Tu opresión no te salvará: o de los límites de luchas identitarias

Estudió Relaciones Internacionales en el Colegio de México. Sus estudios se concentran en la política exterior, su intersección con los fenómenos de seguridad, las políticas drogas y los impactos diferenciados en poblaciones racializadas. Chilango, enamorado de la ciudad y de su gente. Ahora apoya en incidencia y análisis político en RacismoMX.

En todos lados: @Monsieur_jabs

Tu opresión no te salvará: o de los límites de luchas identitarias Tu opresión no te salvará: o de los límites de luchas identitarias
Estado de Palestina. Foto: EFE/David Toro.

En uno de sus más famosos discursos, Martin Luther King Jr exclamó una frase que, hasta cierto grado, guió la lucha por la justicia social en las décadas que siguieron. El arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia, decía.

En su libro titulado “El mensaje”, Ta-Nehisi Coates comparte sus reflexiones en torno a su identidad provocadas por una serie de viajes que realizó entre 2022 y 2023. Desde la pelea por censurar uno de sus libros en Carolina del Sur, pasando por la exploración de sus raíces en Dakar, Senegal, y llegando hasta los reflejos de ambas en Cisjordania, Palestina Ocupada.

En una de sus reflexiones principales Coates argumenta que, a veces, nos gustaría creer que el atravesar alguna experiencia horrible o traumática te formará y transformará hacia una mejor persona. Que de alguna manera, nuestras opresiones nos dotarán de características morales superiores; que como resultado de ellas y el actuar en consecuencia podremos hacer de nuestra lucha, cual sea que esta sea, una hacia un mundo mejor.

Ta-Nehisi Coates no niega que esta benefacción moral pueda ser cierta. Sin embargo, afirma que lo mismo puede ser lo contrario. Después de una experiencia traumática, después de cargar con el peso del pasado; ya sea familiar, de género, o racial, puedes resultar con un entendimiento cargado de cinismo. Que es igual de fácil que, como resultado de esa misma experiencia, entiendas al mundo como un lugar frío y duro, donde lo único importante es quién sobrevive y quién tiene la capacidad de violencia.

Esa reflexión de Ta-Nehisi no ha dejado mi cabeza desde que la escuché por primera vez. Tu opresión no te salvará.
En sus propias palabras, ser una víctima no te iluminará; tanto no lo hará como el serlo puede engañarte. Puede hacerte pensar que lo que estás haciendo, en función de ser tú quien lo está haciendo, es lo correcto.

Así, sin esperarlo, después de siglos de opresión y progromos, después de un holocausto y de segregación racial, puedes acabar realizando las mismas masacres, los mismos asesinatos en masa, la misma segregación racial y el mismo genocidio del que tu comunidad fue parte. Sea esta en Israel o en Liberia.

Así, sin pensarlo, puedes acabar abriendo las puertas a la misma ultra-derecha que te discriminó en el pasado.

Uno de mis mayores pecados, me temo, es mi juventud; y lo admito, me temo que estoy presenciando la primera vez, en mi vida, que hay un retroceso activo en los derechos que se han ganado alrededor del mundo. Este año para mi ha sido uno de reflexión, de entender que, efectivamente, el arco del universo moral es largo, pero no se inclina hacia la justicia. ¿Hacia dónde lo hace? Ya no sabría decirlo.

La razón principal por la que no he dejado de pensar en esa frase de Ta-Nehisi Coates es porque las luchas identitarias, por sí solas, fueron una de las principales guías de lucha social con la que he compaginado. Sin embargo, en esta exploración propia no me he detenido a pensar sus límites ni las propias exclusiones que estas luchas, por más justificadas que sean, han provocado. Nuestras opresiones, por sí solas, no nos salvarán. No nos darán conocimientos inherentemente mejores, ni nos harán mejores personas. No nos iluminarán, ni nos abrirán puertas. Nuestras identidades pueden servir como un motivador político, como una luz que marque un camino, pero por sí solas no nos salvarán; las identidades tienen límites y al querer acabar con las opresiones tenemos que estar conscientes de ello; nuestras opresiones son eso, opresiones. Son sistémicas y no afectan con límites identitarios artificiales. Seremos nosotrxs quienes decidamos qué haremos con ellas; si acabaremos más virtuosxs o si acabaremos perpetuando los mismos ciclos de violencia.

En palabras de Fanon, cada generación tiene que, en relativa oscuridad, descubrir su misión, cumplirla o traicionarla y creo que nosotras estamos al borde de encontrarla.

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