Los informantes revelan la angustia de la élite mientras se tambalea la guerra de Rusia
Vladimir Putin y los líderes instalados por Rusia en las regiones ucranianas de Donetsk, Luhansk, Kherson y Zaporizhzhia asisten a la ceremonia de declaración de su anexión. Foto: SPUTNIK/Reuters

Amigos, rivales y enemigos ocuparon sus asientos en el Gran Palacio del Kremlin mientras Vladimir Putin reunía a la élite del país para formalizar la anexión ilegal por parte de Rusia de cuatro regiones ocupadas en Ucrania.

La ceremonia pretendía dar una imagen de fuerza y unidad, sin embargo, en menos de 24 horas se vio eclipsada por los fracasos de Rusia en el campo de batalla. Estas pérdidas, que continuaron durante esta semana en los frentes del sur y del este de Ucrania, han provocado una ruptura importante y sin precedentes dentro de la clase dirigente, mientras el Kremlin busca chivos expiatorios para una serie de vergüenzas militares.

El siguiente artículo se basa en 15 entrevistas con exfuncionarios del gobierno y de la defensa, miembros del ejército, observadores políticos, periodistas, miembros de la oposición y un recluso de la prisión donde el fundador del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, reclutó soldados para que se unieran a su grupo mercenario en Ucrania.

La invasión rusa contra su vecino, que ha durado siete meses, ha sumido a la élite dirigente rusa en la incertidumbre, según dijeron las fuentes, y dentro de ella en una creciente comprensión de que no se puede ganar la guerra.

Algunos funcionarios ambiciosos han visto una oportunidad en el caos, ofreciendo al Kremlin formas de revertir una guerra fallida y una movilización fallida. Otros mantienen un perfil bajo, tratando de conservar el poder o de evitar el castigo. Las agencias de inteligencia occidentales han informado sobre el alto grado de descontento entre el ejército ruso y la élite del país. Algunos incluso han sugerido que se podría producir un golpe de Estado.

Dos de los lugartenientes más conocidos de Vladimir Putin, Prigozhin y el líder checheno Ramzan Kadyrov, han declarado públicamente la guerra contra el ministro de Defensa, el partidario fiel de Putin Sergei Shoigu, y sus principales generales tras una serie de desastrosas derrotas que han dejado al ejército ruso en retirada.

“Putin es una personalidad muy destructiva, enfrentará a las diferentes facciones y comprobará cuál es el mejor resultado”, comentó un exfuncionario del Ministerio de Defensa a The Guardian. “No sabe cómo arreglar las relaciones, así que al final, alguien será la víctima. Putin solo quiere ver qué es lo mejor para él y para la guerra en Ucrania“.

Marat Gabidullin, un excomandante del Grupo Wagner que conoce a Prigozhin de su etapa en el grupo paramilitar, señaló que no le “sorprendía ver a Prigozhin pasar al centro de atención” en este momento.

“En la actual ola de patriotismo, quiere posicionarse como un feroz defensor de la patria que creó una organización militar profesional. Quiere demostrar que puede luchar mejor que el ejército regular. Siempre hemos tenido roces con el Ministerio de Defensa, realmente no nos caíamos bien”.

De acuerdo con un exalto funcionario de defensa que trabajó con Shoigu y Prigozhin, la rivalidad entre los dos hombres es una vieja disputa que se remonta a la fundación del Grupo Wagner en 2014 tras la anexión de Crimea. Se agravó, explicó la persona, cuando Shoigu despidió hace poco al viceministro de Defensa Dmitry Bulgakov, un funcionario que supuestamente había ayudado a Prigozhin a obtener lucrativos contratos de suministro para el ejército.

“Prigozhin ahora buscará vengarse de Shoigu”, dijo esa persona. Describió a Prigozhin como una persona “sin moral, sin conciencia y sin pasatiempos… Es una máquina en el mal sentido de la palabra”.

Prigozhin encontró un improbable aliado en Kadyrov, el volátil líder de Chechenia quien convirtió la república del Cáucaso Norte en un feudo personal a cambio de garantizar su lealtad a Rusia. No obstante, en el reciente conflicto, se ha convertido en uno de los críticos más severos del Ministerio de Defensa ruso, afirmando que sus propios soldados podrían tomar Kiev en cuestión de días, incluso después de que el ejército ruso hubiera sido expulsado.

Poco después de la derrota de Rusia la semana pasada en Lyman, un crucial centro ferroviario ubicado en la región de Donetsk, Kadyrov lanzó un mordaz ataque contra el Estado Mayor ruso y contra el comandante del distrito militar central Alexander Lapin, responsable de la defensa de la ciudad.

“La vergüenza no es que Lapin sea incompetente”, escribió Kadyrov en Telegram. “Es que los dirigentes del Estado Mayor lo están protegiendo desde arriba. Si dependiera de mí, lo rebajaría a soldado raso, le quitaría las medallas y lo enviaría con un fusil al frente para que limpiara su vergüenza con sangre”.

“El nepotismo militar no conduce a ningún sitio bueno”, añadió.

“Precioso, Ramzan, sigue así”, replicó Prigozhin. “Se debería enviar a estos vándalos al frente descalzos con ametralladoras”.

Durante años, Putin ha enfrentado a sus subordinados con el fin de evitar que se unan en su contra. Desde el principio de la guerra, en Moscú han circulado rumores sobre peleas a golpes en el Kremlin en las que estaban implicados Shoigu y otros funcionarios (ninguno ha sido confirmado).

“Este juego de equilibrio podría funcionar en tiempos de paz, pero en este momento distrae de los esfuerzos de la guerra”, señaló Marat Gelman, exasesor de Vladimir Putin y actualmente crítico con el líder del Kremlin.

Este tipo de disputas públicas son “nuevas, importantes y además sin precedentes”, señaló Dmitry Oreshkin, un veterano politólogo ruso. “No hemos presenciado antes una batalla tan abierta y pública entre las élites por la atención de Putin”.

Un observador de Chechenia comentó que las críticas de Kadyrov contra el ejército reflejaban sus ambiciones de ser “algo más que el jefe de una región”. El exfuncionario de defensa también señaló que Kadyrov aspiraba a desempeñar un papel importante en el gobierno.

“Sabe que la guerra es su momento para brillar, tiene que atacar ahora”, dijo el exfuncionario de defensa.

“Todos juegan el juego de las culpas, y Kadyrov se encuentra al frente de ello”, señaló Farida Rustamova, una periodista rusa que ha escrito sobre las divisiones existentes en la élite rusa. “Se considera a sí mismo como uno de los líderes de la guerra. Como el hijo que Putin nunca tuvo. Parece una bola de nieve que se vuelve cada vez más grande con cada derrota”.

Los dos hombres no son los únicos que encabezan una campaña contra el ejército ruso. Propagandistas de la televisión como Margarita Simonyan y Vladimir Soloviev han criticado abiertamente la aplicación del servicio militar obligatorio, acusando a los militares de fomentar la inestabilidad en el país al intentar reclutar a rusos no aptos para el servicio.

“Nuestro pueblo no es tonto”, dijo Andrei Kartapolov, exgeneral del ejército y jefe del comité de defensa de la Duma Estatal, al tiempo que acusaba al ejército de mentir en sus actualizaciones diarias sobre la guerra. “Se dan cuenta de que no se les está diciendo la verdad”.

Un funcionario instalado por Rusia en Ucrania llegó a sugerir que Shoigu debería pegarse un tiro por sus fracasos en el conflicto en Ucrania.

Los ataques contra el Ministerio de Defensa ocurren en uno de los momentos más peligrosos de la guerra, después de que el ejército ruso haya perdido miles de kilómetros cuadrados de territorio y haya sido incapaz de estabilizar sus posiciones en Kharkiv, Donetsk o ahora en la región de Kherson.

“El Kremlin está buscando chivos expiatorios. Se han producido tres fracasos evidentes: el inicio de la guerra, los últimos fracasos militares y la fallida movilización”, señaló Gelman, exasesor de Putin.

Shoigu y otros altos cargos militares son el objetivo obvio. Considerado en su día por la opinión pública rusa como el hombre que modernizó el ejército ruso y supervisó la exitosa operación en Crimea de 2014, Shoigu se enfrenta ahora a una reacción negativa provocada por los fracasos del ejército. Y existen evidentes tentaciones de destituirlo.

“Siempre hay formas para liberarse de la presión”, comentó un observador político moscovita que tiene muchos contactos y que pidió no ser nombrado con respecto al tema del ejército. “Tenemos un magnífico ministro de Defensa. Un fantástico jefe del Estado Mayor del Ejército. Si las derrotas continúan… siempre existen posibilidades (de destituirlos). Y todos lo apoyarán. Dirán que (Putin) por fin está actuando con firmeza, castigando a los culpables”.

Es posible que la opinión sea mutua. Según el exfuncionario de Defensa, “conociendo a Shoigu, realmente creo que se alegraría de ser despedido ahora mismo. Quiere salir de este lío”.

El nativo de Tuva siempre fue un partidario poco entusiasta de la guerra de 2014 en el Donbás, no obstante, fue desautorizado por un grupo de asesores de línea dura del Kremlin, incluido Nikolai Patrushev, explicó la persona. Tampoco estaba a favor de las más recientes “anexiones” del territorio ucraniano ocupado, añadió.

Sin embargo, Putin sabe que puede confiar en Shoigu y que despedirlo sería algo profundamente vergonzoso, dijo ese funcionario.

“Incluso si Shiogu no está contento con lo que está pasando, siempre será leal a Putin y hará su trabajo”, comentó la persona. “Putin sabe que puede confiar plenamente en él”.

Eso reflejó la percepción de varias élites rusas de que, a pesar de los desafíos que planteaban los advenedizos, el peso de los principales ministerios de Rusia: el ejército, el Servicio Federal de Seguridad (FSB), la policía y otros, superaría con creces la amenaza que suponían.

Kadyrov no tenía la autoridad para decirle a Putin que sustituyera a su ministro de Defensa, señaló un exalto funcionario. Y Kadyrov era considerablemente más mesurado en sus interacciones privadas con Putin que en sus declaraciones públicas, comentó la persona. Prigozhin, por su parte, era un simple “operador”.

“No puedo imaginar que el FSB permitiría que Prigozhin o Kadyrov adquirieran algún poder político”, dijo Yevgenia Albats, periodista de investigación rusa y editora del periódico New Times. “Es imposible”.

Albats, quien recientemente salió de Rusia después de haber sido objeto de repetidos ataques por sus reportajes, comentó que sus contactos entre los funcionarios rusos calculaban que al menos el 70% de los altos funcionarios –personas a las que se refirió con el término nomenklatura– se oponían a la guerra.

Otro periodista que tiene muchos contactos y que trabaja en la televisión estatal señaló que el “intenso temor” se ha apoderado de gran parte de la élite política.

Cuanto más alto llegas, más desesperación sientes. Ahora existe una comprensión general de que no es posible ganar la guerra“.

Albats comentó que, por ahora, era poco probable que la oposición a la guerra que se ha arraigado entre los altos funcionarios amenazara al propio Putin.

“Tienen mucho miedo. Incluso personas que conozco de toda la vida, que conozco desde hace varias décadas, mis amigos. Ya no podemos reunirnos porque me he vuelto muy tóxica”.

“Para que exista una ruptura la gente tiene que dejar de tener miedo”, señaló Albats. “¿Dónde deberían reunirse estas personas? Los teléfonos están intervenidos, los departamentos están intervenidos”.

Oreshkin, el politólogo, comentó que los riesgos que corre cualquier partido que actúe en contra de Putin son simplemente demasiado altos.

“Todo este sistema está construido en torno a un vozdh, un líder. Si te deshaces de Putin tienes que ser capaz de proporcionar resultados rápidos, pero todos saben que eso no es posible en este momento”.

En el otro extremo, los personajes machistas de Kadyrov y Prigozhin parecen haberse colado en el Kremlin. Una persona que conoce a Sergei Kiriyenko, una figura de la administración presidencial a la que se le encargó la gestión política en los territorios ocupados, dijo que su decisión de ponerse el uniforme y visitar la región probablemente estaba inspirada en ellos: “En los tiempos de los locos, tienes que vestirte como uno también”, dijo.

Valery Fyodorov, director del centro de encuestas estatal WCIOM, señaló que Prigozhin sigue siendo un gran desconocido, y hasta que salió a la luz un video de él en una cárcel el mes pasado, se trataba de un “hombre sin rostro”.

No obstante, Kadyrov obtiene buenos resultados en las encuestas, incluso entre los rusos, comentó. “Dice las cosas correctas… Se presenta como un soldado raso de Putin. Y así lo ven las personas… no se presenta como un combatiente checheno, sino como uno ruso”.

Y en una época en la que los oficiales militares rusos son considerados vacilantes e hipócritas, un exconvicto fanfarrón que tiene su propio ejército privado puede ser peligroso.

“Prigozhin habló con mucha confianza”, dijo Ivan, un recluso de la colonia penal nº 8 de la región de Tambov. “Todos lo escuchamos cuando habló, y créanme que no es fácil callar a un buen (número) de presos. Al final él es uno de nosotros, un exrecluso. Creo que muchos de los que se apuntaron lo hicieron porque confían en Progzhin. No confían en las autoridades, pero confían en Prigozhin cuando les dice que los dejarán libres”.

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