Futbol, viajes y comida: cómo la Unión Europea cambió la cultura del Reino Unido
Ilustración: Getty Images/EPA/Alamy/Reuters/Guardian Design Team

Los historiadores del futuro juzgarán la política del medio siglo anterior al fin del periodo de transición del Brexit el 1 enero de 2021. ¿Pero qué pasará con los historiadores sociales y culturales, los que estudian cómo vivimos?

Tal vez los artefactos culturales más simbólicos de los últimos 50 años no son banderas azules, sino una botella de Blue Nun, un bloque de queso mozzarella, un pase de abordar de Ryanair o un boleto para un partido de futbol entre Bayern Munich y Manchester City.

A pesar de medio siglo como parte de la Unión Europea, la mayoría de los británicos dicen que sus vínculos emocionales con Europa no son fuertes. “Casi el 60% de los británicos no se identifican como europeos” dice Anand Menon, profesora de política europea en King’s College London.

También lee: Lo que piensa The Guardian del Brexit: un trágico error nacional

Las alianzas con una noción abstracta o con un conjunto de instituciones es demasiado decir hasta para los eurofílicos. Las primeras semanas de la pandemia en marzo pusieron a prueba la solidaridad incluso hasta entre los más aguerridos estados fundadores. Pero las vidas y los estilos de vida del continente son más cercanos de lo imaginable en 1973 y de maneras que no se pueden medir con una encuesta. Incluso si no existe una “sociedad” europea que se vea alterada con la salida del Reino Unido, la convergencia informal de gustos y suposiciones culturales que se podría llamar “europeización” ha sucedido durante las últimas cinco décadas.

Podemos saber cómo los pasaportes color vino transformaron la migración, educación y el trabajo. Los científicos, investigadores, un sinfín de profesionales y la generación Erasmus serán afectados por la pérdida de libertad de movimiento. Los ciudadanos de la UE que construyeron sus vidas en el Reino Unido, especialmente tras la apertura para Europa oriental en 2004, se preparan para una nueva etapa de precariedad.

¿Pero qué hay con la mayoría de los británicos que no se casaron con un sueco, compraron una casa de vacaciones en Francia, obtuvieron un trabajo como ingenieros en Eindhoven o pasaron un año estudiando en Madrid? ¿Qué tan complicado será su reajuste sociocultural?

También lee: La-Lista de: qué viene en el acuerdo comercial del Brexit, de aranceles a visas

Para bien o para mal, el aburrido negocio del comercio (cadenas de distribución integradas, la libertad de transporte de bienes y las reglas generales para todo desde energía hasta huevos) ha formado sus vidas también, incluso si pocos de ellos se consideraban participantes en un experimento postnacional, ni lo consideraban una forma de identidad.

La ironía más grande es que mucho del proceso de europeización que el duro acuerdo de divorcio de Boris Johnson pretende eliminar no proviene de Bruselas sino de Londres.

El Reino Unido entró al bloque en 1973 por razones completamente transaccionales y no porque “compró una narrativa” de integración política, según Menon. Si el PIB es la única medida del éxito, entonces la participación rindió frutos. El ingreso per cápita es aproximadamente 8.5% más alto de lo que sería si el Reino Unido no hubiera entrado, según los estimados de Nicholas Crafts, profesor de historia económica en la Universidad de Sussex. Él atribuye la prosperidad adicional al incremento de la competencia, bajos costos de intercambio y alta productividad.

Margaret Thatcher hubiera dejado que su antipatía por el sueño federalista sembrara la guerra cultural que llevó al Brexit, pero ella respaldó el proyecto de 1985 que desde 1992 se convirtió en el logro más ambicioso de la Unión Europea: el mercado único. Sin saberlo, al perseguir sus propios intereses a través de un “mercado común” expansivo, el Reino Unido terminó por venderle a los ciudadanos de la UE un estilo de vida común europeo y tal vez una identidad compartida.

Crafts dice que las huellas británicas están por todo el proyecto. Significa que los bienes pueden ser empacados, etiquetados, transportados y vendidos con seguridad en toda Europa sin papeleo adicional. “Nosotros lo impulsamos fuertemente”, dice Crafts. “Es muy simple: si reduces los costos de hacer negocios, el volumen del comercio crece”.

“La estandarización fue un beneficio adicional para los negocios británicos. Porque la unión reguladora es exactamente lo mismo que el mercado único; reduce los costos mucho más que el comercio sin aranceles”.

Comida, gloriosa comida

La forma de alimentarse de los europeos en 2020 comparada con 1973 es probablemente la ilustración más clara de cómo el mercado único influenció los hábitos y cambió las expectativas de los británicos, al menos parcialmente. El Daily Mail publicó recientemente una guía ilustrada para lidiar con la disrupción de los alimentos relacionada con el Brexit. Ella sugiere que la pizza, el brie y el aguacate pueden reemplazarse con papas fritas, pan tostado y cordero.

El acuerdo del Brexit de Nochebuena le ahorra al Reino Unido pesados aranceles sobre importaciones alimenticias pero las nuevas barreras y costos pueden reducir la disponibilidad constante de ciertos alimentos y hacerlos más caros.

La ridiculizada gráfica del Mail fue un recordatorio aún más útil de la transformación sociogastronómica que los miembros de la UE trajeron al Reino Unido. El cambio en la calidad de los alimentos y la democratización de la cultura culinaria del Reino Unido ha sido “impactante”, dice Tim Lang, profesor de políticas alimentarias en City, University of London. Él dice que la comida es un símbolo de integración europea desde que se fundó la Política Agrícola Común (CAP) para mitigar el recuerdo de las hambrunas durante la guerra.

En 1973, el índice de precios de la ONS reflejaba el paladar británico antes del mercado único: la canasta básica de ese año incluía cordero, puré de papas instantáneo marca Smash, y carne enlatada. El aceite de oliva estaba en las mesas de la clase media inglesa lectora de Elizabeth David, pero la mayoría de las personas cocinaba con manteca. El vino ni siquiera aparecía hasta 1977: los enormes aranceles ponían fuera del rango de la mayoría todo lo que no fuera una botella ocasional de Blue Nun.

También lee: Los cultivadores de caracoles franceses se lamentan por el lento año por Covid

Podemos culpar en parte a las políticas agrícolas de la UE por la desaparición de la variedad de frutas tradicionales pero los supermercados del Reino Unido descubrieron que es más barato importar manzanas granny smith o golden delicious, tomates holandeses y fresas españolas al ritmo que los compradores británicos comenzaron a demandar. La nuez muesli, el café molido, el pan pitta, fromage frais, las uvas riesling y el pesto entraron a la canasta básica de la ONS entre 1980 y 2000. “La europeización de la dieta británica es algo que tienen que reconocer hasta los defensores del Brexit”, dice Lang. “Los alimentos mediterráneos y la cultura de cafeterías y pizza solían ser para las élites del país. Eso cambió por completo y es algo sobresaliente”.

En 1988, los alimentos producidos localmente formaron el 66% de toda la comida vendida en el Reino Unido. El día de hoy, la cifra cayó al 50% mientras que más del 60% de los alimentos frescos del Reino Unido son importados de la UE. En cuanto a los lácteos, la UE es prácticamente el único proveedor.

Después del Brexit, el rango nutricional podría reducirse para las familias británicas más pobres, y como advirtió un comité de la Cámara de los Lores, la inequidad alimenticia podría incrementar si los que tienen el poder adquisitivo pueden seguir comprando vegetales locales frescos.

Una bien formada y “altamente europeizada” supervisión del ecosistema de salud alimenticia evolucionó para proteger a los consumidores, lo que necesariamente profundizó la integración entre los gobiernos de la UE, dice Lang. “Si hay una lata de tomates contaminada en Italia, se alerta simultáneamente a todos los estados miembros”.

Él dice que es menos agradable la concentración de productoras gigantes de alimentos (responsables de la mitad de las ventas de comida en Europa) y el poder de unas cuantas enormes cadenas de tiendas. No sólo formaron el sistema alimenticio, también impusieron el reto de “retomar el control”. “El mercado único permitió que se acelerara el proceso”, dice Lang. “Tesco, Carrefour, Aldi y Lidl tuvieron la capacidad de estar en todos lados y eso es justo lo que hacen”.

Las viviendas también reflejan la revolución del gusto británico que coincidió con el comercio impecable. Terence Conran trajo al Reino Unido las primeras “colchas continentales” de Suecia en los 1960s con su promesa de vidas sencillas y ordenadas. Los duvets, usados en el continente por un siglo antes de eso, no estuvieron en la canasta básica británica hasta principios de los 1980s. Pocos años después, los británicos compraron los departamentos modernistas y el sueño escandinavo con la llegada de la primera tienda Ikea al Reino Unido.

Al disminuir los precios, y hacer irrelevantes las diferencias lingüísticas (aunque otro legado de la participación británica es el inglés como lengua franca) el mercado único, con su red de leyes de protección para el consumidor, ayudó a acelerar la revolución de consumismo. “Pudo haber sucedido sin la participación en la UE, pero no al mismo ritmo”, dice Craft. “Se puede esperar que con mejor integración, que los precios relativos sean similares y eso afecta al consumo”.

Ampliación de horizontes

El poder suave del mercado único reconfiguró la cultura de otras maneras. Un vuelo de Milán a París costaba el equivalente a por lo menos 400 euros (9,649 pesos) en 1992. Entre 1993 y 1997, la UE liberalizó la aviación. Aquí apareció la aerolínea barata Ryanair, inicialmente para los mercados británicos e irlandeses, que ahora es la más grande de Europa. Los vuelos baratos han sido una mezcla de la bendición para las parrandas de fin de semana y el desastre para el medio ambiente. Pero salió otro genio de la botella: el tráfico aéreo en la UE se triplicó en los primero 20 años del mercado único. Los viajes dentro del continente formaron la mayoría de los viajes de vacaciones para los británicos en 2019.

La relación “simbiótica” también creció entre las tarifas de vuelo baratas y otra institución británica, dice Simon Chadwick, profesor de deportes eurasiáticos en la Emlyon Business School en Francia. Históricamente, los aficionados del futbol no viajaban en grandes números para los duelos continentales, pero desde finales de los 1990s, La Liga, la Serie A, y la Bundesliga entraron al vocabulario colectivo con la explosión del turismo de vuelos cortos.

“La europeización se construyó a través del futbol”, dice Chadwick.

En 1995, el veredicto de una corte europea de justicia revolucionó la contratación y transferencia de jugadores europeos al insistir sobre su libertad de trabajar en cualquier estado miembro. Resultó que el futbol también estaba controlado por el mercado único.

También lee: ¿Cantar cuando estás ganando? El apoyo local no ayuda mucho a los equipos de futbol

El veredicto de Bosman inició una nueva era. El jugador italiano Fabrizio Ravanellu causó sensación al cambiar a la Juventus por el Middlesbrough semanas después de que su club ganó la Champions League de 1996. Jugadores, managers, entrenadores y staff de todos los niveles del juego emigraron al Reino Unido. Los aficionados provenientes del continente europeo llegaron también para impulsar la economía futbolística de Manchester, Liverpool, Glasgow y otras ciudades británicas.

“20 años después, la mentalidad de los aficionados ingleses cambió”, dice Chadwick. “Ahora no hablamos de ‘jugadores extranjeros’, son solo jugadores”. Wenger, Klopp y Guardiola se convirtieron en nombres de casa. “Las personas simplemente aceptaron su estilo y enfoque como parte de la cultura del fútbol inglés. Muchas personas no están conscientes de que este intercambio es parte de la libertad de movimiento dentro de la UE”.

El Brexit dificultará la contratación de jugadores para los clubes de la Premier League, ahora requerirán permisos bajo un sistema de “puntos”. Es posible que se cierren las puertas para futbolistas ingleses jóvenes como Jude Bellingham, quien juega para Borussia Dortmund.

El mercado único ha permitido la proliferación de los derechos de transmisión de los juegos y cualquier obstáculo a la libertad de comercio que traiga el Brexit también podría afectar la naturaleza lucrativa de los acuerdos televisivos de la Premier League con los países de la UE, dice Chadwick, particularmente porque esos servicios no caben en el acuerdo del gobierno de Johnson con la UE. Por ejemplo, el acuerdo más lucrativo de la Premier League en el extranjero es con los escandinavos miembros de la UE.

Las dificultades del libre comercio también podrían impactar la comercialización de la UEFA de los derechos de transmisión, tanto en Europa como en el resto del mundo. “Tomamos muchas cosas por sentado pero estamos en el límite de algo distinto”, dice Chadwick. “El fútbol está tan profundamente incrustado en la vida de la nación que las personas no se dan cuenta de lo que tienen o lo que pueden perder”.

Hoy, la UE es mucho más que el mercado que Thatcher ayudó a formar. Tiene una sola divisa, estándares ambientales con responsabilidades legales, protección laboral, políticas sociales, una política de presupuesto que busca nivelar las desigualdades regionales y un estatuto de derechos humanos. Sus críticos dicen que la pandemia y la necesidad de una recuperación ecológica deberían ser el impulso para que emerja una economía política más progresiva y menos “anglosajona” en la UE.

¿Las mismas realidades guiarán al Reino Unido, o el repudio consciente de una identidad europea construida sobre el comercio y la integración se hará tangible?

Tal vez, como predijo la novelista e historiadora lituana Kristina Sabaliauskaitė, el momento en que el Reino Unido comience a experimentar la vida fuera de la UE será el momento en que aprenda “con un shock, lo europea que es, después de todo”.

Síguenos en

Google News
Flipboard