Apenas nos descuidamos un poco y ya estamos de vuelta en 1940. Hablo de los tiempos en que México conoció el orgullo de aquello llamado la “Época de Oro” del cine nacional. Pero ojalá fuera porque al cine mexicano aún se le reconociera como líder de la industria cinematográfica, me temo que no es así.
De lo que hablo es de estrenos como Nuestros tiempos (2025) en Netflix, aunque más bien de un fenómeno mundial que poco a poco se ha ido filtrando hasta las pantallas: el regreso del costumbrismo. Un tipo de arte que quiere reflejar, como el nombre lo dice, las costumbres, tradiciones y vida cotidiana de las personas, los pueblos y la sociedad en general.
Superproducciones veraniegas como Los 4 fantásticos: primeros pasos y Superman también se subieron a esta ola y debería ser bastante claro, pero como público parece que hemos perdido la capacidad de análisis: ¿por qué dos de las películas de superhéroes más grandes de la temporada están situadas en espacios nostálgicos o retrofuturistas que evocan “tiempos mejores”, costumbres de antaño y valores como la familia y los hijos?
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Por su parte, Nuestros tiempos es una película estelarizada por Lucero y Benny Ibarra (nada menos), dos de las estrellas infantiles/juveniles de los años 80 más populares para la generación que, actualmente, es el blanco (o víctima) de todos estos artefactos de nostalgia realizados en el cine, la televisión y la música. Es una película con elementos de ciencia ficción que nos lleva al México de los años 60, para establecer una comparación entre las costumbres de entonces y las de ahora.
Más allá de que el costumbrismo en el arte siempre tuvo algo de moralizador (un movimiento cuyos orígenes pueden rastrearse hasta la Europa del siglo XVII aunque se popularizó en Latinoamérica y otros lugares en el XIX y ya para finales del XX estaba prácticamente olvidado), su resurgimiento en la época actual solo puede interpretarse como señal de conservadurismo. La única propuesta reciente que utilizó el costumbrismo para criticar a las sociedades reaccionarias fue la serie The Handmaid’s Tale (2017-2025).
Hay que tomar en cuenta que muchas de las películas que ahora coquetean con la idea de “tiempos mejores” están usando el costumbrismo para hablar del pasado cuando, en esencia, lo que trata es capturar la época que transcurre. El costumbrismo, como movimiento artístico, se caracterizó por la representación detallada y realista de las costumbres y aspectos típicos de la vida diaria.
En la cartelera actual, películas como Amores materialistas y Otro viernes de locos, que en apariencia son tan diferentes, terminan por coincidir con las antes mencionadas en esa intención de rescatar ciertos valores del pasado. En el caso de Amores materialistas, la nueva película de la celebrada directora Celine Song (Past Lives), es una pena que todo acabe así porque la historia es interesante en su análisis de las relaciones de pareja actuales. Pero, aunque su estreno desató un debate en Estados Unidos sobre clases sociales, repito, es una lástima que termine hablando de matrimonios entre parejas binarias, blancas, heterosexuales y, de paso, reduzca a su personaje femenino hacia el final.
Para evitar confusiones, diré que no tengo nada en contra del rescate de ciertos valores y mucho menos en contra de las parejas heterosexuales cisgénero. Lo que sí me resulta preocupante es que el cine nos quiera empujar -otra vez- estas realidades como las únicas o las que más importan. Incluso, un documental como I’m Your Venus (2024), una especie de secuela del legendario documental Paris is Burning (1990), ahora centrado en Venus Xtravaganza, una mujer trans que fue asesinada en 1988, está contado desde la perspectiva de sus hermanos heterosexuales y termina reduciéndola a una persona cuyo ideal de ser mujer era casarse de blanco con un hombre.
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Con todo, en la actualidad también hay costumbrismo bien hecho, incluso para hablar de tiempos pasados. The Gilded Age, la serie de HBO Max que ya va en su tercera temporada, es el tipo de producción cuya única razón de existir es, precisamente, recrear las costumbres de otra época. Creada por Julian Fellowes, la mente detrás de Downton Abbey (otra delicia del costumbrismo), trata sobre un periodo histórico en el que la rancia sociedad neoyorquina se enfrentó al progreso.
Incluso, me atrevería a sumar a esta lista And Just Like That… una serie que, a pesar de recibir duras críticas, se convirtió precisamente en esto, en un ejercicio de costumbrismo que habló, tanto de tiempos pasados (aquellos que remiten al origen de estos personajes en Sex and the City) como de los cambios que enfrenta el Nueva York contemporáneo, y vaya que lo hicieron bien. Ya se anunció que con el estreno del episodio 12 de la temporada 3, el personaje de Carrie Bradshaw se despedirá para siempre.
También importa analizar por qué el costumbrismo durante la “Época de Oro” del cine mexicano (entre 1936 y 1956) ahora se entiende como aquellas películas que romantizaron a la clase media y la vida en las ciudades, enfatizando costumbres introducidas a nuestro país por otras culturas, cuando en realidad el costumbrismo que se intentó impulsar es el de películas como Macario, María Candelaria, Tizoc y todas aquellas que pretendían resaltar la vida rural e indígena, los conflictos sociales y la relación entre el campo y la ciudad.
Importa, y mucho: ¿quién decide qué valores pesan más que otros?, ¿qué realidades se imponen y por qué hay personas a las que se les asigna más valor que a otras? Actualmente, otra polémica en Estados Unidos reavivó el debate de la eugenesia, aquella creencia sobre la mejora de la raza a través del control de rasgos hereditarios con métodos como la reproducción selectiva. Una idea asociada al supremacismo blanco que ahora reapareció a través de un aparentemente inofensivo anuncio de jeans, donde la rubia actriz Sydney Sweeney habla sobre tener “buenos genes (buenos jeans)”... algo que Donald Trump, por supuesto, celebró.