Siempre he sostenido que lo más peligroso de los personajes populistas -de izquierda o derecha-, son sus fanáticos. Llámese los trumpistas, “pejezombies”, bukelistas, lepenistas, chavistas y, en el espejo, los férreos “antis”.
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El populista dice cualquier cosa -habitualmente una mentira u “otros datos”- y los feligreses lo defienden a ultranza. Claro, los “antis” lo atacarán de la misma manera, sin cifras, sin argumentos, sin debate, solo “verdades absolutas, la tuya versus la mía.
Charlie Kirk, feligrés de Trump, quien acudía a universidades a defender -algunos- derechos, como la portación de armas y atacar -otros- derechos, como el aborto y la comunidad LGBT, con un lema que se hizo viral “Demuéstrame que estoy equivocado”, debatía con las y los jóvenes y los “catequizaba” con “los valores trumpistas”.
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Tyler Robinson, por su parte, el presunto culpable de disparar y acabar con la vida de Kirk, es un joven de 22 años con pareja transgénero y fanático antitrump. Tyler, supuestamente, antes de disparar le dijo a su pareja que “estaba harto del odio esparcido por Kirk. Hay odios que no se pueden tolerar”. Y acabó con ambas vidas, la de Kirk y la propia.
Así, este es otro ejemplo del daño que el poulista y sus discursos de odio trastoca a la sociedad y de que a las y los fanáticos no les gusta argumentar ni mucho menos reflexionar o empatizar con -el otro-, solo acabar con quienes piensan distinto. La polarización, la post verdad y la narrativa oficial pondrán a Kirk en un pedestal del MAGA y a Robinson en lo más oscuro de una cárcel.
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