‘Ellos tienen derecho a saber que el mundo no siempre es un lugar seguro’: cómo hablar con tus hijos sobre la ‘permacrisis’
¿Qué debemos decirles a los niños? Foto compuesta: Guardian Design; Getty Images; AFP; Reuters; ZUMA Press Wire/REX/Shutterstock

Cuando John Adams y sus dos hijas se sentaron a ver una película familiar, no esperaba que le hicieran preguntas sobre bombardeos. Pero mientras discutían lo que iban a ver, vio que Helen, de 12 años, estaba navegando por YouTube, buscando clips de sirenas antiaéreas. Quería saber cómo se escucharían en caso de que ocurriera lo peor.

“La pregunta de esta mañana en el desayuno fue: ‘¿Qué debemos hacer si hay un ataque nuclear?‘”, comenta Adams, un padre de familia de Caterham, en Surrey, que administra el blog de paternidad DadBlogUK. ” Esa pregunta me transportó directamente a mi infancia, cuando eran verdaderas preguntas prácticas y todos sabían que tenías que meterte debajo de una mesa o de un tramo de escaleras”.

Todavía recuerda que decidió que, en caso de que hubiera una guerra, subiría a un terreno elevado cerca de su casa para vigilar los misiles venideros. Ahora él es quien saca mapas para mostrarle a Izzy, de nueve años, dónde está Ucrania. La familia tiene parientes lejanos en el país, que ya escaparon a Hungría, lo que, en su opinión, ha hecho que la guerra sea “un poco más real” para ellas.

Durante la merienda o en el trayecto a la escuela, y en esos duros momentos antes de apagar las luces, cuando los niños suelen revelar lo que realmente les preocupa, muchos padres ahora se enfrentan a preguntas que les cuesta responder. Un amigo profesor de primaria se pasó la semana pasada calmando a los alumnos que entraban en pánico por la posibilidad de que les cayera una bomba; otro padre que conozco se quedó helado cuando le preguntaron si lo llamarían al ejército en caso de que hubiera una guerra mundial.

Aunque las angustias de los niños británicos palidecen en comparación con lo que están sufriendo sus compañeros ucranianos debido a los bombardeos de los cohetes rusos, una pandemia que ha conducido al aumento de los problemas de salud mental entre los jóvenes ha dejado a muchos padres preguntándose sobre el impacto de vivir en tiempos aparentemente apocalípticos.

Los libros sobre cómo ayudar a los niños a manejar sus emociones, desde el libro Mission Total Resilience, del presentador de televisión Ant Middleton, hasta el libro ilustrado Bottled, de Tom y Joe Brassington, están subiendo en las clasificaciones de Amazon. En Mumsnet, una madre que preguntaba si los profesores de su hija de tercer año deberían haber hablado con los alumnos sobre los ucranianos “que tienen que abandonar el país con sus mascotas por miedo a que les disparen los rusos”, desencadenó un largo debate (el consenso consistió en que ya era la comidilla en el patio de recreo). La conversación sobre el “school-gate” gira en torno a la conveniencia de apagar la radio, y a cómo tranquilizar a los niños que todavía no se han recuperado del confinamiento de que la vida no está a punto de cambiar por completo otra vez.

“Soy una firme creyente de mentir a los niños”, dice Liz, escritora y madre de tres hijos de 12, 14 y 16 años. “Les dijimos que todos estaríamos bien y que no se preocuparan durante el Covid-19, cosa que todos hicimos. Si ocurre algo terrible, me encargaré de ello como y cuando corresponda. Aunque todo son especulaciones, no los hago cargar con eso”.

Sin embargo, Julia, madre de tres adolescentes de 19, 17 y 14 años, se arrepiente de haberles asegurado, cuando surgió por primera vez el virus en China, que no había de qué preocuparse; en pocas semanas los chicos se encontraban confinados, y su abuela falleció en un asilo de ancianos. “Aprendí entonces a nunca asegurar cuando no podía estar segura. Pero me preocupa que, después de dos años de pandemia, nos encontremos con cosas aún más aterradoras. Es difícil ser padre en este momento”.

La doctora Jane Gilmour, psicóloga clínica especializada y autora del libro How to Have Incredible Conversations with Your Child, aconseja la honestidad. “Si le dices a tu hijo algo que no es cierto, puede dañar su sentido de la confianza, y cuando estamos en este periodo de tiempo en el que las cosas se sienten inestables, mantener un sentido de estabilidad es exactamente lo que necesitan”.

Pero el ser honesto, destaca, no significa decirles todo lo que uno puede saber. Para un niño pequeño, por ejemplo, puedes usar una analogía de la vida cotidiana para explicarle por qué estalló la guerra. “Por ejemplo, si alguien toma algo que no le pertenece, eso no está bien. No es necesario que tu descripción sea larga”.

En cuanto a las preguntas con las que los propios padres tienen problemas, por ejemplo, si esto es el comienzo de la tercera guerra mundial, propone no entrar en detalles. “Yo me quedaría con afirmaciones generales: ‘Sí, es un tema preocupante, pero los países están trabajando juntos para saber qué hacer’. Ten en cuenta que la vida cotidiana en Reino Unido va a ser igual que siempre”.

También aconseja que los padres determinen qué es lo que los niños ya han escuchado y que planteen las cosas como corresponde. “Mi primera pregunta sería: ‘¿Qué quieres saber?’, no ‘¿Qué te preocupa? Es posible que a los niños mayores les interesen los hechos, como qué significa una sanción. Otros niños pueden querer saber sobre la seguridad, por ejemplo: ‘¿Voy a estar bien?'”.

Con los niños más pequeños, pueden ver juntos el programa Newsround de la cadena BBC; si los adolescentes mencionan algo que han visto en las redes sociales, no te burles, sino proponles verlo con ellos. “Puede que sea correcto, pero es importante darles la capacidad de evaluación crítica. Si chasqueas y dices: ‘No me traigas cosas que viste en las redes sociales’, habrás perdido la oportunidad”.

Y en el caso de los niños propensos a la ansiedad, Gilmour comenta que todo depende de la forma de hablar. “La forma en que actúas, el tono de tu voz, la velocidad con la que hablas, todas estas piezas de información ayudan a los niños a averiguar cómo deberían sentirse con respecto al mundo. Si los padres parecen tranquilos, entonces es más probable que sus hijos se sientan tranquilos“. Hacer que los niños identifiquen sus emociones, o describirles sus emociones (“Creo que te sientes ansioso…”) les puede ayudar a sentirse más en control.

En el caso de los niños que pasan de un escenario hipotético a otro, ella propone animarlos a que escriban o anoten sus preocupaciones durante el día y que después establezcan una hora de revisión diaria para hablar de ellas; ayudarlos a reconocer qué temores se desvanecieron desde que los escribieron, cuáles son grandes y cuáles son relativamente pequeños. “Las preocupaciones suelen ser intensas en el momento, pero desaparecen con el tiempo“.

Los padres también pueden explicar que, aunque las noticias puedan parecer sombrías, la vida no siempre será así, y que algunos, como el psicólogo Stephen Pinker en su libro Better Angels of Our Nature, sostienen que la tendencia general del progreso humano consiste en alejarse de la violencia.

Sin embargo, algunas familias se enfrentan a preguntas más complicadas. Natasha emigró de Rusia a Gran Bretaña hace dos décadas, y aunque sus dos hijos nacieron aquí, sus padres todavía están en Moscú. Le ha enseñado a su hijo de 14 años fotos de las protestas contra la guerra en Rusia, explicándole que muchos rusos comunes aborrecen la invasión, mientras que otros la apoyan solo porque los alimentaron con propaganda.

“Tuve esta plática para ayudarlo con lo que hasta cierto punto todos tenemos, este dilema interno, es decir que se hizo algo horrible y no es en nuestros nombres”, comenta Natasha, quien pasó gran parte de la última semana llorando. Su hijo de 19 años, que habla ruso con fluidez, está lidiando con cuestiones de identidad similares. “Incluso antes de esto, se metía en algunas peleas en internet, cuando la gente decía cosas antirrusas, y he tenido que tener conversaciones con él, pidiéndole que bajara su tono. Tuve que explicarle que eso podría tener consecuencias para él”.

Los chicos llevan tres años sin ver a sus abuelos debido al Covid-19, y a Natasha le preocupa el impacto de las sanciones impuestas por una guerra que sus padres no apoyan. “Me preocupa si los medicamentos para el cáncer de mi mamá estarán disponibles en un par de meses, porque son costosos. Hace dos semanas podía enviarles dinero por PayPal, pero ya no puedo debido a las sanciones. Sus ahorros se han reducido a la mitad porque están en rublos y los precios se están volviendo súper locos en las cosas de uso cotidiano”.

Como redactora en jefe de una revista nacional de noticias, Anna Bassi suele encontrarse tratando temas inquietantes. Lo que hace que sea más difícil es que todos los lectores de The Week Junior son niños, de entre ocho y 14 años.

En uno de los números de este mes, dedicó cinco páginas a Ucrania, cubriendo todo, desde cómo funcionan las sanciones económicas hasta imágenes de refugiados acogidos en Polonia, junto con pósters para colorear. Tras una cuidadosa consulta con padres y profesores sobre los temores que expresan los niños, también abordó la amenaza de Vladimir Putin de poner las armas nucleares en un mayor estado de preparación. “Una madre nos dijo que su hijo había dicho: ‘Escuché que Rusia tiene armas que te derretirán la piel y nos matarán a todos‘. Algunos comentarios son absolutamente desgarradores”, comenta Bassi.

Por ello, la revista explicó que Putin estaba intentando enviar un mensaje a Occidente, pero que eso no significaba que se fueran a utilizar armas nucleares, y que los adultos estaban trabajando para evitar que eso ocurriera. También destacó las formas en que los niños podían ayudar, como recaudar fondos para los refugiados o enviar una carta a su diputado.

No obstante, Bassi hace hincapié en que, tanto si se trata de la guerra como del cambio climático –la revista evita la expresión “crisis climática”, porque considera que puede aumentar la ansiedad de los niños–, existe un delicado equilibrio entre proporcionar a los niños cosas constructivas que hacer y sobrecargarlos de responsabilidades. “Se habla mucho de esta asombrosa generación de niños que se preocupan tanto y que van a salvar el planeta, y yo creo firmemente que la carga no debería recaer totalmente sobre sus hombros. Es muy importante demostrar que también hay adultos cuyo trabajo es prevenir el cambio climático”.

Al igual que Adams, Bassi creció en los años 80 bajo la amenaza de una guerra nuclear, y no cree que el mundo sea necesariamente un lugar más aterrador en la actualidad que en aquella época. La diferencia, argumenta, es que “los niños están más expuestos a ello gracias a las redes sociales”. Con sus propios hijos, de 12 y 16 años, su prioridad consiste en poner en contexto lo que han escuchado en otros lugares. “Creo que existe un peligro real de dejarlos construir un panorama de los acontecimientos mundiales a partir de fragmentos de información que escucharon por casualidad”. La fórmula de la revista consiste en proporcionar hechos, explicar el contexto, pero después pasar rápidamente a lo que se está haciendo para prestar ayuda.

Es un enfoque que Michael y su pareja han utilizado con sus dos hijos, que adoptaron cuando los niños tenían tres y un año, justo antes del primer confinamiento por Covid-19. La adopción implica hablar abiertamente de las emociones difíciles, señala, lo que fue un buen entrenamiento inesperado para hablar de un virus mortal seguido de una guerra. Lo explicaron como si se tratara de un país bravucón que ataca a otro más pequeño.

“Todavía no sé muy bien qué lenguaje utilizar, excepto pensar en los programas de televisión que les gustan: los superhéroes y las misiones de rescate. Así que hablamos de cohetes volando por los cielos y edificios en llamas, y después nos centramos en los esfuerzos de rescate de los ucranianos para ‘salvar el día’ y sacar a la gente a salvo”, comenta. “Nuestro trabajo es hacer que se sientan seguros en su nuevo hogar, pero ellos tienen derecho a saber que el mundo no siempre es un lugar seguro. Lamentablemente, ellos mismos lo experimentaron en su vida anterior“.

Lo que los dos últimos años han traído a casa para muchos padres es la sobria comprensión de que no podemos proteger a los niños de todo. No fue posible ocultarles la pandemia a los niños pequeños una vez que se cerraron los parques infantiles y no pudieron ver a sus abuelos. Es difícil proteger a los adolescentes de una guerra cuando TikTok está lleno de videos de Kiev.

Gilmour destaca que vivir en tiempos de incertidumbre puede contribuir a que los niños adquieran las herramientas necesarias para enfrentarse a los sobresaltos en la vida adulta. “Una de las cosas que tenemos que desarrollar como padres es la forma de manejar la incertidumbre“, explica. “No digo que este sea un periodo fácil en la vida familiar. Pero es una oportunidad para que las familias digan: ‘Este es un momento preocupante, pero vamos a mantener la calma y seguir adelante'”. Aunque, a veces, lo hagamos con los dedos cruzados.

Se cambiaron algunos nombres. Para más información sobre cómo hablar con los niños sobre la guerra, visite Unicef y Save the Children.

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