¿Por qué Biden es uno de los presidentes estadounidenses menos populares?
Joe Biden se dirige a una sesión conjunta del Congreso el 28 de abril de 2021. Foto: Getty Images

Joe Biden termina su primer año de gobierno en un momento particularmente sombrío para un presidente estadounidense que prometió competencia y normalidad.

Gran parte de su plan de acción nacional se encuentra estancado en el Capitolio, obstaculizado por miembros de su propio partido. El virus una vez más se encuentra fuera de control: los contagios diarios de Covid-19 ascienden a niveles récord, hospitalizando a más estadounidenses que en cualquier otro momento anterior de la pandemia. Además, la super mayoría conservadora del Tribunal Supremo bloqueó el mandato del gobierno de vacunar o realizar pruebas en las grandes empresas. La inflación se encuentra en el nivel más alto de los últimos 40 años. Hasta el momento, las conversaciones diplomáticas no han logrado alejar a Rusia del borde de la guerra con Ucrania.

Después de ganar más votos que ningún otro candidato presidencial en la historia de Estados Unidos, ahora -solo 12 meses después- Biden es uno de los presidentes menos populares del país.

Durante meses, los índices de aprobación de Biden se han ubicado en la mitad o por debajo de los 40 puntos, con un promedio de aprobación del 42%. Un sondeo de Quinnipiac publicado la semana pasada lo situó en un pésimo 33%, dato que la Casa Blanca descartó como un valor atípico. Sin embargo, entre sus predecesores modernos, solo Donald Trump obtuvo peores resultados a estas alturas de sus presidencias.

El rompecabezas de la poca popularidad de Biden incluye muchas piezas, según los encuestadores y los analistas políticos. Resulta difícil determinar qué parte del mismo se encuentra bajo su control.

Biden llegó al cargo con grandes ambiciones: prometió acabar con la amenaza del virus letal y marcar el comienzo de una nueva era de gobierno responsable y bipartidismo en Washington. Un año después de su presidencia, Biden sigue enfrentándose a una pandemia incesante, a una nación todavía muy dividida y a un partido republicano que sigue acogiendo la “gran mentira” de que Donald Trump ganó las elecciones de 2020.

“Siempre que un presidente no cumple con las expectativas, eso supone un problema”, dijo Bill Galston, investigador principal de estudios de gobierno en la Brookings Institution, que también fue asesor político para la Casa Blanca del expresidente Clinton.

Galston señaló que el gobierno “no había hecho un buen trabajo en cuanto a la gestión de las expectativas” respecto al Covid-19. En julio, Biden estuvo a punto de declarar la “independencia” del virus, solo para que la llegada de la variante Delta, de rápida propagación, demostrara que estaba equivocado.

Ahora, en medio de una ola provocada por la variante ómicron, el presidente y su equipo están reajustando su postura. El Dr. Anthony Fauci, principal especialista en enfermedades infecciosas del país, recientemente dijo que la variante ómicron “afectaría a casi todo el mundo”. Biden admitió recientemente que no era probable erradicar el virus, pero que sí era posible “controlarlo”.

Lo mismo ocurre con los votantes indecisos que creyeron que Biden gobernaría como un centrista que construiría puentes en una época de profunda división, continuó Galston, y con los demócratas a los que Biden prometió un ambicioso proyecto legislativo a pesar de contar con márgenes muy reducidos en el Congreso.

Sarah Longwell, una prominente estratega republicana anti-Trump, observó que el apoyo hacia el presidente disminuye entre los votantes en los grupos de sondeo que ha reunido durante el último año. Cuando les pidió que calificaran el primer año de trabajo de Biden, muchos de los votantes con los que habló, incluyendo a los demócratas, le dieron calificaciones de C, D y F (aprobado, regular, insuficiente respectivamente).

Estas calificaciones, explicó Longwell, no eran un reflejo de Biden, a quien, según ella, muchos siguen “apoyando”, sino de un descontento compartido a medida que la pandemia entra a su tercer año y la inflación sigue aumentando.

“Existe un elemento que no tiene nada que ver con Joe Biden”, dijo. “Simplemente es un momento difícil”.

Cuando se le preguntó por las sombrías críticas de Biden, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, ofreció una explicación similar.

“La gente está agotada en todo el país. Está afectando su forma de vivir, su forma de trabajar. Se preocupan por sus hijos, por su capacidad de experimentar cosas alegres en la vida, como conciertos e ir a restaurantes y ver a sus amigos”, dijo Psaki. “Lo entendemos”.

“El presidente sabe que el mejor y más importante camino que puede seguir es el de continuar luchando para tener la pandemia bajo control y también para reducir los costos para los estadounidenses de todo el país”, agregó.

La popularidad de Biden comenzó a decaer cuando la variante Delta del Covid-19 se extendió por todo el país, y posteriormente cayó drásticamente tras la caótica retirada de Estados Unidos de Afganistán, durante la cual murieron 13 miembros del ejército por un atentado suicida en el aeropuerto de Kabul.

Aunque la mayoría de los estadounidenses se mostró a favor de la retirada de las tropas de Afganistán, las escenas de desesperación que se produjeron en Kabul cuando los talibanes tomaron el control socavaron la percepción de Biden como un experto en política exterior que restauraría la posición de Estados Unidos en el escenario mundial.

“La forma en que salimos de Afganistán infligió un golpe a la imagen general de experiencia y competencia del presidente, el cual tuvo un efecto persistente”, dijo Galston.

Tradicionalmente, los votantes suelen castigar al partido del presidente en las primeras elecciones de mitad de período después de que un nuevo gobierno asume el poder. Sin embargo, las derrotas suelen ser más pronunciadas cuando el presidente no es popular. De acuerdo con las encuestas de Gallup, los presidentes cuyos índices de aprobación de su trabajo son inferiores al 50% vieron cómo sus partidos perdían un promedio de 37 asientos en la Cámara de Representantes durante las elecciones de mitad de período.

La inesperada fuerza de los republicanos el año pasado en las elecciones fuera de ciclo en estados que Biden ganó por amplios márgenes en 2020 -como Virginia y Nueva Jersey- ya supuso una cruda advertencia de un peligroso futuro para los demócratas.

Los resultados sugieren que se desvaneció la pasión impulsada por la resistencia que impulsó las victorias demócratas durante la era de Trump. Tal vez lo más alarmante para los demócratas fue la profunda sensación de descontento de los electores. A pesar de la masiva campaña de vacunación y los billones de dólares en ayudas, los votantes en la actualidad se sienten peor respecto a la situación de la pandemia y la economía que a principios de la presidencia de Biden, según una encuesta de CBS News/YouGov.

Pocos votantes reconocen el mérito de Biden de haber conseguido una inversión de un billón de dólares para las infraestructuras del país o de haber aprobado el Plan de Rescate Estadounidense, que envió cheques a la mayoría de los estadounidenses y redujo los índices de pobreza.

“Es una situación irónica en la que las políticas son más populares que los políticos, lo cual no suele ocurrir”, comentó Celinda Lake, una veterana encuestadora demócrata. “Normalmente suele ocurrir lo contrario”.

Para reflejar aún más esa frustración, una encuesta de Gallup publicada el lunes reveló un cambio drástico en las preferencias sobre los partidos en el último año, pasando de una ventaja demócrata de nueve puntos a principios de 2021 a una ventaja republicana de cinco puntos a finales de año. El cambio ocurre después del colapso de los índices de aprobación presidencial de Biden.

Esto representa un pobre pronóstico para los demócratas, ya que les queda poco tiempo para cumplir con sus promesas de campaña, desde el programa Reconstruir Mejor hasta el derecho al voto y la reforma migratoria.

Las confusas negociaciones intrapartidistas en torno al extenso proyecto de ley de Biden sobre el cambio climático y la política social eclipsaron la política, dejando al público con un escaso conocimiento de su contenido y la preocupación referente a su costo. El proyecto de ley permanece en el limbo después de que el senador Joe Manchin, demócrata conservador de Virginia Occidental, anunció que no podía apoyar la medida en las condiciones actuales.

En medio del estancamiento de su programa de trabajo, los demócratas se muestran desilusionados de Biden.

Durante meses, legisladores y activistas demócratas alertaron que el presidente está perdiendo apoyo entre segmentos clave de la coalición del partido. Está perdiendo apoyo entre los votantes jóvenes, enojados por la falta de acción en el tema del cambio climático, la atención médica y la condonación de la deuda estudiantil. Los votantes hispanos han perdido la confianza que tenían en la gestión de Biden respecto a la pandemia y la economía, una bandera roja para los demócratas después de que optaran por Trump y el partido republicano en 2020.

Asimismo, ha disminuido el apoyo entre los votantes afroamericanos, que fueron fundamentales para la victoria de Biden, pero que se han sentido decepcionados por la falta de avances en el derecho al voto y la reforma del sistema policial.

En un intento de reajuste, Biden recientemente pronunció un par de duros discursos, durante los cuales imploró al Senado que aprobara la legislación federal sobre el derecho al voto y arremetió contra los republicanos -o cualquier senador- que se interpusieran en el camino para ponerse del lado de Bull Connor y Jefferson Davis.

Muchos demócratas aplaudieron el cambio retórico de Biden, sin embargo, algunos líderes de los derechos civiles y los defensores del derecho al voto boicotearon su discurso en Atlanta para expresar su desaprobación por lo que consideran una presión tardía en una cuestión que es primordial para sus comunidades y el funcionamiento de la misma democracia. En un comunicado, el presidente de NAACP, Derrick Johnson, señaló que ya era tarde para que la administración “tradujera sus palabras en acciones”.

Dos días más tarde, los esfuerzos de Biden para impulsar la protección del derecho al voto en el Congreso fracasaron en medio de la oposición demócrata para eliminar el obstruccionismo.
Aunque no todas las variables están bajo el control de Biden, Lake señaló que todavía hay mucho tiempo -y oportunidades- para mejorar su posición antes de las elecciones de mitad de período en noviembre. Comentó que el nuevo tono animado del presidente era un buen comienzo, que ayudaría a “revitalizar” a los demócratas al tiempo que transmitiría “fuerza” a los recelosos independientes.

“Ahora está en modo de liderazgo”, dijo.

Lorella Praeli, copresidenta del grupo progresista Community Change Action, señaló que los votantes necesitan ver a Biden luchar en su nombre.

Exhortó al presidente a utilizar todas las herramientas ejecutivas a su alcance para aliviar las presiones financieras a las que se enfrentan millones de estadounidenses, como la condonación de la deuda estudiantil, mientras continúa presionando para que avance la iniciativa Reconstruir Mejor, el derecho al voto y la reforma migratoria.

Parte del reto de Biden, dijo, es convencer a un público desmoralizado de que “el futuro todavía está en juego”.

“Luchar por la gente, cumplir por la gente y después asegurarse de que saben lo que ocurrió”, comentó. “Realmente es así de sencillo”.

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