El primer linchamiento de internet
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

El primer linchamiento de internet El primer linchamiento de internet
American Crime Story Impeachment

¡Ah, pero qué lugar se han vuelto las redes sociales! El favorito para tirar la piedra y esconder la mano. Aquí las personas se erigen como ejemplos de virtud, mientras simultáneamente organizan acoso selectivo contra los que no piensan como ellos. Es tierra fértil para activistas de escritorio que promueven pequeños fascismos disfrazados de causas sociales. Y todo esto queda al descubierto en el nuevo documental 15 Minutes of Shame de HBO Max.

Si tus amigos te dejaron de hablar durante la pandemia, no es algo para presumir. Las personas alardean esto como si el quedarse sin amigos fuera una medalla para colgarse en redes sociales, como si el hacerlo público les diera la razón. “Si el narcisismo aumenta, vamos a vivir en una sociedad muy fea de ahora en adelante”, explica en este documental la cibersicóloga Mary Aiken. Pero así funciona la superioridad moral en internet, como cuando Cinépolis o la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) usan el tuit de las red flags para fomentar el bullying cibernético.

Aquellos que ya habían alcanzado la mayoría de edad en 1998, no tendrán dificultad para recordar a Monica Lewinsky. Fue víctima de humillación pública cuando se dieron a conocer detalles íntimos de su relación con el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. Lo que muchos de nosotros quizá no sabíamos es que ella fue el primer caso de linchamiento cibernético, algo que ya es común hoy porque le puede suceder a cualquiera que usa las redes sociales.

Lo que se acostumbraba en aquel entonces era exponer a las celebridades en los medios de comunicación, sobre todo en las revistas de chismes –o tabloides– y en los talk shows y programas de espectáculos de la televisión. Con la llegada de internet y la popularidad de servicios como AOL y Yahoo!, las noticias comenzaron a viajar con mayor velocidad y los chismes se multiplicaron en sitios de internet, salas de chat y foros de discusión a nivel global, previo a la era de Facebook y Twitter.

Para mala fortuna de Monica, su escándalo sucedió durante esta transición, lo que potencializó su drama personal y le regaló el cuestionable honor de ser la primera persona en sufrir un acoso cibernético de esta magnitud. Hoy, a 23 años del Monicagate, ella es activista y diseñadora de modas, pero además funge como productora de 15 Minutes of Shame y de American Crime Story: Impeachment (que actualmente se transmite en EU por FX), producciones que sirven para dar más contexto a su experiencia con la humillación pública.

“La gente solo habla de la indignación y de la injusticia, pero nunca habla del placer que esto les provoca. No es solamente moral, también es por diversión”, comparte Tiffany Watt Smith, autora del libro Schadenfreude, que explica la emoción que las personas sienten ante el fracaso, la humillación y el infortunio de los otros. Digamos que algo así como lo que le sucede actualmente a un personaje como Inés Gómez Mont. “¿Le puede suceder a gente inocente? Sí”, afirma la académica Roxane Gay sobre el linchamiento en redes sociales. “Así como también pasa en el sistema judicial, por eso tenemos que hablar de ello”. El documental contiene testimonios muy valiosos de víctimas de humillación y activistas por los derechos humanos.

Como periodista, yo mismo he tenido que enfrentar el acoso cibernético al menos en cinco ocasiones. Pero con cada intento por lincharme, solo consiguieron volverme más fuerte. La primera vez fue por denunciar que en una estación de radio (ahora extinta) no querían pagarme; la segunda vez fue por exhibir a Ocesa tras la supuesta cancelación del concierto de Björk (en el Festival Ceremonia de 2017); la tercera fue cuando aproveché la muerte de Prince para exponer el racismo de los medios de comunicación; la cuarta cuando expliqué en una columna para Huffington Post por qué no estaba de acuerdo con Salma Hayek; y la más reciente fue por criticar a Netflix en un tuit que se volvió viral.

Pero nunca han sido tuits ociosos. No soy el tipo de persona que entra a las redes sociales para buscar bronca o para desahogarse. Mi intención principal fue exhibir los abusos de las empresas de entretenimiento y de comunicaciones (lo cual me obliga a sospechar sobre quién está detrás de los linchamientos), pero el caso es que ya hacía esto antes de que la justicia social y la cancelación se pusieran de moda. Afortunadamente, el acoso que yo enfrenté solo fue local (quizá nacional), pero nunca global como cuentan los protagonistas de 15 Minutes of Shame. Aún así, como ellos, sufrí el gaslighting de amigos, familia, colegas y patrones.

“¿Por qué le contestas a los que te atacan? Te ves mal”, es lo que dicen típicamente aquellos que nunca han vivido algo así. “No te rebajes”, recuerdo haberle escuchado a uno de mis empleadores. “Estás exagerando”, me reclamaron personas que hoy se sienten muy woke. Pero esto no es, ni de lejos, lo más doloroso que una víctima de humillación pública puede escuchar. Como bien lo explican los sobrevivientes de este tipo de acoso, lo peor es enterarte de que la ley no puede ayudarte.

Lo supe de boca de un abogado, cuando llegué con una caja llena de impresiones con todos los tuits de agresiones, insultos homofóbicos y amenazas de despido, golpizas y hasta de muerte que recibí en redes sociales durante 24 meses; no solo de extraños, también de compañeros de trabajo. “Es muy difícil utilizar como evidencia lo que sucede en las redes sociales”, me explicó. Alguien de confianza también aconsejaba “no le vayas a enseñar esto a nadie porque vas a quedar como un loco”, partiendo mi corazón en el acto.

Ahora ya puedo decir que esto no me detuvo y solo me hizo más fuerte. No perdí mi trabajo, no estoy desempleado y siempre hay medios interesados en mi experiencia y en mi opinión. Sin embargo, no hay manera de recuperar los años perdidos, las noches de insomnio y las horas de desgaste que una persona padece por hacerle frente al acoso cibernético. Los sobrevivientes que comparten sus experiencias en este documental fueron diagnosticados con ansiedad, depresión y trastorno por estrés postraumático. Y es que no siempre hay finales felices porque la justicia de las redes sociales no llega para todos, es bastante selectiva.

Ahora se trata de la supervivencia del más sinvergüenza”, explica Mary Aiken, mientras que el periodista John Ronson complementa: “Los agresores han mutado para volverse inmunes a la humillación”. Con todo, sigo pensando que internet no necesita de más regulación que pudiera dañarla como espacio de libertad de expresión. Lo que el mundo realmente necesita son empresarios más responsables que tomen las medidas necesarias cuando la sociedad se los demanda. Y aunque esto suena complicado, es más fácil que esperar a que la gente sea buena.

BREVES

Llega a salas de cine de México el esperado estreno de Duna, la nueva adaptación a la novela de ciencia ficción de Frank Herbert, con críticas mixtas tras su paso por otros países. Hay quienes la aman y hay quienes no la soportan.

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Entre las opciones para ver en casa, una serie muy comentada que está ganando público es Maid, en Netflix. Un drama con sabor indie protagonizado por la estrella en ascenso, Margaret Qualley, y su madre Andie MacDowell.

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