Aquella libreta roja
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Aquella libreta roja Aquella libreta roja
Foto: Cortesía

En diciembre de 1977, diecinueve años antes de que pisara por primera vez una redacción deportiva, escribí mi primera nota de futbol. Vaya, llamarle “nota” a aquellas cuatro líneas es muy pretencioso, pero para mí fue una sorpresa encontrarla en esa libreta forrada con papel manila rojo. Era mi cuaderno de español de primer año de primaria.

“Cruz Azul ganó al Guadalajara por 1 a 0 con autogol de Aurelio Martínez y se quedó solo en el primer lugar del grupo 3”, inicia aquel breve texto en el que no le puse acento al apellido del ex presidente del Club Guadalajara. “El América venció al León por 2 a 1 en duelo de ofensivas, los goles fueron anotados por Manzo, Cristóbal Ortega y Jorge”. Armando era el nombre del primer anotador de los Cremas y Jorge el primer apellido de Alberto Mario, un ex jugador de Racing Club al que en su país conocía como el “Pampa”.

Los datos seguramente los tomé del Esto o El Heraldo de México, que eran los diarios que compraba mi papá. Aquellos partidos, jugados el domingo 11 de diciembre, corresponden a la fecha 17 de la temporada 1977-1978, la primera en que vi futbol. Tenía seis años.

Recordé la anécdota el pasado jueves 2 de enero cuando recibí la noticia de la muerte de Cristóbal Ortega, aquel talentoso mediocampista que vistió la camiseta del América en 662 partidos oficiales, en los que anotó 40 goles. A lo largo de 17 años de carrera, Ortega ganó 14 títulos con los azulcremas, entre ellos seis campeonatos de Liga.

De intachable trayectoria y dos veces mundialista (1978 y 1986), Cristóbal Ortega es el símbolo más grande del americanismo. El sábado 22 de junio de 1991, seis meses antes de su retiro, salió a la cancha del Olímpico Universitario con la cinta de capitán para intercambiar saludos con su contraparte azul y oro, Miguel España. Pumas ganó aquella tarde 1-0 y conquistó su tercer torneo de Liga.

Siempre amable y dispuesto a la charla, con Cristóbal platiqué varias veces durante su etapa como auxiliar técnico de Carlos Reinoso, en el León. En más de una ocasión me acerqué a él para consultar la cédula arbitral de algún partido, que compartía sin preguntar para que la quería. Recuerdo una entrevista que le hice en Zacatepec y apareció en el número 3 de Soccermanía. Aquella publicación fue sólo una parte de una extensa charla que tuvimos en la cancha del estadio Agustín “Coruco” Díaz. La usamos para los números cero de la revista.

Un cajón lleno de recuerdos

La libreta roja en la que hice mis primeros apuntes sobre futbol seguramente la guardó mi mamá y apareció en un cajón junto a decenas de notas, libretas, crónicas, un diario personal y algunos cuentos.

Por ahí encontré “¡Hey, hay un error!”, un cuento con el que gané un concurso en la desaparecida UVM-Xochimilco (1990). Le faltan muchos acentos. También apareció “Cuento en dos actos con un intermedio y música de fondo”, dedicado a Julio Haro, cantante de la banda tapatía El Personal. “Consciencia”, una historia de ficción con la que gané nuevamente el concurso de la prepa, en el 92, no apareció por ningún lado. De aquel año hay un poema llamado “Callada y como ausente”, dedicado a una tal Noemí a la que nunca volví a ver, y de mis épocas itamescas “El inteligente sustituto de un pacto imposible”, un cuento bastante flojón que redacté entre clases.

En una libreta con mis apuntes del diplomado de producción de televisión escribí una historia para un taller llamado “Literatura desde la friendzone”, que tomé en febrero de 2018 y en una hoja con algunas frases sueltas encontré esta línea: “La memoria, resbaladiza y esquiva como una pelota mojada, lo había traicionado”. Es parte de una crónica sobre la final de la temporada 1990-91, la del saludo entre España y Cristóbal Ortega, aquella tarde en que se me “borró el casete” después del silbatazo final de Arturo Brizo. Mi día más feliz como aficionado al futbol.

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