¿Alguna vez escuchaste hablar de un criminal apodado “La Peggy”? Si no, déjame te cuento sobre él. Ese tipo es la maldad hecha persona. Nomás paró de aterrorizarnos hasta que lo agarraron por ahí de febrero en la comunidad de Catalinas de Buenavista, Michoacán. Así fue que supimos que se llama Alberto García, pero acá todos lo conocíamos por su apodo. Dicen que su alias se lo pusieron cuando vivía en Estados Unidos y por cochino: cuando mata, deja siempre un desmadre.
No hay limonero, como yo, que no lo conociera. Que no le temiera. “La Peggy” fue durante muchos años el encargado de los hermanos Sierra Santana, los mentados Viagras, de cobrar extorsión a los cortadores en el Valle de Apatzingán. Esa era su única función y por eso se la tomaba muy en serio: si no le pagabas, iba a tu casa, te sacaba frente a tu esposa e hijos y te rafagueaba, te descuartizaba, te quemaba vivo.
Empezó pidiendo poco dinero: unos 20 centavos por kilo de limón, especialmente en junio y julio, cuando es la temporada de lluvia. Eso fue hace unos ocho años, yo calculo. Luego subió a 50 centavos por kilo y después hasta un peso. Siempre tenía el mismo pretexto: que hay guerra en Michoacán y sale caro andar tirando tanto balazo y teniendo policías en la nómina. El mismo cuento de siempre.
La cosa se ponía peor cuando llegaba agosto —como ahora— y el precio del limón michoacano baja de precio, porque entra al mercado el limón de Colima y muchos lo prefieren porque está más jugoso para esta época del año. Con las ventas bajas se volvió imposible pagar esas cuotas, te lo juro.
De cobro en cobro me cae que “La Peggy” se hizo millonario. Bien vale madres, se paseaba por Buenavista en camionetas nuevas y con unas joyas tan pesadas que parecía que se le iban a caer las manos. Todo mundo sabía de dónde sacaba su dinero, pero los municipales hasta lo saludaban con el claxon cuando se atravesaban en la calle.
Fue tanto el éxito de ese señor que el Cártel Jalisco Nueva Generación quiso imitarlo. Y cómo no, si todas las semanas salía con costales de dinero. No estoy exagerando: costales. Entonces, Los Jaliscos crearon un nuevo grupo llamado Fuerzas Especiales Limones y mira cómo son de descarados que hasta les dieron parches a sus sicarios: una calavera con dos pistolas sobre un limón amarillo. Así de bueno es este negocio para los cárteles.
“La Peggy” tenía la protección de Nicolás Sierra Santana, “El Gordo” —el mismo que ordenó el asesinato de Hipólito Mora, mi jefe autodefensa que en paz descanse— y por eso se sentía intocable… hasta que lo agarró el Ejército y la Guardia Nacional. Yo creo que se avorazó, no pagó su protección y lo tumbaron. Pero acá nadie festejó. Los Viagras saben reponer rápido a la gente; esos no le lloran ni a sus amigos.
Ahorita ya te enteraste que volvimos a parar el corte de limón. De nuevo, la maldita extorsión de cada año. Aunque “La Peggy” ya no anda por acá, todo sigue igual, pero dejó a su mano derecha, el tal Ángel Islas, que es un demonio suelto.
Ese resultó más ambicioso que su patrón y ya nos pidió de dos a cuatro pesos por kilo, según la empacadora. O unos 40 mil pesos por un camión de 20 toneladas, como mejor le convenga. La semana pasada mandó a su gente a avisarnos con una nota de voz: al que no pague, le toca piso. Y acá la autoridad no hace nada. O sí hace: trabaja para ellos.
Bueno, pues así están las noticias desde el Valle de Apatzingán. Disculpa que no te pueda dar buenas nuevas. Está jodida la cosa, ¿no? Y pues que Dios nos perdone, pero nuestros limones están regados con sangre.
GRITO. Gracias a Guadalupe Mora, de los pocos autodefensas verdaderos que quedan en Michoacán, por su ayuda en la elaboración de esta columna.