Cómo el AirTag de Apple se convirtió en un regalo para los acosadores
Los automóviles son un lugar popular para esconder los AirTags. Ilustración: Christine Rösch/The Guardian

En marzo de este año, Laura (nombre ficticio) se encontraba en su auto cuando apareció una notificación en su teléfono, alertándole que se había detectado un Apple AirTag cerca. “No sabía qué era ni qué significaba. Sentí mucho pánico”, explica. “Me detuve y aún no sabía qué estaba viendo. Mi teléfono mostraba un mapa del lugar donde me encontraba con un rastro de puntos rojos que indicaban la ruta que acababa de seguir. Creo que estaba en estado de shock. Conduje directamente a casa de un amigo y registramos el auto”.

Mi amigo revisó la guantera, abrió el cofre, buscó debajo de él y detrás de la placa. “Al final lo encontramos debajo de la alfombra de la parte trasera: un artilugio diminuto del tamaño de una moneda de 10 centavos. No lo quería cerca de mí”.

Para Laura, era evidente cómo había llegado ahí. Hacía poco que se había separado de su pareja, pero él había pasado el día anterior con su hijo pequeño, y pasó el asiento infantil de su carro al asiento trasero del auto de Laura cuando llevó al niño de vuelta.

En abril del año pasado se puso en el mercado el AirTag, un dispositivo inalámbrico con tecnología Bluetooth diseñado para rastrear objetos como llaves, bolsas, autos o cualquier otro objeto que corra el riesgo de quedar perdido o ser robado. Sin embargo, también ha sido un regalo para los acosadores. “Estamos descubriendo que es un gran problema”, comenta Violeta Álvarez, del fideicomiso Suzy Lamplugh Trust, que presta apoyo a las víctimas de acoso. “Es tan pequeño, es imperceptible y muy fácil de usar. No requiere ninguna habilidad técnica y su compra es relativamente económica (a partir de 29 libras, 33.5 dólares)”.

Los AirTags también están ampliamente disponibles. Mientras que en eBay o Amazon se encuentra disponible una variedad alucinante de software espías, la marca Apple es ubicua, forma parte de la vida cotidiana. “He visto AirTags a la venta en mi supermercado local“, comenta Emma Pickering, directora de operaciones sobre abuso tecnológico en la organización benéfica contra la violencia doméstica Refuge. “Las personas los ven, piensan más en los rastreos, y el concepto de rastreo se consolida. Lo estamos normalizando”.

Tanto Refuge como Suzy Lamplugh Trust han sido contactados por mujeres como Laura, las cuales recibieron notificaciones de los AirTags en sus teléfonos. Algunas descubrieron que sus exparejas colocaron los dispositivos en las mochilas de sus hijos. Otros fueron introducidos en los bolsillos o bolsas de las mujeres. En un caso, no fue posible localizar el AirTag en absoluto. El equipo de Refuge le explicó a la mujer que llamó cómo podía desactivarlo, pero sigue sin saber dónde está escondido.

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El AirTag de Apple tiene el tamaño aproximado de una moneda de 10 centavos. Foto: Jim Lo Scalzo/EPA

Este mes, en el Tribunal de la Corona de Swansea, Christopher Paul Trotman, de 41 años, se declaró culpable de acosar a su exnovia por haber pegado un AirTag debajo de la defensa del automóvil de la mujer. Aunque ella había recibido notificaciones sobre el dispositivo en su teléfono, no sabía lo que significaban y las ignoró inicialmente. No fue hasta que su hija comenzó a recibir notificaciones que se descubrió el dispositivo.

En la mayoría de los casos atendidos por Refuge y Suzy Lamplugh Trust, las víctimas tienen una idea clara de quién colocó el dispositivo –por lo general, sus parejas actuales o exparejas–, pero no siempre es el caso.

En junio, la actriz irlandesa Hannah Rose May publicó en Twitter una advertencia después de que le colocaran un AirTag durante un evento fuera de horario en Disneyland, California. Se encontraba en el estacionamiento a las 2 de la madrugada, a punto de regresar a casa, cuando recibió una notificación de que alguien la estuvo rastreando durante dos horas. La modelo de la revista Sports Illustrated Brook Nader compartió una experiencia similar en Instagram. Alguien metió un AirTag en el bolsillo de su abrigo cuando se encontraba en un restaurante de Nueva York. Cuatro horas después, en lo que describió como “el momento más aterrador”, Nader caminaba sola hacia su casa cuando recibió una notificación de que la estaban rastreando.

Apple ha hecho hincapié en que la empresa toma muy en serio el tema del acoso, razón por la cual diseñó el sistema de alerta que aparece en tu iPhone en caso de que se detecte que un AirTag que no está registrado a tu nombre se mueve contigo durante un cierto tiempo. Añade que la empresa colabora con la policía cuando se han producido incidentes, y recalca que el uso indebido de los AirTags es poco frecuente.

No obstante, ese sistema de alerta solo funciona si la víctima de acoso tiene un iPhone. Por ello, en diciembre de 2021, ocho meses después del lanzamiento de los AirTags, Apple lanzó Tracker Detect, una aplicación que te alertará en un dispositivo Android, siempre y cuando estés lo suficientemente informado y tengas la previsión de instalar la aplicación y mantenerla activa.

El AirTag también emite un sonido de advertencia después de cierto tiempo para alertar a cualquier persona que se encuentre cerca de su ubicación. Al principio, el sonido sonaba después de tres días, no obstante, posteriormente se redujo a un tiempo aleatorio de entre ocho y 24 horas. Apple ha estado trabajando para que el sonido sea más fuerte –puede resultar especialmente difícil de escuchar en una calle concurrida o cuando está escondido debajo de un automóvil– y para que el AirTag sea más fácil de encontrar después de haber recibido una notificación de alerta.

Para Rory Innes, fundador de Cyber Helpline, estas actualizaciones de seguridad constituyen un ejemplo del problema. “El criterio es: ‘Lánzalo, introdúcelo en el mundo, llévalo al mercado, rentabilízalo y podremos resolver los problemas después'”, explica. “Eso no ocurre en ninguna otra industria. Uno no lanza un auto y arregla los cinturones de seguridad meses después, y eso se debe a que existen leyes y reglamentos estrictos, normas de seguridad y pruebas. Eso simplemente no existe en el sector de la tecnología, y es una verdadera brecha”.

“Todas estas características deben estar diseñadas en el producto antes de su lanzamiento”, señala. “Me he reunido con empresas de redes sociales y desarrolladores de software y sus preocupaciones en materia de seguridad siempre giran en torno a los hackers y el sistema de cifrado. Se enfocan en la protección de los servidores y bases de datos de la empresa o en la protección de los consumidores contra los cibervirus. ¿Pero qué ocurre cuando la amenaza proviene de alguien de dentro de casa? Existe una falta total de comprensión cuando se trata de violencia doméstica y acoso, y de la forma en que las personas se convierten en víctimas”.

Otro problema es la falta de apoyo cuando ocurre esto. “Si encuentras un AirTag debajo de tu auto o recibes una notificación, es imposible hablar con alguien de Apple”, indica Innes. “En ese momento, la rapidez es importante. Necesitas la asesoría de un experto muy rápidamente”.

Es necesario realizar complejas evaluaciones de riesgo, dependiendo del lugar en el que te encuentres y de quién creas que puede ser el agresor. Un estudio sobre los feminicidios como consecuencia de la violencia masculina reveló la existencia de un comportamiento acosador en el 94% de los casos y de actividades de vigilancia en el 63%. La desactivación del acceso en un AirTag le notifica al acosador que tú sabes lo que está haciendo. Un acosador que pierde el control puede intensificar su comportamiento. Algunas mujeres podrían verse tentadas a enfrentarse a la persona de la que sospechan que colocó el dispositivo. Toda reacción conlleva un peligro potencial, advierte Innes: “Apple sencillamente no ofrece suficiente apoyo, y eso está relacionado con las ganancias”.

Apple declinó conceder una entrevista, pero sí indicó que la empresa cuenta con una línea de apoyo disponible las 24 horas del día. Añadió que la página web de soporte de AirTag aconseja a cualquier persona que considere que puede estar en peligro que se dirija a un lugar público y contacte a las autoridades, las cuales pueden trabajar con Apple para solicitar información relacionada con el dispositivo.

El proyecto de ley de seguridad en internet del gobierno británico (que actualmente se encuentra en fase de informe en la Cámara de los Comunes) ofrece poca ayuda en este sentido. “Se hace mucho hincapié en la eliminación de los contenidos perjudiciales, algo que es mucho mejor que nada, pero lo que no contempla de ninguna manera es el diseño de los productos y el apoyo que se ofrece cuando son utilizados de forma maliciosa”, explica Innes.

Innes recomienda a las víctimas que contacten a la policía –cada AirTag tiene un número de serie único que debería identificar al comprador a través de su ID de Apple–, aunque el Suzy Lamplugh Trust ha conocido casos en los que la policía no aborda este asunto con la suficiente seriedad.

Laura nunca consideró a su pareja como un abusador durante su relación, pero cuando se separaron, el abuso tecnológico por parte de su pareja fue más allá de un AirTag. “Yo soy un dinosaurio; a él le encantaban los gadgets nuevos y, cuando estábamos juntos, él compraba esa tecnología”, explica. “Él estableció las contraseñas de su computadora, comenta, y cuando se separaron la bloqueó de su máquina. “De hecho, estaba en el auto para ir a arreglarla cuando recibí la alerta de AirTag”.

“También puso una especie de etiqueta en mis llaves –él dijo que era para que no las perdiéramos–, pero significaba que sabía dónde estaba yo en todo momento. Tenía cámaras de seguridad en la casa, que él veía en su teléfono. Una noche, después de habernos separado, llegué a las 11:30 de la noche y, mientras subía las escaleras, empezó a sonar música a todo volumen en el estéreo. Él me vio llegar a través de su teléfono y activó el sistema de sonido de forma remota. Corrí por toda la casa desconectando todo. Para ese momento ya no quería quedarme en casa. Sentía que me estaba volviendo loca”.

Laura ahora cuenta con una orden de protección contra el acoso por cinco años. Aunque en un principio su expareja fue acusado de acoso, posteriormente su cargo se redujo a un delito de orden público. Él alegó que el AirTag se le había caído del bolsillo y que era imposible demostrar lo contrario. Laura comenta que todavía está asimilando todo esto. “En un mal día, tengo esta sensación de pánico, tengo que apagar mi teléfono y no hacer nada”, explica. “Las cosas que él ha hecho son tan increíbles, no es un comportamiento normal y, sin embargo, él parecía una persona tan normal. Eso es lo que me pone en tensión”.

En el Reino Unido, la línea nacional de ayuda contra el acoso está disponible en el 0808 802 0300. La línea nacional de ayuda contra la violencia doméstica se encuentra en el 0808 2000 247.

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