La farsa de los “presidenciables”
Ciudadano Político

Provocador de ciudadanos, creador de espacios de encuentro y conocimiento. Exservidor público con ganas de regresar un día más preparado. Abogado y politólogo con aspiraciones de chef. Crítico de los malos gobiernos y buscador de alternativas democráticas. Twitter: @MaxKaiser75

La farsa de los “presidenciables” La farsa de los “presidenciables”
Foto: Pixabay

Si quitamos de la ecuación al actual presidente, que lleva dos décadas en campaña, te pregunto: ¿te acuerdas de los “precandidatos” a la presidencia de 1997, que supuestamente llegarían mejor posicionados a la elección del 2000? ¿Te acuerdas a quiénes nos vendían los medios de comunicación como posibles “presidenciables” en 2003, en 2009 o en 2015? Si eres un nerd de la política como yo, quizá te acuerdes de algunos nombres, pero nada más.

¿Por qué no los recuerdas? Fácil, porque no llegaron a ningún lado. Algunos de ellos lograron negociar alguna candidatura menor o alguna posición partidista, o hasta algún cargo en el gobierno al que aspiraban encabezar, pero nada más. ¿Por qué no llegaron? Porque la mitad de un sexenio es momento aún muy lejano a una elección presidencial. Demasiadas cosas van a pasar, a cambiar y a reacomodarse para poder saber quién puede llegar.

¿Qué miden entonces hoy esas “encuestas” que nos presentan orgullosos muchos medios de comunicación? La popularidad, la visibilidad, el reconocimiento y la fama de quienes han declarado su aspiración, o de aquellos que pagan mucho dinero para ser tema de conversación. Y nada más. A los medios grandes les encanta este tema, porque vende bien. Avientan nombres, les ponen algún número, los ponen en el orden que supuestamente arroja ese número, y generan una conversación artificial de algo que no se decidirá, sino hasta dentro de tres años.

“¿Si hoy fuera la elección, por quién votaría usted?” Es la pregunta absurda que le presentan al encuestado, que tiene que hacer tres maromas mentales. La primera es imaginar que hoy es la elección. Sabe que no es, sabe que faltan tres años, sabe, por lo tanto, que su respuesta es inútil e intrascendente y, por eso, contesta sin mayor convicción. La segunda maroma es tratar de adivinar cómo se va a sentir en tres años: ¿Qué tan enojado o satisfecho estará con el gobierno actual? ¿Cómo se encontrará económicamente? ¿Cómo estará su familia? ¿Qué siente respecto de los candidatos? Y un largo etcétera de preguntas sin respuesta, que normalmente son fundamentales para generar una intención de voto. Pero la tercera maroma es la peor: los candidatos. Algunos medios hacen la trampa de preseleccionar algunos nombres que consideran “presidenciables” y con ellos hacen la pregunta, otros dejan que el encuestado libremente aviente un nombre. En el primer tipo de encuesta el medio ya escogió nombres, con el método científico de enorme rigor llamado “¿Quién suena?” En el segundo tipo de encuestas el medio le deja al encuestado la libertad de buscar en su mente, después de las dos primeras maromas, quién “le suena” a él. Ayer leía a un famoso y muy buen monero mexicano decir, de broma y por su afición al equipo, “que el entrenador del Atlas sea presidente”. Pero las respuestas comunes no son muy diferentes. La mente le avienta al encuestado los primeros nombres de las personas famosas y relevantes del momento. En ningún momento hay una mínima reflexión sobre el perfil ideal para dirigir este país.

Así, hablar de los “presidenciables” en 2021, a la mitad de este sexenio, es una auténtica pérdida de tiempo y de energía. Decirles “presidenciables” es una farsa construida para generar una discusión popular y divertida, pero inútil y que además distrae de los grandes temas que nos deberían ocupar.

La angustia de muchos por encontrar hoy al “gallo” que le pueda ganar a Morena en 2024, así como la angustia de otros por encontrar al candidato que los ayude a mantener el poder, son absurdas. Es basura emocional.

Y, entonces, ¿qué deberíamos estar haciendo quienes creemos que el país vive una tragedia de gobierno? Yo creo que deberíamos estar construyendo el perfil del cargo, la horma del zapato, el traje ideal del próximo presidente. Me explico.

Primero, tendríamos que crear la agenda que queremos que esa persona encabece, con base en nuestras necesidades e intereses. Segundo, de acuerdo con esa agenda, deberíamos preguntarnos sobre las características personales que esa persona debería tener para poder encabezar eficazmente esa agenda. Tercero, tendríamos que estar construyendo la plataforma y la coalición idónea para que esa persona pueda competir y ganar. Con esos tres prerrequisitos firmes y claros podemos evitar escoger “al que suena”, al popular, al famoso, y escoger a una persona que tenga la capacidad de reconstruir este país.

Si eso hacemos en todas las demás candidaturas en juego en 2024, podríamos construir una alternativa real. Así, olvidemos los concursos de popularidad organizados por los medios y pongámonos a trabajar.

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