Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.
Biometría Digital: Entre la comodidad y el control
De manera ya muy natural, desbloqueamos teléfonos, accedemos a cuentas bancarias con una simple mirada.
De manera ya muy natural, desbloqueamos teléfonos, accedemos a cuentas bancarias con una simple mirada.
De manera ya muy natural, desbloqueamos teléfonos, accedemos a cuentas bancarias con una simple mirada, y somos reconocidos en las calles por sistemas de vigilancia sin ser plenamente conscientes de que nuestros datos biométricos se han convertido en una moneda de cambio invaluable en la sociedad de la hiperconectividad. Estos datos, únicos e irrepetibles, son tanto una llave para la comodidad tecnológica como un recurso codiciado por empresas y gobiernos, lo que los posiciona en el centro de debates sobre privacidad, seguridad y control en un mundo cada vez más digitalizado.
Nuestra identidad digital, construida a partir de datos biométricos como huellas digitales, rasgos faciales o patrones de voz, actúa como una llave maestra para acceder a servicios y dispositivos. Sin embargo, su naturaleza inmutable los convierte en un recurso valioso y altamente vulnerable. A diferencia de una contraseña, que puede cambiarse, los datos biométricos son permanentes, lo que significa que, una vez comprometidos, no pueden recuperarse ni reemplazarse. Este carácter inalterable los transforma en una herramienta que, si se utiliza de manera indebida, puede dejarnos expuestos a fraudes o suplantaciones de identidad permanentes.
La falta generalizada de consentimiento informado por parte de entidades gubernamentales e instituciones representa una grave amenaza contra las libertades individuales, agravada por la opacidad con la que se manejan los datos biométricos. Muchos de nosotros entregamos esta información a aplicaciones móviles, sistemas de control de acceso y dispositivos inteligentes sin comprender plenamente las implicaciones, ya que rara vez se nos explica cómo serán utilizados o almacenados. Este problema se intensifica con el uso de inteligencia artificial, cuyos algoritmos no solo recopilan y analizan estos datos, sino que también los emplean para fines que pueden ir desde la vigilancia masiva hasta la discriminación.
Nuestros datos biométricos, además, son explotados con fines comerciales, alimentando campañas de mercadotecnia que utilizan esta información para influir en nuestro comportamiento y vendernos productos o servicios que muchas veces no necesitamos. Los algoritmos, al cruzar datos personales y biométricos, logran personalizar anuncios de manera tan precisa que pueden manipular nuestras decisiones de compra. Por ejemplo, sistemas de reconocimiento facial instalados en centros comerciales identifican nuestras emociones para determinar qué productos promovernos, un uso de nuestra identidad digital que, en muchos casos, se realiza sin nuestro consentimiento. Esto plantea serias preocupaciones sobre la pérdida de autonomía, ya que, mientras las empresas maximizan sus beneficios, los usuarios ven comprometida su privacidad y su capacidad de decisión, fomentando prácticas de consumo manipulativas que benefician exclusivamente a las corporaciones.
Recuperando la soberanía digital
El empoderamiento del usuario en el manejo de datos biométricos se daría gracias a la implementación de sistemas que les permitan gestionar y revocar su consentimiento de forma sencilla y transparente, garantizando nuestro derecho a decidir quién accede a nuestra información y para qué fines. Tecnologías de procesamiento descentralizado, como el almacenamiento local en dispositivos personales en lugar de bases de datos centralizadas, reducen significativamente los riesgos de ciberataques y fortalecen la privacidad. Este enfoque, combinado con interfaces educativas que capaciten a los usuarios para entender los riesgos asociados a compartir sus datos biométricos, contribuiría a una mejor cultura de la privacidad y a la toma de decisiones informadas sobre el uso de su identidad digital.
Gobiernos y organizaciones internacionales deben trabajar en conjunto para armonizar estándares globales que protejan los derechos de los usuarios mediante la creación de leyes claras que prioricen la transparencia y el consentimiento informado. Estas normativas deben exigir a las empresas e instituciones que sean completamente abiertas sobre cómo recopilan, almacenan y utilizan los datos biométricos, estableciendo sanciones severas por violaciones a la privacidad. Solo mediante un enfoque combinado de regulación sólida, tecnología responsable y educación digital será posible garantizar que los datos biométricos sean herramientas de empoderamiento, en lugar de vulnerabilidad para los usuarios.
El futuro de los datos biométricos no solo depende de la capacidad tecnológica, sino de nuestra voluntad colectiva para proteger la esencia de nuestra identidad. Más allá de la innovación, está en juego el derecho a decidir quiénes somos en el mundo digital y cómo queremos ser representados. Si la privacidad es el pilar de la libertad, entonces los datos biométricos deben gestionarse con principios de ética, transparencia y respeto por la autonomía individual.
La construcción de un sistema digital que respete estos valores no es solo una cuestión técnica; se trata de garantizar que podamos decidir quiénes somos y cómo queremos ser representados en un mundo digital que avanza a pasos agigantados. El desafío está en nuestras manos.