El olimpismo como amplificador de conflictos ignorados

Sábado 22 de febrero de 2025

Ricardo López Si
Ricardo López Si

Periodista, escritor y editor. Autor de los libros Norte-Sur y El viaje romántico. Director editorial de purgante. Viajero pop.

X: @ricardo_losi

El olimpismo como amplificador de conflictos ignorados

La participación de atletas palestinos, yemeníes y sursudaneses en París 2024 puede significar la oportunidad de que el mundo se solidarice con los conflictos abiertos que desangran sus países.

juegos olímpicos parís 2024 atletas

Durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024 pensaba en la gesta que supone que países como Palestina, Yemen y Sudán del Sur tuvieran atletas representado a sus países en la máxima justa deportiva.

Refiero a estos tres casos particularmente por el hecho de que se tratan de naciones al borde del colapso, cuyos conflictos abiertos han sido maquillados o invisibilizados por buena parte de la prensa internacional por ignorancia, indiferencia y, en los casos más perversos, por temas de agenda.

Respecto a la delegación palestina, el deportista que más ha llamado la atención ha sido el boxeador de 20 años Wasim Abu Sal, oriundo de Ramala, en la Cisjordania ocupada. Abu Sal obtuvo su pasaporte a París 2024 tras recibir una invitación del Comité Olímpico Internacional para garantizar la representación de algunos países. Previo a la ceremonia de apertura, Maribel Izcue y el fotógrafo documental Alessandro Stefanelli presentaron un perfil de Abu Sal en la Revista 5W, donde no solo daban cuenta de lo que supone competir y representar a un país con una herida abierta tan profunda (38 mil muertos y contando desde la invasión terrestre de Israel a Palestina), sino los obstáculos que debe superar para entrenar en una ciudad militarizada, viajar a competiciones internacionales a la espera de que le aprueben el visado y superar los controles internos para relacionarse con otros atletas locales en Jerusalén, Gaza o Yenín.

La cultura del reel y el periodismo

Ver más

Yemen, en guerra desde 2014, es quizá el país más castigado por la pobreza a últimas fechas, con una crisis humanitaria que ha provocado que el 80 por ciento de su población se encuentren en condición crítica o vulnerable. La armada chiíta de los rebeldes hutíes, entrenados y financiados por Irán, mantienen un conflicto abierto en contra del gobierno suní y la intervención militar comandada por Arabia Saudita. Este es el enésimo caso de dos potencias regionales antagónicas que libran una guerra en un tercer país. Y también el enésimo caso de indiferencia internacional por un conflicto armado, con miles y miles de desplazados, que no forma parte de los intereses hegemónicos. Por ello, el simple hecho de ver competir al debutante Hesham Makabr en el judo olímpico supuso un triunfo silencioso para el país más pobre del mundo árabe.

Finalmente, la actuación del equipo de baloncesto de Sudán del Sur ha permitido que más gente se aproxime por primera vez a la nación más joven del mundo. Tras la promesa de paz que simbolizó su separación de Sudán, con el que mantenía un conflicto armado desde 1983, el estado naciente se vio envuelto en una guerra civil al poco tiempo de la proclamación de su acta de independencia en 2011. No se debe pasar por alto el hecho de que Estados Unidos haya fungido como uno de los grandes valedores del gobierno separatista de Juba, el epicentro del sur, por intereses económicos en torno a la producción del petróleo y para plantarle cara a la influencia china en Jartum, la capital del norte. Sudán del Sur se reconoció independiente controlando el 75 por ciento de la producción diaria de barriles, aunque sin las refinerías y oleoductos del norte para procesar y exportar el crudo. Esto, aunado al estallido de los conflictos tribales entre las etnias dinka y nuer —otrora protagonistas de la reconciliación que consumó la independencia—, ha convertido la utopía del país libre en una pesadilla de la que no parece haber final.

En memoria de Toni Espadas

Ver más

Con todo este contexto, no es difícil imaginar lo que sintieron los jugadores de baloncesto al encarar su primer partido frente a Puerto Rico y escuchar, por un error de la organización, el himno de Sudán en detrimento del de Sudán del Sur. Encima, como si no fuera suficiente, hablamos de un equipo compuesto por refugiados o hijos de refugiados desperdigados por países como Estados Unidos, Canadá y Australia, después de huir de la guerra civil vía Egipto, Uganda y Kenia.

El hecho de que haya atletas representando a estos tres países durante los Juegos Olímpicos de París 2024 supone una nueva oportunidad para que el mundo se horrorice y preste la debida atención a crisis humanitarias que corren el riesgo de seguir siendo ignoradas.