Periodista interesado en medios, contenidos, periodismo y cultura. Colaborador, reportero y editor con experiencia en medios impresos, electrónicos y digitales. Maestro en Periodismo sobre Políticas Públicas por el CIDE. Beca Gabo en Periodismo Cultural y Cine 2014 y 2020. También habla mucho de cine.
Necesitamos hablar de Facebook
La caída de Facebook, Instagram y Whatsapp sirvió también como una pantalla que quitó el foco de atención de otras noticias recientes sobre esta empresa que deberían de ponernos a pensar y discutir urgentemente.
La caída de Facebook, Instagram y Whatsapp sirvió también como una pantalla que quitó el foco de atención de otras noticias recientes sobre esta empresa que deberían de ponernos a pensar y discutir urgentemente.
Detrás de la caída de Facebook, Instagram y WhatsApp que dominó la conversación digital el pasado lunes 4 de octubre, otras noticias más importantes relacionadas con redes sociales (principalmente Facebook) se han perdido en el tsunami de memes y chistes, a pesar de merecer toda la atención de cualquier usuario de estas plataformas digitales de comunicación.
Sí, todos nos reímos de la estampida migratoria por parte de usuarios de WhatsApp que llevó a la app de mensajería Telegram a anunciar que tenía problemas dada la súbita y elevada demanda de nuevos usuarios. También de que Facebook, la red que los más jóvenes califican, no sin un buen grado de razón, como el espacio natural de sus padres, madres, tías y tíos, abuelas y abuelos, y donde los y las antivacunas pueden encontrar un espacio fértil para alimentar su desinformación, prejuicios y más. Y por supuesto, también del síndrome de abstinencia y ataque de ansiedad que influencers de Instagram padecían en todo el mundo cuando no pudieron subir una nueva y enésima selfie que les regale un poco de atención y validación por medio de unos cuantos likes.
Pero quizás la caída de sus servicios durante más de seis horas por un problema técnico de configuración de actualizaciones de su sistema (no, no crean en los rumores y la provocación fácil de un hackeo) fue lo mejor que les pudo pasar para distraer la atención de notas recientes que nos deberían importar más que el ejército de usuarios de redes que curiosa e irónicamente (y en un comportamiento digno de una buena sesión de terapia) pasaron buena parte del día tratando de convencer al mundo de que se sentían enormemente liberados de que no hubiera Instagram, por medio de insistentes posts de “qué feliz soy o me siento sin la presión o presencia de Instagram”. Como si cada usuario no tuviera la posibilidad de simplemente no usar o abrir la aplicación.
A mediados de septiembre, The Wall Street Journal publicó una serie de reportajes especiales titulado The Facebook Files. En ellos se revelaban tácticas y estrategias para, por ejemplo, permitir que una élite de figuras, gobernantes o marcas puedan usar la red social sin cumplir con las reglas que los demás usuarios sí deben atacar. Otra investigación mostraba que a pesar de que empleados habían alertado de la presencia de carteles de la droga y a traficantes de personas, la respuesta de la empresa con estos temas siempre fue débil, de acuerdo con documentos. O que Facebook y sus herramientas fueron el terreno perfecto para sembrar dudas y desinformación sobre las vacunas. Uno más de estos trabajos de investigación revelaba que a pesar de tener conocimiento de las dinámicas tóxicas para la salud mental individual que Instagram promueve y provoca en niñas y adolescentes, la red ya buscaba desarrollar un espacio para captar a niñas aún más pequeñas, a través de un proyecto llamado Instagram Kids y de otros.
El 21 de septiembre, The New York Times publicó un reportaje que explicaba el funcionamiento y operación de una campaña de Facebook y de Mark Zuckerberg, su CEO, para promover contenido que hable bien de la red social. “El esfuerzo, que se tramó en una reunión interna en enero, tenía un propósito específico: utilizar el News Feed de Facebook, el espacio digital más importante del sitio, para mostrarle a la gente historias positivas sobre la red social”, señala el reportaje de Ryan Mac y Sheera Frenkel. El texto pone en la mesa de nuevo la necesidad de hablar de la falta de transparencia de la empresa y de sus incansables esfuerzos por ocultar descubrimientos sensibles o importantes.
Un día antes de su histórica caída, Facebook ya estaba de nuevo en los titulares mundiales cuando la exempleada Frances Haugen se reveló como una de las fuentes (quizás la principal) detrás de mucha de la información de The Facebook Files, pero también porque aparecía en entrevista en el programa 60 minutes y otros medios, afirmando y exponiendo en carácter de informante que lo de Facebook es retórica pura, ya que sus acciones indican lo opuesto a declaraciones sobre priorizar al usuario o preocuparse por cuestiones como salud mental en niños y adolescentes. Facebook prioriza el negocio y sus ingresos y está dispuesto a pasar por encima de o ignorar las necesidades, salud o prioridades de sus usuarios con tal de lograr esto.
Facebook es uno de los grandes fenómenos del siglo XXI. Una compañía con poder, económico y de influencia, similar o superior al de muchos países. Y por lo tanto lo que sucede alrededor de ella es de enorme relevancia en casi todas las sociedades e industrias. En los reportajes mencionados se señalan a profundidad los distintos vicios de esta empresa y la alteración que provoca incluso a nivel psicológico y conductual en menores: Instagram y su nociva influencia en niñas y adolescentes. Ahí está la cultura superficial y banal del influencer que se manifiesta vía Instagram, con polémicas como las de la ilegal campaña del Partido Verde o lo que podemos observar en documentales como Fake Famous (disponible en HBOMax).
Hablando de la cultura de los influencers y de quienes viven de publicar en redes sociales (y de lo que deberíamos estar hablando más), resulta enormemente interesante la reflexión del streamer español Auron, uno de los más populares y exitosos gamers de la actualidad. Tras una filtración de la red social Twitch, de Amazon, en la que se reveló que creadores como Auron Play o Ibai Llanos han estado ganando entre 2 y 3 millones de dólares al año gracias a sus transmisiones, el gamer español declaró que lo que realmente le había molestado en los últimos días no era que se supiera lo que ganaba por su trabajo, sino descubrir que cientos de jóvenes estaban considerando dejar sus estudios para seguir una carrera como streamers o creadores de contenido.
Auron lo dijo claramente: menos del 1% de los streamers en Twitch viven de ello. Para él, nadie en sus sentidos o con un poco de sensatez debería dejar sus estudios por una carrera como la suya. Algo que deja bastante para pensar y que quizás no es lo que creen o quieren creer cientos de miles de jóvenes que imaginan que una cuenta en Instagram, Twitch o YouTube, o tomarte selfies, o hacer lo que hacen otros influencers similares, es todo lo que necesitas para lograr popularidad o un buen ingreso.
Urge platicar de Facebook y de estas otras dinámicas que hemos dejado crecer sin control.