¿Cómo está afrontando GB este inspirador momento de la coronación? Obsesionándose de nuevo con los Sussex
marina Hyde es columnista de The Guardian
¿Cómo está afrontando GB este inspirador momento de la coronación? Obsesionándose de nuevo con los Sussex
Tazas conmemorativas que muestran a miembros de la familia real en Windsor, febrero de 2023. Foto: Maureen McLean/Rex/Shutterstock

La semana anterior a la boda de Harry y Meghan, vi a una mujer en la tienda del palacio de Kensington comprar una taza en la que aparecían las iniciales entrelazadas de la pareja y que costaba 39 libras (unos 800 pesos). “Me encanta lo centrados que son”, comentó.

Me pregunto, dónde estará ahora esa taza (la taza, no la mujer). Siempre habrá nuevas tazas, por supuesto, y la Royal Collection actualmente vende una jarra de peltre con motivo de la coronación por 50 libras (unos mil pesos), así como artículos tan básicos como un pastillero conmemorativo de la coronación de porcelana china de 40 libras (unos 800 pesos) con acabado en oro de 22 quilates, posiblemente en consonancia con la reiterada misión del rey Carlos de modernizar la monarquía.

Si eres uno de los afortunados británicos seleccionados mediante un sorteo para recibir una cita con el médico de cabecera antes del gran día, considera la posibilidad de comprarlo y guardar en él tu medicina.

Entretanto, es preciso preguntar lo siguiente: ¿hasta qué punto inspira confianza, de verdad, un acontecimiento que hasta el momento ha estado definido por unos 4 mil artículos (y contando) sobre la asistencia o ausencia de un par de invitados? Nada transmite tanto el mensaje de “somos más grandes que eso y lo hemos superado” que la obsesión por los planes sociales de dos residentes de California.

Este acontecimiento es tan inspirador, generacional y monumental que lo único por lo que la gente se puede exaltar de verdad es por el hecho de que su peor persona del mundo no vaya a asistir. Seguramente lo único interesante del rey Carlos no es su fracturada relación con su hijo menor, ¿verdad? Y, sin embargo, la historia de la columna-pulgada parece sugerir que sí lo es. Para una pareja de la que seguimos escuchando que ya no es importante, los Sussex parecen seguir siendo el único tema de interés.

Los expertos en la realeza, profesionales y aficionados, actúan como si estuvieran perdidos sin ellos. Si los Sussex tuvieran un poco de sentido común, “habrían aceptado de forma inmediata”, explicó Sarah Vine, del periódico Mail, unos tres párrafos después de elogiar el “suspiro colectivo de alivio” que supuso el hecho de que Meghan no fuera a asistir.

Toda la interminable saga se ve afectada por algo más que cierto parecido a la invitación de Schrödinger, con un sí/no capaz de ser correcto y equivocado al mismo tiempo, si es probable que induzca a un error fatal en uno u otro sentido. Acudir sería un acto de guerra; la ausencia suscitaría interminables titulares sobre comportamientos ofensivos y sobre “lo que ella se pierde”.

Una vez más, uno tiene que contrastar la ira aparentemente imposible de calmar dirigida contra Meghan y Harry con la versión mitigada que gozó el príncipe Andrés, quien el año pasado pagó millones en un acuerdo extrajudicial a una mujer que lo había acusado desde hace mucho tiempo de abuso sexual cuando ella tenía 17 años, después de haber sido traficada por el buen amigo del príncipe Jeffrey Epstein. El duque de York niega las acusaciones. Si las noticias de los periódicos fueran una guía de lo que la gente quiere, resultaría bastante notable que la presencia o ausencia de Andrés en la coronación de su hermano fuera una preocupación mucho, mucho menos acalorada que la de los Sussex.

El día de la coronación de la reina Isabel II se programó para evitar una carrera; este se programó decididamente para coincidir con el cuarto cumpleaños del hijo de Harry y Meghan.

En 1953, Winston Churchill le dijo al duque de Windsor (que entonces era Eduardo VIII) que no asistiera. ¿Los periódicos de aquella época enloquecieron diariamente durante varios meses por este pequeño detalle del momento? Parece poco probable. Tal vez los periódicos de ese entonces estaban hechos de un material más fuerte.

O tal vez, conscientes de lo que ocurrió en el bautizo de la Bella Durmiente, la prensa de Su Majestad considera actualmente como parte de su deber solemne someter cada lista de invitados reales al más estricto escrutinio, para evitar que puedan dormir a sus lectores durante cien años por no haber tratado las posibles consecuencias de cualquier NFI.

En un periodo de 24 horas el pasado viernes, poco después de que se confirmara la asistencia de Harry, la página web del periodico Daily Express publicó 44 artículos sobre los Sussex, de los cuales uno sugería que la marca de la pareja estaba conectada “al soporte vital”. Con la mano en el corazón, el Express y otros hacen un trabajo terriblemente bueno sugiriendo lo contrario.

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El quiche oficial de la coronación en un almuerzo ofrecido por el arzobispo de Canterbury en la abadía de Westminster, Londres, 18 de abril de 2023. Foto: James Manning/PA

Volviendo a los canales oficiales, se están desplegando grandes esfuerzos para entusiasmar a los ciudadanos con el menú real aprobado para el día de sus súbditos. En cierto modo resulta apropiado que el platillo oficial seleccionado por el rey Carlos sea el quiche, dado que los quiches suelen ser húmedos y casi siempre decepcionantes.

Al igual que algunos de los recientes recorridos de Carlos, el platillo ha sido considerado como una buena forma de utilizar los huevos que sobran. Tradicionalmente, la cocina indiferente constituye una característica célebre de los acontecimientos reales.

Sobre un banquete ofrecido en la víspera de la coronación de Isabel, Richard Crossman anotó en su diario que “la comida estaba fría y no era muy buena”. El quiche oficial de la coronación de Carlos lleva estragón, ya que el rey no le dio importancia a este ingrediente, y añadió la hierba más conflictiva, el cilantro.

Por último, resulta extraño leer tan poco sobre las decididas quejas que suscitan los cientos de millones que se gastarán en la coronación, que es un hecho indiscutible, desde las intervenciones telefónicas en la radio hasta incluso en la parte superior de la sección de comentarios del MailOnline.

Para justificar los gastos ya se ha recurrido a la delatora frase de que supondrá un “impulso para la economía”. También parece haber generado esa gran rareza: un día festivo que no suscite la intervención de algún aguafiestas de un organismo empresarial que explique cómo, en realidad, los días festivos suponen un costo inaceptable para la economía.

Aun así, la impresión predominante que da todo esto es que sin la asistencia o, en su defecto, la ausencia de uno o dos personajes no protagonistas, no habría mucho que decir sobre lo que podría ser para muchos un acontecimiento único en la vida. Eso no sugiere que la monarquía goce de la mejor salud; antes de juzgar habrá que comprobarlo.

Marina Hyde es columnista de The Guardian.

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