Mariposas amarillas que vuelan liberadas
Desde un campo de concentración hace 75 años o desde la selva colombiana hace 2 años, la violencia, la muerte y el dolor ajeno pueden convertirse en testimonios por la vida. Asi son las historias y los libros de Liliana Segre, sobreviviente del Holocausto y la historia de Cristina Bautista, muerta en Colombia contada para niños por Vilma Almendra nos obligan a no olvidar.
Desde un campo de concentración hace 75 años o desde la selva colombiana hace 2 años, la violencia, la muerte y el dolor ajeno pueden convertirse en testimonios por la vida. Asi son las historias y los libros de Liliana Segre, sobreviviente del Holocausto y la historia de Cristina Bautista, muerta en Colombia contada para niños por Vilma Almendra nos obligan a no olvidar.
1. De Italia a Colombia
¿Quién no ha celebrado los encuentros amorosos entre Meme (Renata Remedios Buendía) y Mauricio Babilonia anunciados siempre por decenas de mariposas amarillas en Cien años de soledad? ¿Quién no ha bailado –soñando con amores así- al ritmo de la cumbia “Los cien años de Macondo” que el compositor peruano Daniel Camino Diez Canseco creó como homenaje a García Márquez?
Pero hoy es otra mariposa amarilla la que se cruza en estas palabras, una que -como aquellas- también “vuela liberada”. En realidad ésta tiene nombre italiano: “farfalla gialla”, porque la conocemos gracias al conmovedor testimonio de Liliana Segre, sobreviviente del horror nazi, pronunciado el 27 de enero de 2020, en el 75 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, por las tropas soviéticas.
Liliana Segre nació en 1930 en Milán, en el seno de una familia judía. A los ocho años fue expulsada de la escuela a raíz de las Leyes Raciales de Mussolini, y a partir de ese momento la vida de la familia se convirtió en una pesadilla. Ella y su padre, Alberto Segre, intentaron huir a Suiza (su madre había muerto cuando Liliana tenía menos de un año), pero las autoridades de aquel país les negaron la entrada. Por eso ella suele decir “yo también fui ilegal”, buscando así generar empatía hacia los migrantes y refugiados que llegan a Europa.
En 1943 fueron arrestados por los fascistas, y el 30 de enero de 1944 fueron deportados, desde la siniestra plataforma 21 de la Estación Central de Milán, al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, la mayor fábrica de muerte del nazismo.
Al llegar, Liliana fue separada de su padre, quien murió al día siguiente. Tatuada en el antebrazo con el número 75190, fue sometida a trabajos forzados y a vejaciones. De los 776 niños italianos menores de catorce años que fueron deportados a Auschwitz, sólo 35 sobrevivieron, Liliana entre ellos.
Después de la liberación guardó silencio. ¿Cómo contar el horror? ¿Con qué palabras hablar del miedo, del hambre, de la muerte? Y sobre todo ¿quién querría escucharlo? “Pronto aprendí a guardar mis recuerdos trágicos y mi profunda tristeza para mí. Nadie me entendía, era yo quien tenía que adaptarme a un mundo que quería olvidar los dolorosos sucesos que acababan de ocurrir, que quería comenzar de nuevo, ansioso de diversión y despreocupación”, cuenta en su libro Una infancia perdida.
Tuvieron que pasar muchos años para que Liliana sintiera que había llegado el momento de hablar. Así, en 1990, esta doctora en filosofía comenzó a contar lo que había visto y vivido. Su testimonio resulta siempre entrañable e impactante, especialmente cuando se dirige al público joven; sus palabras se han vuelto indispensables para transmitir no sólo la memoria de aquella época oscura, sino sobre todo para transmitir un discurso ético ante los horrores actuales. Por eso la historia de la mariposa amarilla, con la que Liliana Segre cerró su participación de 2020 en el Parlamento Europeo, tiene tanto significado:
“Cualquiera que haya visitado el museo infantil del campo de concentración de Terezín sabe allí a los niños les hacían montar obras de teatro, y había lápices de colores para dibujar. Hasta que todos, un día, fueron llevados a Auschwitz y asesinados por la única culpa de haber nacido (eran demasiado jóvenes para tener otros defectos). Entre ellos había una niña, cuyo nombre no recuerdo, que dibujó una mariposa amarilla que vuela sobre el alambre de púas.
Entonces yo no tenía lápices de colores y quizás tampoco tenía, ni tengo, la maravillosa fantasía de la niña de Terezín. Pero espero que la mariposa amarilla siempre vuele sobre el alambre de púas. Este es el mensaje muy simple, como abuela, que me gustaría dejarles a mis nietos y a todos mis futuros nietos ideales: que ellos sean capaces de tomar la decisión y con su responsabilidad y conciencia sean siempre esa mariposa amarilla que sobrevuela el alambres de púas.“
Hoy vuelvo a escuchar el discurso de Liliana Segre, vuelvo a emocionarme, mientras tengo en mis manos La farfalla gialla. Un libro escrito por Rita Copavi e ilustrado por Elisa Covipliano, como homenaje a Gloria Valle Vallomini, una maestra amada esta mariposa busca que los cientos de pequeños que la extrañan y la lloran puedan entender su partida.[1]
2. De Colombia a México
Escuchar, entender, dialogar y respetar a Mama KIwe (Madre Tierra), es nuestro principio de PalabrAndar (comunicar). Tejido de Comunicación del Pueblo Nasa
Juan Gelman, cuyo cuerpo también fue atravesado por el horror, como el de Liliana Segre y el de tantas otras víctimas de la violencia autoritaria, en Europa, en América Latina, en el mundo todo, dijo al recibir el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en el año 2000:
Y ahora pienso que no hay un después de Auschwitz, de Hiroshima y Nagasaki, ni del genocidio argentino, que estamos en un durante, que las matanzas se repiten una y otra vez en algún rincón del planeta, que existe ese genocidio más lento que el de los hornos crematorios, pero no menos brutal llamado hambre, que en el medio siglo que dejamos atrás no ha habido un solo día de paz en el mundo.
Auschwitz hoy, podemos decir siguiendo al poeta argentino, está en el camino de las y los migrantes, en las comunidades indígenas, en las acciones del crimen organizado, en las cotidianidad de los jornaleros agrícolas, en las costas del Mediterráneo, en la violencia contra las mujeres, en las niñas y los niños cuyo hogar son las coladeras de las ciudades. Las mariposas amarillas son asesinadas sin tregua.
Si La farfalla gialla es un canto a la fuerza del amor y el aprendizaje del duelo, el libro Cristina Bautista: vuelo sangrante de esta tierra es denuncia y dolor contada a niñas y niños desde una de las zonas más desgarradas de Colombia: el departamento del Cauca. Allí han sido asesinadas en los últimos cuatro años más de 3,200 personas. La violencia no ha cesado, a pesar de que en el resto del país se hable de “pos-conflicto” y de acuerdos de paz. El Territorio Ancestral del Pueblo Nasa Sa´Th Tama Kiwe es el más castigado. De esto habla este bellísimo libro escrito por Vilma Almendra, activista y comunicadora, quien se presenta como “mujer hija del pueblo Nasa y del pueblo Misak de lo que llaman Colombia. Hace parte de una iniciativa que busca tejer resistencias y autonomías entre pueblos y procesos, llamada Pueblos en Camino”. Vilma Rocío Almendra Quiguanás, una pensadora imprescindible para entender los espacios de lucha y solidaridad de las comunidades de Abya Yala, escribió estas páginas ante la insistencia de su hija de seis años, Violeta Kiwe Rozental Almendra. “¿Mamá y qué tal si hacemos un encuentro de niñas así como el que ustedes hacen con las compañeras? ¿Mamá y qué tal si hacemos un cuento de Cristina Bautista para entregárselo a las niñas?”. Violeta fue dibujando lo que su madre le contaba. Y así nació este libro que habla de la vida, de la lucha, de los sueños de una mujer. Cristina Bautista Taquinás quien “desde niña se vio confrontada por el empobrecimiento y tuvo que abandonar la escuela en su resguardo para irse como empleada doméstica a la ciudad. Después de enfrentar muchos obstáculos logró graduarse en la Universidad del Valle y regresó a su territorio con el firme propósito de buscar oportunidades y justicia para las mujeres violentadas.”
Cristina Bautista promovió la organización de las mujeres, y en colectivo, con las que logró revitalizar el Movimiento de la Mujer Nasa Hilando Pensamiento. La comunidad la eligió como autoridad tradicional del resguardo indígena de Tacueyó, desde donde realizó un ejemplar trabajo con la guardia indígena y los jóvenes. Ella que fue violentada y despreciada “por ser mujer de palabra dulce y firme en la defensa de la vida y en exigencia de oportunidades para todas.”
El 29 de octubre de 2019, fue masacrada en el contexto de muerte “que se vive también por el narcotráfico y donde todos los actores armados agudizan la guerra contra el pueblo Nasa.”[2] Desde hace algunos años el resguardo de Tacueyó se ha convertido en un enorme espacio de producción de marihuana para los grupos narcotraficantes que operan en la región, vinculados tanto a disidencias de las FARC como a grupos paramilitares.[3]
Las hermosas páginas del libro creado por Vilma y Violeta han sido impresas de manera autogestiva por “Pueblos en el camino” y otros colectivos, para ayudarlas a llegar lo más lejos posible -también en México podremos leerlas y compartirlas-, con el único deseo de que, como la mariposa amarilla de la niña de Terezín, Cristina Bautista vuele libre, con las mujeres de nuestra tierra, llevando su palabra de libertad.
[1] El libro está disponible en formato electrónico en Amazon.
[2] El sitio web de Pueblos en Camino permite entender mejor el conflicto y la violencia en esta zona, así como las bases de la resistencia pacífica del pueblo Nasa https://pueblosencamino.org/
[3] Agradezco enormemente al activista e investigador Simone Ferrari el haberme presentado a Vilma Almendra, y el haberme proporcionado información testimonial y documental sobre las luchas del pueblo Nasa.