El obnubilado Máynez
Erre que erre

Graduado de Periodismo por el Tec de Monterrey y Máster en Psicoanálisis y Teoría de la Cultura por la Complutense de Madrid. Cuenta con más de una década de experiencia en medios nacionales e internacionales, reportero del conflicto Rusia-Ucrania en Europa, donde reside desde hace un lustro.

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El obnubilado Máynez
Máynez tiene una posibilidad de redención real ante su estrecha base de seguidores. Foto: Campaña Jorge Álvarez Máynez

Yákov Petróvich Goliadkin es un hombre incapaz de aceptarse como es y en su hambre de éxito comienza un proceso mental de disociación de su imagen con la realidad, que lo lleva no sólo a una absurda y ridícula esquizofrenia de la que sus compañeros de trabajo y conocidos hacen todo un festín sino que lo convierte, ante su férrea negativa a dejar de ser quien supone que es, en una compleja bomba de tiempo para sus semejantes ante los problemas que su obstinada ficción personal de aceptación genera en su entorno.

Goliadkin, ese complejo y maravilloso personaje que Fiódor Dostoyevski desarrolla con portento psicológico en su novela El doble, me hace recordar en algunos de sus pasajes al candidato que ahora mismo -y hasta el día de las elecciones- está condenado a un lejano tercer lugar en los resultados de las boletas del 2 de junio y que incluso, luce improbable que pueda alcanzar dos dígitos en los resultados finales, aunque insista en un éxito que sólo el percibe -junto a algunos neoleoneses que alimentan esta patraña- y que, de acuerdo con su discurso y su preocupante sonrisa, estaría ya a punto de arrebatar el primer lugar de las preferencias electorales a quien sea que en este momento realmente lo tenga (otro misterio ante el insolente manoseo de los métodos de recolección de datos).

Nada más alejado de la realidad para este Yákov Petróvich de una pretenciosa política mexicana en la que encuestas, sondeos y proyecciones no son más que cócteles a la medida -de quienes las pagan- para producir sensaciones triunfalistas que rayan en lo alucinatorio. Una de las maneras más recurrentes de negar o modificar la realidad hasta llegar a desdoblamientos de personalidad que hemos podido constatar en varios pseudo linajes de nuestra clase política como los Kumamoto, los Delgado, los Cuevas y, en el caso más visible últimamente, en el único candidato hombre que aspira a la presidencia de México por el partido Movimiento Ciudadano (MC). El señor Jorge Álvarez Máynez.

Sin embargo y pese a todo -al igual que el insufrible Goliadkin-, Jorge Máynez tiene una posibilidad de redención real ante su estrecha base de seguidores y, lo que es mejor, frente a aquellas masas que por ahora solo moviliza en su imaginación en esta novela del absurdo que es México y sus campañas electorales, pero que podrían convertirse en seres de carne y hueso, pues estos saldrán a emitir su sufragio en las urnas y le podrían estar honestamente agradecidos al hombre de la sonrisa que no lo es por inclinar la balanza hacia el lado congruente, si en realidad es un opositor al gobierno en turno -pese a las claros guiños a la candidata oficial durante los debates-, de lo contrario, estaremos ante un esquirol más de nuestra clase política que hace el perverso juego al poder y que poco tiene que ver con el tipo de líderes que nuestra sociedad debería exigir en cargos que marcan en buena medida el destino de millones de personas  (sobre todo por las características demográficas de México, donde la pobreza vapulea a casi 50 millones de seres humanos), más allá de jingles y canciones pegajosas hechas con maniqueísmo en tiempos de inmediatez para atrapar la atención de los que poco atienden.

Por eso, la peligrosa fantasía para la democracia que Máynez ha desplegado en esta campaña y que ha logrado tener cierto eco en comparación con lo que se esperaba de este personaje al darse a conocer su candidatura, debería terminar con un golpe de realidad y de consciencia que posibilite el emparejamiento de un terreno que ha estado inclinado desde el gobierno y el Ejecutivo hacia la candidata de Morena, por lo que una declinación por la candidatura de Xóchitl Gálvez podría tener diversas lecturas positivas en una frágil democracia a la que -entre otras cosas- le urge implementar la segunda vuelta en los comicios.

Entre las lecturas positivas que podríamos argüir estarían que Máynez ha recuperado el juicio y puede reconocer que no tiene posibilidad alguna de ganar la elección presidencial pese a que Gálvez y Sheinbaum muy probablemente ya han tocado su techo y que prefiere abonar al voto útil; y la segunda, que también es capaz de identificar que existe un riesgo con la continuidad de un proyecto que puede ir más allá de la malsana ensoñación de poder de una persona y que podría convertirse en la pesadilla -que para muchos ya lo es- de una nación cuya democracia y viabilidad institucional podrían convertirse en una dolorosa quimera, por lo que, de realmente estar buscando un lugar en la historia moderna del país y no la búsqueda de algún beneficio partidista en una política de prebendas y compraventas, quizás ese sea en este momento el único pase al acto que podría otorgárselo. Aún hay tiempo.

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