Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas
¡Gracias por todo, tía Victoria, la famosa tía Victoria!
Sabes, esta es la columna que nunca hubiera querido escribir. Hace una semana, cuando vi a mi madre entrelazar sus manos con las tuyas, sabía que no se volverían a ver. Espero que hayas escuchado sus últimas palabras, sus últimos pensamientos, porque en sus oraciones, siempre estuviste presente. Toda la semana preguntó por ti y el miércoles, cuando comencé a escribir mi columna, hice una pausa: “José Ramón (que ese día cumplía 76 años) puede esperar”, pensé. Apagué la computadora y me fui a la cama con una sensación extraña. No dormí bien esa noche y mamá despertó más temprano que de costumbre. Cuando se levantó a desayunar, tú ya te habías ido.
Pero sabes algo, tú nunca saldrás de mi vida, porque estás más presente que esa alcancía de Garfield que conservo en mi librero, que los discos, películas y libros que me diste en mis cumpleaños, porque todos los 14 de agosto me regalabas algo y eras la única que recordaba que el 7 de junio se celebra a San Roberto.
¿Recuerdas cuando ganamos esos dos concursos de cuento? Porque yo los escribía en mi cuaderno, pero tú los pasabas a máquina. El triunfo fue de los dos. Mis tatuajes no te gustaban, pero solo me preguntabas si no me dolía cuando me los hacía. A pesar de todas las burradas que he hecho en mi vida, nunca te enojaste conmigo. Bueno, sí, la única vez que me regañaste fue cuando mis hermanos, el “escuadrón” y yo nos metimos a escondidas a tu casa a pistear cuando mi abuela, Samuel y tú se fueron a las mariposas Monarca y se accidentaron. ¡Qué desastre! Pensamos que no te darías cuenta, pero manchamos la alfombra de la sala, rompimos una maceta y dejamos en el piso una corcholata de Carta Blanca, de esas que decían “caguama”: “Fue Roberto y sus amigotes”, sentenciaste sin dudarlo, pero no me acusaste con mi papá, cuando era hasta para que llamaras a la policía.
Nunca te conté el orgullo que me daba verte llegar en tu Maverick blanco con tus lentes oscuros y peinado de moda. Para mi eras la tía guapa y fashion, como salida de Los Ángeles de Charlie. Siempre oliendo rico, elegantemente vestida. Impecable. “La famosa tía Victoria”, me dijo algún día uno de mis amigos.
Recuerdo muchas tardes que nos llevaste a Samuel, a mis hermanos y a mí al Cine Continental de Avenida Coyoacán, el famoso castillito, a ver películas de Disney; cómo olvidar tu consuelo cuando murió mi papá y tu pésame por la partida de mi amigo George Witker, a quien conociste de chavito. Nunca me lo dijiste abiertamente, pero platicabas con orgullo de tu sobrino que firmaba notas en el periódico Reforma y cuando terminé la preparatoria después de seis años, me acompañaste en la ceremonia de graduación. En mi único semestre en la Facultad de Ciencias Políticas, a veces pasaba a saludarte a las oficinas del Instituto de Investigaciones Jurídicas.
Cuando éramos niños, nos fuiste a ver a mis hermanos y a mí jugar algunos partidos de futbol americano, ya como adulto, recibí tu apoyo en alguna carrera de 10 kilómetros y acompañaste a mi mamá en la tribuna mientras veían como me madreaban en alguna liga de veteranos del americano. ¿Recuerdas mi cumpleaños de 18? Yo con mi camiseta de Anthrax y tú con aquel chaleco de mezclilla que te puse, con parches de Overkill y King Diamond.
Nunca te llamé “madrina”, pero el viernes volví a ver las fotos de mi bautizo: me sostienes en brazos, vestías un suéter de cuello de tortuga color rojo. Georgina me recordó conmovida que el día que nació Camila, tú fuiste la única que se acercó a preguntarle cómo se sentía y le llevaste un presente. La cadena de oro con la placa con el nombre de mi hija es un detalle que vamos a atesorar toda la vida.
Sabes, para mí no es una despedida, porque cuando uno quiere a las personas, nunca se van, a pesar de que voy a extrañar tu gelatina de rompope y tu ensalada de Navidad. Por mi mamá y Samuel no te preocupes, los vamos a cuidar, los vamos a arropar. ¡Gracias por todo, tía Victoria, la famosa tía Victoria!