Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas
Yo tengo otros datos
Reflexiones sobre el poder de los datos aparentemente inútiles; desde el rock hasta himnos escolares, y cómo enriquecen conversaciones y conexiones.
Reflexiones sobre el poder de los datos aparentemente inútiles; desde el rock hasta himnos escolares, y cómo enriquecen conversaciones y conexiones.
–¿Sabías que Eric Clapton está tres veces en el Salón de la Fama del Rock and Roll?, le pregunté a Adriana mientras dejaba a un lado mi ejemplar de Killing yourself to live, el libro de Chuck Klosterman que mi hermano Iván había dejado en casa un par de años atrás.
La noche de aquel jueves de 2008 (sí, recuerdo que era jueves porque era el único día que a veces me podía salir temprano de la redacción), Adriana me volteó a ver desconcertada.
–Como solista (inducido en el 2000), por Cream (1993) y por los Yardbirds (1992).
–Ah… ¿Y para qué te sirve saber eso, te va a dejar algo? ¿Te va a dar a ganar dinero?
–Por lo menos para quedarme platicando con Mauro hasta las seis de la mañana en el bar, respondí.
Porque así eran algunas madrugadas en el Naked City. Interminables charlas de rock con Mauro Jaime, en las que conocí a bandas o músicos tan diferentes como Thin Lizzy, T-Rex, Eumir Deodato o Loquillo.
De aquellas pláticas y de muchas lecturas almacené infinidad de datos en mi cabeza (hoy ya apunto todo) que para mucha gente pueden resultar inútiles, pero funcionan para abrir conversaciones, sobre todo en temas que me apasionan, como la literatura, la música y los deportes, o para responder publicaciones con el hashtag #CuéntameAlgoQueNadieSepa, que de vez en cuando aparecen en la red social X.
Por ejemplo, un dato que utilicé un par de veces, redactado de manera diferente, fue que “Love is in the air” es una canción de 1977 interpretada por el cantante australiano John Paul Young, escrita y producida por Harry Vanda y George Young, las mentes maestras detrás de los primeros discos de AC/DC. George Young era hermano de Angus y Malcolm, guitarristas de la banda, escoceses de nacimiento, sin ningún parentesco con John Paul, el intérprete de aquel one hit wonder.
Aquellos datos inútiles, platicados muchas veces en redacciones o en la mesa de algún bar (“Dime cinco jugadores ochenteros con bigote”), fueron el origen de la prueba que aplicábamos a los becarios que aspiraban a hacer su servicio social o prácticas profesionales en la página web de Televisa Deportes. Porque, ¿a quién demonios le importa cómo es conocida la selección de futbol de El Salvador; cuál es el deporte más popular de la India; quiénes son los pilotos latinoamericanos que han ganado el campeonato de la Fórmula Uno o cómo se llamaba el toro que mató a Manolete? Bueno, esas y otras preguntas sirvieron para implementar un “filtro” que ayudó a que chavos con verdadera vocación por el periodismo deportivo se quedarán a trabajar en Chapultepec 28.
Aunque se refería únicamente al futbol, la cita del desaparecido periodista español Ramon Lobo puede aplicar para el deporte, en general: “El futbol inicia conversaciones y las concluye; crea amistades súbitas y las rompe; agiliza trámites y los empantana. El futbol acerca culturas, borra fronteras y difumina clases sociales. Saber de futbol no es de derechas o de izquierdas, embrutecedor o inteligente, es sólo un conocimiento útil”.
Cuando intercambiábamos miradas poco amistosas en el Naked City, Chucho y yo comenzamos a platicar de Raiders. Ese hombre era una máquina de hacer trivias y del futbol americano pasamos al heavy metal, sobre todo de bandas angelinas de los 80. ¿Sirve de algo saber que Jeff Tremaine, uno de los creadores de Jackass fue también el director de The Dirt, la biopic de Mötley Crüe? Lástima que, en su amargura, hoy reniegue de todo eso.
Gabinetes, himnos y rezos
Hubo un tiempo, cuando estudiaba ciencia política, en que me sabía de memoria el nombre de la mayoría de los gobernadores de México y los secretarios de estado. Pero cuando llegué al taller de redacción del diario Reforma, en 1996, tuve un baño de realidad. En una de las pruebas elaboradas por las instructoras, Bety y Diana, en una lista de 30 nombres, si no mal recuerdo, había que escribir el cargo del personaje. Tuve un solo error: a Rubén Figueroa, gobernador con licencia de Guerrero, le puse exgobernador. Un gazapo inaceptable si se hubiera publicado. A mi ego le costó mucho aceptarlo.
El fin de semana pasado, de visita en Puebla, comenté con mi amigo “Rizos” que durante mi paso por el gobierno estatal me aprendí el himno de un estado en el que, a la media noche, se transmitía la versión oficial del Himno Nacional Mexicano, con cuatro de las 10 estrofas originales que en algún momento memoricé casi por completo. Otros himnos que aún recuerdo parcialmente son el de la Secundaria 10, de Mixcoac; el himno deportivo universitario (UNAM), el de Boca Juniors y hasta el de Acción Nacional.
Cuando comencé a redactar esta columna, recordé que mi obsesión por la acumulación de datos y aprenderme de memoria cosas también tuvo un episodio religioso: cuando iba al catecismo con las monjas de la Congregación de María Reparadora, recitaba como perico el Padre Nuestro, el Ave María, el Salve, la Gloria y hasta el Señor Mío Jesucristo, que traté de recordar durante una noche de insomnio esta semana.
¡Y tú, cuéntame algún dato, canción o rezo que pocas personas conozcan!