Mi voto, salvar el alma
De Realidades y Percepciones

Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.

X: @JoseiRasso

Mi voto, salvar el alma
La finalidad de la política está en las minucias y no en los políticos. Foto: INE

El segundo piso propuesto por Morena no solamente representa la profundización de la destrucción y el debilitamiento de los contrapesos y organismos autónomos constitucionales, sino que avala y fortalece la institucionalización de la mentira, el cinismo y el resentimiento como forma de gobierno.

Por mi parte, mi voto está definido, mi voto es contra la normalización de la muerte y la violencia. Mi voto es por salvar el alma de México.

Porque no comparto el uso de la existente polarización como activo electoral. Porque no simpatizo con quienes disfrutan perder con tal de que el otro pierda más. Porque no coincido con quienes lucran con el odio. Porque no estoy de acuerdo con quienes minimizan la descomposición del tejido social. Porque no puedo avalar a quienes menosprecian y se colocan por encima de la ley. Porque la mirada de un pueblo se apaga cuando el alma se va del cuerpo y no lo debemos permitir. No con nuestro voto. No con mi voto.

Si hablar del alma de México te parece un argumento intangible y subjetivo, basta con la evidente destrucción del sistema de salud para estar, en esta ocasión, a favor de la oposición. Es suficiente con enlistar las más de doscientas funciones que se les ha encargado a las fuerzas armadas para comprender el proceso de militarización y entender el sentido de nuestro voto.

No es necesario sumar los homicidios, los feminicidios, las desapariciones, el desdén a las madres buscadoras, las fosas clandestinas, los linchamientos, las extorsiones y el control territorial que cada día crece en manos del crimen organizado para justificar el rechazo al partido oficialista. Con la risa macabra del presidente frente a las verdaderas víctimas basta.

Con estas evidencias, tangibles, debería ser suficiente, pero si hicieran falta, aquí dejo unas más: Con demostrar el cierre de las estancias infantiles o las escuelas de tiempo completo. Con la desaparición de los fideicomisos o la reducción en los apoyos a los refugios para mujeres. Con la falta de transparencia en las obras públicas o con la corrupción y la impunidad de los cercanos al poder.

Bastaría también con el ecocidio en la selva maya para convocar el voto de los ambientalistas o la cancelación de becas para que la comunidad académica cierre filas. Bastaría con la escasez de agua, el abandono a la cultura o el despilfarro de recursos públicos en Pemex. Sería suficiente con la ampliación de la prisión preventiva oficiosa para que los defensores de los derechos humanos convoquen al voto en contra de la actual administración.

En síntesis, no se necesita mayor análisis que el contraste con la realidad para entender que la alternativa es la alianza opositora, pero si en algunos grupos persistiera la duda, desgraciadamente existen otros tristes y negros argumentos para definir el sentido de nuestro voto:

Las más de trescientas mil muertes en exceso por la negligente forma de enfrentar la pandemia, la muerte de niños, mujeres y hombres por la escasez de medicamentos, las enfermedades que se avecinan por la falta de vacunas, las víctimas de la línea 12 del metro por falta de mantenimiento, el aumento de la pobreza extrema o el incremento de la deserción escolar a costa de engrosar los ejércitos de las autodefensas y organizaciones criminales.

Como pueden ver existen decenas de razones tangibles e intangibles para justificar el sentido de mi voto, pero el intento de salvarle el alma a México me guía en cada una de ellas.

Este dos de junio, vota.

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