no les importabas y ahora sólo harán como que sí por conveniencia y cálculo a la ofensiva o a la defensiva, y saldrán a lamentarlo y a comprometerse a encontrar a los responsables y dirán lo que siempre dicen y todos seguiremos nuestras vidas, cuando esto debería paralizarnos para, de inmediato, salir a las calles, incendiarlas e intentar refundar algo de estas cenizas que tenemos el descaro de llamar una nación, porque los que sostienen esta aberrante utopía son los que viven negando finales como el tuyo, los que han perdido la brújula y la humanidad por beneficios grotescos o nimios, e incluso por migajas.

En injusticias tan hondas como la mexicana no puede haber más que locura, Emiliano, ahora pienso en tus últimos instantes y la angustia de saber que la vida se te iba apagando, y tu madre, tus amigos, tu familia, dejarían de serlo en cualquier momento, que sólo era cuestión de tiempo, un tiempo que tú no decidiste, que tú no querías, porque tú no querías morirte, Emiliano, y no sabes la rabia que me da recordarte ahí en el piso, gimiendo de dolor, sin posibilidad de salvarte porque en este país nada funciona. Sólo quiero que sepas que nadie merece morir así, Emiliano, pero que te quede el amargo consuelo de que tampoco nadie como tú merece vivir en un país como este.

Descansa en paz.

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