Bendito silencio
Pasillos del palacio
Bendito silencio
La finalidad de la política está en las minucias y no en los políticos. Foto: INE

Con el inicio de la veda electoral se dio paso a días en los que el silencio se convirtió en factor predominante. La sociedad pudo sentir el efecto de una higiene visual y auditiva que atemperó el hervor de un ambiente que durante los últimos meses había invadido cada rincón del país, en la radio, en la televisión, en los medios digitales, en las calles y en las bardas; una nación completa en campaña inmersa en el ruido tradicional de una contienda política que a diferencia de cualquier otra en el pasado ha estado plagada de odios, de divisiones irreconciliables, de candidates asesinados, de partidos políticos desprestigiados y alejados del sentir de la sociedad, y de un Palacio Nacional donde todos los días se regó la esfera pública con queroseno.

Efectivamente, breves días antes de la elección hubo silencio, no hubo acusaciones entre candidatas y candidatos; no hubo debates llenos de infamias y actos circenses; no hubo mañaneras, y con la trágica excepción de la actividad delincuencial que al parecer nunca detiene su marcha, en todo el país se pudo gozar de un delicioso momento de silencio que nos ayuda a poner en perspectiva la importancia de la concordia.

En todo el mundo ha sucedido y México no es excepción; la política se ha convertido en un circo de espectacularidades en el que se premia el ridículo y el ruido y se apabulla a la razón y al debate constructivo. La política se ha convertido en un espacio de verdades absolutas y de intransigencia y le ha cerrado las puertas a la autocrítica y al disenso. La política se ha convertido en el verdugo que se erige en un comité de salud pública al estilo del “incorruptible” Robespierre y que pone los intereses del dogma por encima de cualquier minucia.

Aquellas minucias como las burocracias que impiden a los emprendedores hacer negocios; minucias como la falta de medicamentos; minucias como las carreteras en mal estado; minucias como el derecho de piso o los asaltos en las carreteras; minucias como trámites imposibles salvo que medie una lana o un amigo; minucias como la ley de la jungla que le permite al rico y al poderoso vivir en un estado de excepción; minucias como la transgresión a los compromisos internacionales en contra del calentamiento global; minucias como el machismo y la inequidad; minucias como el patíbulo público que se impone a periodistas que critican a unos o a otros. Todas esas minucias que forman parte de la vida cotidiana de la nación pueden estar en segundo lugar mientras la política se desahoga en medio de conflictos, grillas e intrigas que producen mucho ruido y que poco contribuyen a la construcción de un país funcional.

Esos días previos a la elección podrían ser entendidos como un bálsamo que nos permite apreciar los atributos del silencio y recordar que muchas veces en la historia, en medio de sus oscuros pasajes, ha habido generaciones que han considerado a la concordia como una opción posible y que han optado por respetar la ley y poner sus manos a trabajar en lugar de posarse como profetas y de recurrir al conflicto y al odio como medio de sobrevivencia.

Lo que venga de aquí en adelante lo construiremos todos, y por lo pronto queda esta sensación que nos regalaron los breves días de silencio preelectoral que nos hacen recordar que la finalidad de la política está en las minucias y no en los políticos.

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