Soy una joven, maya yucateca y psicóloga social comunitaria egresada de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Actualmente participo dentro del activismo de manera independiente y en colectividad, brindando acuerpamiento a mujeres sobrevivientes de violencia en la Ciudad de México.
“¡No estás sola!”
Todas nosotras luchamos contra este sistema no solo los 8 de marzo, lo hacemos todos los días y de diferentes formas porque diversas somos y luchamos en diferentes espacios: hogares, escuelas, trabajo, en espacios públicos y privados.
Todas nosotras luchamos contra este sistema no solo los 8 de marzo, lo hacemos todos los días y de diferentes formas porque diversas somos y luchamos en diferentes espacios: hogares, escuelas, trabajo, en espacios públicos y privados.
Inspiración es una de las palabras que se me vienen a la mente cuando mencionan el 8M. Este es un día en el que nos sentimos fuertes, valientes y acogidas por otras mujeres, un día en el que se siente una energía distinta a la de cualquier otra fecha del calendario y que incluso hay quienes lo esperamos más que a nuestro propio cumpleaños. Uno de los pocos días en los que por fin las calles son nuestras, caminamos juntas, nos sentimos más seguras porque vamos acompañadas y porque nos cuidamos mutuamente aún sin conocernos.
Nos encontramos en la Glorieta de las Mujeres que Luchan, un espacio donde cualquiera puede formar parte y es abrazada por otras mujeres. Un lugar de encuentro que representa cada una de nuestras luchas. Es un espacio de dignidad, memoria y libertad, por ello fijamos este punto de partida para dirigirnos al Zócalo.
En el camino, algunas bailan, otras cantan, caminan, llevan carteles, te llenas de emoción, de alegría, pero también de dolor, porque sabes que cada año somos más y cada mujer que se integra trae una historia y no precisamente de las felices, cada una trae un proceso diferente con experiencias, emociones, sentimientos e ideas diversas.
Varias salen por sus hijas que han perdido la vida a manos de quien confiaban y prometió amarlas, otras buscan a sus hijos y las autoridades encubren la verdad, muchas temen todos los días por sus vidas cuando regresan a casa, caminan sintiéndose inseguras incluso a plena luz del sol, y también hay mujeres que fueron abusadas, violadas por amigos, sus parejas, por su padre, primo, tío o abuelo.
Las historias son muchas y muy diversas, por eso es un día que requiere mucha fuerza y energía, tanta que hay quienes necesitan retirarse antes, lo cual esta bien porque es parte de reconocer nuestros límites para procurar nuestro autocuidado, y también hay quienes terminan cansadas, gaseadas, algunas golpeadas por policías e incluso muchas regresamos a casa llorando, pero con la convicción de que no estamos solas, de que nuestros sentimientos y nuestras luchas son completamente válidas. Como podrán ver, el día de la mujer no es una celebración, no es solo salir a marchar.
Todas nosotras luchamos contra este sistema no solo los 8 de marzo, lo hacemos todos los días y de diferentes formas porque diversas somos. Luchamos en diferentes espacios como en nuestros hogares, escuelas, trabajo, en espacios públicos y privados pues los comentarios machistas, la infantilización de la mujer, el adultocentrismo, el racismo y otras formas de discriminación están presente en todas las esferas de nuestra vida y no les importa si somos niñas, adolescentes, adultas o de la tercera edad.
Luchamos contra lo que llamamos sistema patriarcal, el cual nos hace creer que somos física y emocionalmente débiles, que nos carga de expectativas, que nos habitúa a sentir miedo, pero que nos reprende si nos mostramos enojadas y en autodefensa, ya que espera vernos siempre llorando y nunca combativas.
Un sistema que se cree con el derecho de lastimarnos y exigir que permanezcamos calladas ante las injusticias que se cometen contra nuestra dignidad; un sistema que busca dividirnos basándose en qué mujer es más mujer según las expectativas de género, felicitando a quienes pueden salir a protestar de manera “pacífica” y criminalizando a quienes, por su seguridad, se ven obligadas a usar capucha, a las mujeres que se atreven a evidenciar los feminicidios, las desapariciones y el descontento colectivo ante las negligencias del gobierno, sea cual sea el partido político del que provengan. Un gobierno que se dice exitoso y usa pañuelo morado en sus instituciones, mismas que se ríen desde dentro cuando una mujer llega a pedir apoyo para obtener justicia para su hija víctima de feminicidio y que terminan gastando recurso en intentar culpar a la víctima y en justificar al feminicida.
Ante tanta ineptitud y complicidad, como no estar indignadas, con rabia, como no organizarnos, como no apropiarnos y habitar los espacios, tal como lo es la Glorieta de las Mujeres que Luchan, para convertirlos en un lugares donde podamos sentirnos seguras y abrazadas por otras mujeres sin importar nuestra ciudad de origen, nuestra identidad étnico-racial, nuestra religión o cualquier otra diferencia que nos convierte en seres diversas y auténticas, y como no ser empáticas ante el sufrimiento de una madre que ha perdido a su hija o hijo y que lucha todos los días para “funcionar” a pesar del dolor y de los problemas de salud, tanto física como mental, que genera la pérdida y la presión por seguir de pie.
Cada 8 de marzo a pesar de ser distinto, se siente la misma rabia e impotencia al escuchar las historias, recuerdas el día que fuiste abusada, el día que te dieron la terrible noticia de que una mujer de tu vida había sido asesinada. Resulta doloroso, te atreves a contarlo y de pronto todas gritan al unísono “¡No estás sola!”, miras a tu alrededor y hay otras mujeres que entienden muy bien tu dolor, que han vivido situaciones similares y entonces te preguntas:
¿Cómo no somos fuertes si todos los días sobrevivimos a tanta violencia?
Es una realidad que todos los días, desde niñas, enfrentamos situaciones de acoso, ya saben, miradas lascivas, insultos, expresiones asquerosas y contacto físico hacia nuestros cuerpos sin nuestro consentimiento, recuerdos constantes derivados de experiencias sumamente traumáticas, y hasta salimos a producir con dolores físicos tan fuertes que si no se tratara de nosotras ameritarían incapacidad, pero por ser mujeres tenemos que salir para sobrevivir a este mundo capitalista y cisheternormado.
Esta es una columna invitada por el equipo de periodistas de La-Lista, quienes seleccionaron a un grupo de mujeres y colectivas que son inspiradoras para las integrantes. Las columnas se publicarán a lo largo del mes de marzo.