‘Algo cotidiano’: una paliza fatal revela los prejuicios racistas de Argentina
Silvino Báez y Graciela Sosa, padres de Fernando Báez Sosa, en Buenos Aires el 18 de febrero de 2020. Foto: Ronaldo Schemidt/AFP/Getty Images

El asesinato de Fernando Báez Sosa conmocionó a Argentina.

Un altercado en una discoteca se volvió letal cuando un grupo de jugadores de rugby aficionados mataron a patadas a un joven de 18 años que soñaba con convertirse algún día en abogado.

La indignación pública estuvo seguida del castigo: cinco de los jóvenes agresores fueron condenados a cadena perpetua a principios de este mes, y los tres restantes deberán cumplir 15 años tras las rejas.

Sin embargo, el caso lleva consigo el peso de un debate mucho más complejo sobre el racismo existente en Argentina, y una obstinada resistencia a reconocer que hay un problema.

Mientras los jugadores de rugby agredían a Sosa, hijo de inmigrantes paraguayos, aquella noche de enero de 2020, algunos de ellos le gritaron insultos racistas, llamándolo negro de mierda y prometiendo llevárselo a casa “como trofeo”.

En Argentina, el término negro también se utiliza para referirse a las personas de ascendencia indígena y a las personas de piel más oscura, y puede ser utilizado como un insulto contra otros grupos marginados, incluidas las personas que son pobres o dependen de la ayuda social del gobierno.

Y, sin embargo, en el tribunal y en la cobertura del juicio, el racismo no fue el lente dominante a través del cual la mayoría de las personas percibieron el crimen, señaló Federico Pita, politólogo y activista afroargentino.

“Hablaron de juventud, deporte, masculinidad, clase”, indicó Pita. “El elemento racial apareció compartiendo el escenario con otras variables, pero como una variable subordinada”.

“El problema es que no todos hablan de ello, no todos lo denuncian”, señaló. “Ese es el racismo. El que mantiene a la gente ciega ante la existencia del fenómeno“.

Argentina nunca ha hecho un ajuste de cuentas nacional sobre el racismo. Al igual que todos los países de América, su historia es la de la colonización, marcada por las campañas de erradicación de los pueblos indígenas y la trata de esclavos africanos.

La inmigración masiva procedente de Europa en los siglos XIX y XX, patrocinada por el gobierno, forjó la identidad mítica de una sociedad homogénea – predominantemente blanca–. No obstante, la composición racial de Argentina siempre ha sido mucho más diversa. Y nunca desaparecieron los patrones de privilegio racial y discriminación basados en el color de piel.

Todavía hoy en día, comentó el abogado de derechos humanos Alejandro Mamani, algunos argentinos siguen preguntándose si existe el racismo, a pesar de que la evidencia está en todas partes: en quién se encuentra en las cárceles, quién es asesinado por la policía, quién asciende en la política y en los medios de comunicación, o quién es contratado para determinados trabajos.

Una encuesta publicada el año pasado por el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo reveló que casi tres cuartas partes de las personas encuestadas habían sufrido algún tipo de discriminación, siendo el más común el “étnico racial”.

“El racismo, no solo en Argentina, sino en toda Latinoamérica, es un tema que se debate con timidez y después desaparece”, señaló Mamani, miembro del colectivo antirracista Identidad Marrón, integrado por descendientes de indígenas.

Mamani criticó la falta de análisis en la sentencia judicial de 163 páginas sobre el asesinato de Sosa, en la que hay 12 referencias sobre testimonios de insultos racistas proferidos durante la paliza, pero “no hay ningún pronunciamiento respecto al racismo”, indicó.

No obstante, Mamani comentó que el caso era revolucionario. Fue un raro ejemplo en el que la población sintió empatía por un cuerpo racializado como el de Sosa, hijo de inmigrantes de clase trabajadora que encajaba en la categoría de “buen chico” con un futuro prometedor.

Sin embargo, otras narrativas de empatía que surgieron durante el juicio también resultaron reveladoras, señaló. La prensa estaba llena de historias sobre las vidas de los jugadores de rugby, sus condiciones en la cárcel y sus planes de vida frustrados por las sentencias condenatorias.

“No conozco ningún caso de una persona racializada que haya sido condenada (por un delito) en el que se hable de su futuro”, comentó Mamani. “Las personas racializadas no tienen un futuro que sea presente. Porque no existe un futuro del que puedan enamorarse, con el que puedan fantasear”.

La preocupación por los jugadores de rugby también refleja un sistema penitenciario que fue “diseñado para garantizar que los negros se pudran en la cárcel”, señaló Pita, no solo en Argentina, sino en todo el mundo. “Con esto me refiero a lo que cada sociedad considera negro”, indicó. “Mientras (el sistema esté) ahí para controlar a ciertas personas, nadie tiene problemas con ello. Eso es racismo“.

Anny Ocoró Loango, activista contra el racismo e investigadora del prestigioso Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, observó algunos indicios de cambio de actitudes a través de protestas, programas de radio y campañas en las redes sociales que moldean la opinión pública.

Sin embargo, la reflexión profunda sobre cómo la raza y la clase social influyeron en el asesinato de Sosa estuvo en gran medida ausente de la corriente dominante, comentó. “Hay responsabilidades individuales que estamos juzgando (en este caso), pero también tenemos que analizar la responsabilidad social”, explicó. “Tenemos que hablar sobre el racismo que está incrustado en esta sociedad”.

Loango recordó un viaje en taxi que hizo durante el Mundial de Futbol y la conversación que mantuvo con el conductor sobre el desorden que dejaron tras de sí los fiesteros.

“Porque son negros. Son negros en el alma”, le dijo el conductor. “Eso todavía resuena en mí”, comentó ella.

“La gente no se da cuenta de que esas expresiones son racistas y discriminatorias. Y esto es algo cotidiano en Argentina. Por eso tenemos que deconstruir esas frases cotidianas que las personas repiten y hacer notar el peso racista que conllevan”.

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