El incumplimiento del pago de la deuda sería catastrófico para EU y para las posibilidades de reelección de Biden
'Para Kevin McCarthy y los morosos, no hay ningún inconveniente'. Foto: Chip Somodevilla/Getty Images

La metáfora favorita de la izquierda consiste en comparar la falsa crisis del techo de deuda con la toma de rehenes por parte de los republicanos que integran la Cámara de Representantes.

No obstante, en una verdadera situación de toma de rehenes, ambas partes tienen mucho que perder. Los perpetradores se arriesgan a que no les paguen o, peor aún, a pasar décadas en la cárcel. Para las familias de las víctimas y la policía, el peligro reside en que los rehenes mueran durante las negociaciones o en medio de una misión de un rescate fallido.

Para Kevin McCarthy y los morosos (que, a propósito, es un nombre prometedor para una banda), no hay ningún inconveniente. Si al final Joe Biden entrega su espada en señal de rendición, los incendiarios republicanos serán idolatrados como héroes conquistadores tanto en el estudio de Fox News como en el comedor de Mar-a-Lago.

Por supuesto, los denigrados medios de comunicación liberales se quejarán si la intransigencia republicana obliga a Estados Unidos a incumplir su pago de la deuda, garantizando así intereses más altos en los próximos años y poniendo en peligro la economía mundial. Sin embargo, esa firmeza enloquecida demostraría que el presidente de la Cámara de Representantes no es un “republicano solo de nombre” (RINO) remilgado como su predecesor en el cargo John Boehner, que en el último minuto ayudó a evitar el incumplimiento del pago en 2011.

Marchar hacia el precipicio fiscal como leminos también inmunizará a los republicanos de la Cámara de Representantes contra cualquier reto de la derecha en las elecciones primarias, lo cual, en los círculos republicanos, constituye un destino peor que la muerte. Y puesto que los miembros del Congreso pueden negociar con acciones, todo republicano inteligente puede prosperar individualmente durante la catastrófica recesión económica que se avecina mediante una hábil venta en corto del índice Dow Jones.

Por el contrario, las consecuencias de la política arriesgada en torno al techo de deuda son nefastas para Joe Biden. En el mejor de los casos imaginables –uno que provocará la consternación de los liberales–, el presidente aceptaría a regañadientes unos estrictos límites de gasto que limitarán su agenda nacional y penalizarán a los pobres. Sin embargo, al menos esa opción evitaría el incumplimiento del pago.

Al final de su conferencia de prensa del domingo en Hiroshima, Biden reconoció públicamente las devastadoras consecuencias políticas que tendría para él el hecho de que Estados Unidos no pudiera pagar sus cuentas. Canalizando el proceso de pensamiento de los fanáticos republicanos de la Cámara de Representantes en su camino hacia el abismo, Biden comentó: “Como soy presidente, y los presidentes son responsables de todo, Biden asumiría la culpa. Y esa es una manera de asegurar que Biden no sea reelegido”.

Triste, pero cierto.

El incumplimiento del pago bien podría significar que Biden se postularía para la reelección en un momento en que la economía se encontraría en una caída vertiginosa provocada por los republicanos. Y no importaría políticamente que, como dijo Biden: “En cuanto a los méritos, basándome en lo que he ofrecido, estaría libre de culpa”.

No obstante, si los demócratas creen que pueden ganar la guerra de mensajes sobre el incumplimiento del pago, se están engañando a sí mismos.

Una encuesta realizada por Associated Press/NORC, publicada la semana pasada, reveló que solo el 20% de los estadounidenses dice que entiende “extremadamente” o “muy bien” el debate sobre el techo de deuda. Esa cifra es significativa porque muchas veces a los conocedores de la política les cuesta recordar que la mayoría de los estadounidenses no ven las noticias por cable ni prestan una atención obsesiva a las maquinaciones políticas en Washington. El peligro para los demócratas reside en que muchos de estos votantes poco informados se dejarán convencer por el mensaje implícito republicano de una sola frase: Estados Unidos incumplió el pago porque Biden no aceptó recortar el gasto público para hacer frente a la deuda nacional.

Con el fin de apreciar el sinsentido de ese argumento republicano simplista, un votante tiene que entender la naturaleza drástica de las propuestas presupuestarias republicanas y comprender que el aumento del techo de deuda simplemente autoriza el endeudamiento en lugar de un nuevo gasto. Buena suerte exponiendo este complejo argumento a todo aquel que no sea un devoto lector del New York Times o un oyente de la National Public Radio.

En la era del streaming y de los miles de canales, Biden no tiene la opción de captar la atención nacional con un discurso tradicional pronunciado en el Despacho Oval. Además, no hay ninguna garantía de que Biden, con sus divagaciones y su competente forma de hablar, convenza a alguien con un discurso transmitido por televisión. Para ejemplificar este punto, he aquí la torpe forma en que Biden recalcó los peligros del plan presupuestario republicano en su conferencia de prensa del domingo: “No voy a aceptar un acuerdo que proteja, por ejemplo, una exención fiscal de 30 mil millones de dólares para la industria petrolera, que el año pasado ganó 200 mil millones de dólares –no necesitan un incentivo de otros 30 mil millones–, mientras se pone en riesgo la atención médica de 21 millones de estadounidenses por el recorte de Medicaid”.

La dura realidad es que Biden no tiene más alternativa que buscar el mejor acuerdo que pueda alcanzar. Aunque existe un sólido argumento jurídico de que el techo de deuda es inconstitucional en virtud de la 14ª enmienda, nadie en el Departamento del Tesoro ni en ningún otro lugar sabe cómo reaccionarían los mercados mundiales en caso de que Biden despreciara a Kevin McCarthy y a su grupo de chiflados.

Ante el peligro constante de que la gira de regreso de Donald Trump termine en el Despacho Oval, hay asuntos más importantes sobre la mesa que castigar a Kevin McCarthy por su toma de rehenes. De hecho, la mejor venganza sería la reelección arrolladora de Biden, que trajera consigo una mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. Entonces, en 2025, sin elecciones presidenciales en el horizonte, Biden sería libre de reventar la peligrosamente irracional ley del techo de deuda.
Walter Shapiro es redactor del medio New Republic y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Yale.

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