Soy consultora de enfermedades infecciosas y el “Covid largo” es cualquier cosa menos una enfermedad leve
Foto: Gerd Altmann en Pixabay

Con la llegada de la vacuna del Covid-19 puede ser que se olviden de los que sufrimos el Covid-19 largo o persistente y que estamos luchando para recuperar nuestras vida de antes y tenemos que seguir viviendo con síntomas que nos debilitan. Aunque el NHS (Servicio Nacional de Salud) cumpla con la hercúlea labor de vacunar al país, el Covid-19 y otras variantes seguirán circulando y más gente estará expuesta al Covid-19 largo. Información del King ‘s College de Londres, de un estudio que se realizó en septiembre, sugiere que cerca de 60 mil personas de Reino Unido pueden estar afectadas, pero las estadísticas más recientes de la Oficina Nacional de Estadísticas sugieren que la cifra puede ser más alta.

Estuve enferma en marzo, como muchas personas con Covid-19 largo. Mi caso se clasificó como “leve” y sin necesidad de admisión al hospital. Nueve meses después, estoy muy débil, con fatiga aplastante post esfuerzo que se asocia con dolor en el pecho. En los días malos, mi cerebro no tiene ganas de funcionar, incluso una conversación puede ser demasiado. No tengo factores de riesgo. Tengo cincuenta y tantos años y siempre he tenido buena condición física, pero no me siento bien para trabajar e irónicamente soy consultora de enfermedades infecciosas. Ver de lejos cómo se desarrolla la pandemia sólo contribuye a mi frustración porque a causa de la enfermedad no puedo estar trabajando en ella.

Mis síntomas agudos se acabaron en 12 días y yo suponía que regresaría al trabajo una semana después. Estaba muy equivocada. Después de algunas semanas empecé a sufrir caída de pelo, parecida a la del postparto, y seguía fatigada, y me quedaba dormida en las tardes. Traté de aumentar la cantidad de ejercicio que realizaba pero a mediados de junio empecé a experimentar fatiga post esfuerzo. Podía ser sólo por caminar y cuando cocinaba era terrible. Me daba dolor de pecho, que no sufrí al principio de la enfermedad y mi cuerpo parece necesitar descanso constante y en gran cantidad. El ejercicio gradual, que ha servido en pacientes con otro tipo de fatiga postviral no me estaba funcionando. Parecía que me hacía empeorar y me tumbaba varios días. Lo único que me di cuenta desde el principio era que había que hacer pausas.

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Parece que durante meses nadie pensaba en lo que nos pasaba a muchos y muchos reportes se desechaban con argumentos de ansiedad, depresión o actuación. Era como estar en el limbo, sin seguimiento porque no estábamos lo suficientemente enfermos para ir al hospital, pero no tuvimos un cuidado médico apropiado ni apoyo durante la enfermedad. Yo tengo la suerte de tener un excelente médico general que ha sido un gran apoyo durante todo el proceso, pero me daba cuenta de su frustración por no tener nada concreto que ofrecer o que pudiera servir de referencia.

En mayo, ya sin otro recurso, inicié un grupo de yoga para pacientes con Covid-19 largo porque también soy maestra de yoga y conozco a otras personas que tenían padecimientos similares. Me centré sobre todo en ejercicios para activar los pulmones y respirar de nuevo.

Mucho de este virus es nuevo y aprendemos mientras se desarrolla la pandemia. Con sus miles de síntomas y presentaciones, el Covid-19 representa un reto importante para los servicios de especialistas compartimentalizados en que se han convertido los hospitales. Pero hay algo que sí queda claro desde hace algún tiempo: esto no es un síndrome directo postviral y se necesita un enfoque diferente.

En octubre se anunció un fondo de 260 millones de pesos para las clínicas que ofrecen ayuda para el Covid-19 largo y fue muy oportuno. Después el Instituto Nacional para la Excelencia en el Cuidado y la Salud (NICE por sus siglas en inglés) actualizó las guías sobre el “síndrome post Covid, que ahora se conoce como Covid largo. Incluye una definición y planes para las 40 clínicas que existen en todo Inglaterra.

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Estas clínicas reunirán a los médicos y a los terapeutas para “proporcionar cuidados conjuntos para la salud física y mental”,  e incluirán asesoría física, cognitiva y psicológica.

Todavía me falta ir con el fisioterapeuta, pero ¿quién habría pensado que el taburete auxiliar que le recomendaron a mi madre anciana en la terapia ocupacional se convertiría en una necesidad para mi, para cocinar y lavarme los dientes?

El Instituto Nacional para la Investigación de la Salud también dará fondos para la investigación de los mecanismos que se encuentran detrás de los síntomas del Covid-19 largo. Es muy importante que se haga un conteo y que se monitoree, de la misma forma en que se cuentan los ingresos y las muertes en los hospitales. Además, debe haber acceso a los servicios sociales para las personas que necesitan paquetes de cuidado porque no pueden alimentarse ni limpiarse. También es necesario el apoyo económico y la asesoría laboral.

Resulta crucial que al igual que en otros equipos multidisciplinarios para enfermedades crónicas, se establezca un punto de contacto único con una enfermera que coordine a los diferentes miembros del equipo y ayude en el acceso directo a otros servicios. Una parada general es vital para personas que no pueden realizar visitas múltiples con los especialistas.

Para algunos tal vez sea suficiente que los escuchen y que se entienda que no están inventando sus síntomas. Necesitamos dejar de clasificar todos los casos que no fueron ingresados a un hospital como “leves”. Los que padecen Covid-19 largo no tienen una enfermedad leve.

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Finalmente, parece que ya están escuchando a los que padecemos esta condición debilitante y nos están dando el apoyo que necesitamos. Apenas nos estamos dando cuenta del potencial de este virus y de sus consecuencias devastadoras aún meses después de la desaparición de los síntomas agudos. Al menos es un buen principio.

Cuando puede trabajar, Joanna Herman es consultora en enfermedades infecciosas en Londres y da clases en la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical.

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