El debate sobre restringir uso de gas y aire durante partos en Reino Unido
El gas y aire hace que el dolor del parto sea más soportable y que las mujeres puedan ayudarse a sí mismas cuando lo necesitan. Sin embargo, en las unidades de maternidad más antiguas, la calidad del aire es motivo de preocupación. Foto: Montgomery Martin/Alamy

Cuando Leigh Milner esperaba su primer hijo, sabía exactamente cómo quería que fuera el parto. Su plan de parto incluía la anestesia epidural para el dolor y esperaba, comenta con remordimiento, “todos los medicamentos”. Pero no fue así como sucedieron las cosas. Milner, de 33 años y presentadora de la cadena BBC, terminó dando a luz a Theo en el hospital Princess Alexandra ubicado en la ciudad de Harlow el mes pasado, sin nada más que paracetamol para aliviar el dolor, en lo que ella denomina una experiencia positivamente “victoriana”.

Después de que le indujeran el parto a las 38 semanas debido a una preeclampsia, una complicación del embarazo potencialmente peligrosa que provoca hipertensión, el trabajo de parto progresó muy rápido y pronto se dio cuenta de que necesitaba algo que la ayudara a sobrellevarlo mientras esperaba que le administraran la anestesia epidural.

“El dolor era simplemente insoportable, todo mi cuerpo temblaba; no sabía dónde estaba, como que perdía y recuperaba el conocimiento”, cuenta.

Al llegar a ese punto, muchas mujeres inhalarían una bocanada de gas y aire, la mezcla de oxígeno y óxido nitroso que las madres conocen como la forma más habitual de aliviar el dolor durante el parto. Sin embargo, en el Princess Alexandra, junto con otros hospitales del sureste de Inglaterra, los suministros estaban temporalmente suspendidos cuando Milner dio a luz en febrero, después de que el hospital detectara niveles excesivos de óxido nitroso (que puede representar un riesgo a largo plazo para la salud de las parteras) en el aire de la sala.

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Leigh Milner y Theo: ‘Sentí alivio de que ambos sobrevivimos’. Foto: Cortesía de la familia

“No dejaba de suplicar una y otra vez –’necesito algo para aliviar el dolor’– y lo único que podían darme era paracetamol porque no tenían gas ni aire. Estaba muy asustada, no sabía qué más hacer”, cuenta Milner.

No fue hasta que llegó a la sala de partos que el personal le indicó que no había tiempo para la anestesia epidural. Milner dio a luz a Theo mientras la preparaban para una cesárea de emergencia, y la dejaron “retorciéndose de dolor” durante horas después, mientras su esposo, Chris Berrow, cuidaba al bebé. “Parecía que nunca iba a terminar, fue un desastre desde el principio hasta el final. Entiendo que tienen que mantener la seguridad del personal, pero también tienen que apoyar a las mujeres que dan a luz”, comenta Milner, que se muestra dispuesta a hablar abiertamente sobre la experiencia debido a lo que ella considera que existe una expectativa generalizada de que las mujeres que dan a luz deben limitarse a apretar los dientes y aguantar.

“Hay una especie de actitud de ‘hazlo ya’. Y sí, tengo un niño precioso y sano y volvería a hacerlo todo por él, no me malinterpretes. Pero no creo que simplemente podemos seguir diciéndole a las madres: ‘Al menos tienes un bebé sano, supéralo, está bien’. El parto es doloroso, pero no debería ser traumático”.

El 76% de las mujeres que dieron a luz en Inglaterra el año pasado utilizaron gas y aire en algún momento del parto, según datos del organismo de control Care Quality Commission (CQC). No elimina totalmente el dolor, sino que lo hace más soportable. Sin embargo, es popular porque las mujeres pueden ayudarse a sí mismas en caso de que sea necesario, la mezcla actúa con rapidez y no retrasa las contracciones (algo que sí hacen los analgésicos opioides más potentes, como la meperidina).

Mientras que algunas mujeres lo utilizan únicamente como un paso previo a algo más fuerte, otras basan en él sus esperanzas de tener un parto “natural” con una intervención mínima. No obstante, como descubrió Milner, la preocupación por la calidad del aire, en particular en las unidades de maternidad más antiguas, implica que actualmente no es algo que se pueda dar por sentado en algunas partes de Inglaterra.

Las investigaciones muestran que, aunque la inhalación de gas y aire (conocido como Entonox) durante el parto es perfectamente segura para las madres y los bebés, la exposición acumulativa prolongada –por ejemplo, en el caso de las parteras que trabajan día con día en salas mal ventiladas, con el gas acumulándose en la atmósfera– puede conllevar riesgos para la salud.

Con el tiempo, puede afectar la capacidad de absorción de la vitamina B12, dañar los nervios y potencialmente provocar anemia. Algunos estudios vinculan la exposición profesional a problemas de fertilidad y riesgo de aborto, aunque las investigaciones no son concluyentes.

En noviembre, el hospital William Harvey ubicado en la localidad de Ashford, Kent, restringió el acceso al gas y al aire tras detectar altos niveles de óxido nitroso en la unidad (desde entonces se restableció el suministro en algunas salas de partos). Semanas después, el hospital universitario de Basildon, situado en Essex, suspendió temporalmente el suministro de gas y aire, alegando que pruebas anteriores revelaron que había “un problema” con los niveles de óxido nitroso en la unidad de maternidad.

Al parecer, parte del personal de la unidad está considerando emprender acciones legales contra el Mid and South Essex NHS foundation trust que gestiona el hospital, y el regulador Health and Safety Executive está investigando el asunto.

El hospital de Ipswich también suspendió el uso de gas y aire el pasado mes de diciembre, pero lo restableció después de instalar un nuevo sistema de ventilación, y a finales de febrero, el North West Anglia NHS foundation trust suspendió temporalmente el suministro de gas y aire en las unidades de maternidad situadas en Peterborough y Huntingdon tras realizar pruebas de calidad del aire.

Por su parte, el hospital general de Watford evitó interrumpir el suministro de Entonox tras registrar altos niveles en su unidad de maternidad mediante la instalación de máquinas que extraen el gas. (El hospital Princess Alexandra, donde Milner dio a luz, indica que ahora dispone de tres unidades temporales de gas y aire, y que las unidades permanentes estarán disponibles próximamente).

El alivio del dolor en el parto es un tema emotivo, mezclado de culpa y discusiones sobre si el sufrimiento es una parte esencialmente “natural” del parto o algo que no se esperaría que nadie soportara en otros campos de la medicina. Incluso antes de los problemas actuales con el gas y aire, algunas madres lucharon por tener el parto que querían.

En 2019, la CQC descubrió que más de un tercio de las mujeres cambiaron su forma prevista de aliviar el dolor durante el parto, en su mayoría por razones médicas, pero en el 3% de los casos porque no había anestesista disponible (solo los anestesistas pueden administrar la epidural) y en el 19% de los casos debido a que no había tiempo para que se hiciera lo que ellas querían.

En el caso de aquellas mujeres cuyos partos son repentinos, el gas y aire puede ser la única opción. “Te quita los nervios y te hace sentir más tranquila”, comenta Kathie, madre de dos hijas de Suffolk, cuyos dos partos duraron dos horas y media desde el principio hasta el final, sin tiempo para la anestesia epidural. “También te hace sentir menos ansiosa porque te da algo que hacer: incluso el hecho de tener la máscara de gas y respirar te proporciona algo más en lo que concentrarte”. La mezcla le ayudó a sentirse menos fuera de control, explica, cuando todo transcurría a una velocidad aterradora. Pero si el gas y aire puede ser una bendición para las madres, también conlleva peligros ocultos para quienes las cuidan.

Leah Hazard es partera del Servicio Nacional de Salud en Escocia, activista y autora de Womb: The Inside Story. En las últimas semanas, varias parteras la contactaron para hablarle sobre el impacto que podían haber tenido en ellas los altos niveles de Entonox en el trabajo, ella explica: “Existe un verdadero sentimiento de frustración, enojo y miedo, porque algunas de las parteras han experimentado verdaderos problemas de salud y fertilidad y, en algunos casos, deficiencia de B12. Lo ven en retrospectiva y se sienten muy enojadas al respecto. También hablé con parteras que aún no han intentado formar una familia, pero que han trabajado en las salas de partos y les preocupa haber sufrido algún daño”.

Aunque se criticó a los hospitales por suspender repentinamente los servicios, Hazard señala que no es razonable esperar que las parteras arriesguen su propia salud.

“Nunca diríamos: ‘¿Por qué no siguen trabajando los albañiles en ese edificio que tiene amianto durante unas semanas más?’ Principalmente es un servicio de mujeres para mujeres, y (las parteras) siempre han sido un rol considerado cálido, difuso y dócil. Se da por sentado que simplemente deberíamos aguantar y callarnos”.

Dado que los riesgos potenciales del Entonox –utilizado también en cirugías dentales y, con menos frecuencia, en quirófanos– se conocen desde hace décadas, argumenta, los hospitales deberían haber dado prioridad a la ventilación con anterioridad. La investigación del Health and Safety Executive sobre lo ocurrido en Basildon puede esclarecer los motivos por los que solo ahora están surgiendo problemas en varios hospitales.

El Royal College of Midwives también sostiene que la crisis actual refleja la falta de lo que la Dra. Suzanne Tyler, directora ejecutiva de servicios para los afiliados, calificó como “inversión adecuada” en los servicios de maternidad, que llevan mucho tiempo sufriendo una escasez crónica de personal y edificios viejos que rechinan. “Este problema surgió debido a la mala ventilación que tienen las suites de partos y las salas de parto, pero esto no es más que la punta del iceberg.

Tenemos conocimiento de paredes que se desmoronan, techos sostenidos por pilares e incluso aguas residuales que fluyen hacia las salas. Durante el Covid-19, la falta de ventilación decente y el hecho de que las consultas se realizaban en habitaciones minúsculas, significaba que los compañeros de parto no podían asistir a las exploraciones”.

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Leah Hazard, partera del Servicio Nacional de Salud, comenta que a algunas de sus colegas les preocupan los posibles efectos del Entonox. Foto: Katherine Anne Rose/The Observer

Para muchas parteras, explica Hazard, el hecho de que el riesgo derivado del Entonox sea aparentemente mayor en los hospitales más antiguos que tienen una mala ventilación reaviva los tristes recuerdos de la pandemia. “En aquel entonces éramos muy conscientes de que con frecuencia trabajábamos en habitaciones mal ventiladas, no en edificios nuevos y relucientes. Muchas de nosotras nos contagiamos de Covid-19 y nos enfermamos gravemente”, comenta. Para muchas parteras, estas nuevas preocupaciones sobre la seguridad son “la gota que derramó el vaso”. Sin embargo, al personal también le preocupan las consecuencias de la retirada de los métodos analgésicos que utilizan las mujeres a las que cuidan, comenta.

En teoría, hay muchas alternativas, desde opciones “naturales” como la hipnosis y los partos en agua hasta los opioides más potentes, como la meperidina. No obstante, Hazard señala que no existe un equivalente exacto al gas y aire. “Todas ellas tienen sus propios perfiles específicos en términos de riesgos y beneficios; no es como si se pudiera decir: ‘Lo sentimos mucho, no tenemos gas y aire, pero ¿por qué no te damos morfina?’ Eso es un nivel totalmente distinto. O: ‘Lo siento, ¿por qué no tienen la alberca de partos?’ Bueno, no todas quieren dar a luz en agua”.

El National Childbirth Trust (NCT), que ha estado recibiendo llamadas de mujeres embarazadas preocupadas, recomienda a las mujeres que viven en las zonas afectadas que consulten a sus parteras sobre otros métodos, o que comprueben si pueden cambiarse a otro hospital. En el caso de las mujeres que desean la anestesia epidural, que normalmente utilizan gas y aire mientras esperan a que llegue el anestesista, Val Willcox, directora de prácticas de NCT, señala que las salas siempre deberían contar con suficientes tipos de anestesia para cubrir la demanda de anestesia epidural, pero que las mujeres “tal vez quieran pensar en otras estrategias para sobrellevar las contracciones” en caso de que haya que esperar en horas de mucho trabajo.

Las intervenciones no médicas –respiración profunda, masajes e hipnosis– son la segunda forma más común de aliviar el dolor después del gas y aire, seguidas de las máquinas Tens, que utilizan pulsos eléctricos para aliviar el dolor.

Es fundamental acabar con la incertidumbre que reina en algunas salas de maternidad, porque el hecho de tener cierta sensación de poder elegir y control durante el parto es clave para el bienestar, tanto en el nacimiento como en los primeros años de maternidad, señala Francesca Treadaway, de la organización benéfica Birthrights.

“Dar a luz es un acontecimiento que cambia la vida –es radical– y el nacimiento es la introducción a la maternidad. El desarrollo del parto también afecta los sentimientos postnatales”, destaca. “Tienes derechos respecto a tu tratamiento, tanto si se trata de dar a luz como de someterse a otro tipo de operación. Cuando te quitan la posibilidad de elegir, es traumático”.

Birthrights atendió varias llamadas en las últimas semanas en relación con el gas y aire, explica; algunas mujeres solo se dieron cuenta de que lo habían retirado de su hospital local después de leer sobre ello en las redes sociales. A Treadaway le preocupa en particular el impacto que puede tener en las mujeres embarazadas que tuvieron a sus primeros hijos durante la pandemia, en salas de parto que funcionaban sometidas a severas restricciones relativas al Covid-19, y que pueden cargar con difíciles recuerdos de aquella época en un segundo embarazo. “En el mejor de los casos, llegarán con cierto grado de aprensión”.

Seis semanas después del nacimiento de Theo, Milner se recupera favorablemente y está claramente encantada con su hijo. Sin embargo, su angustiosa experiencia en la sala de partos marcó sus primeros días juntos, comenta. Está dispuesta a aceptar la oferta del hospital de participar en una sesión de “reflexiones sobre el parto” para repasar y procesar su experiencia con una partera.

“Siento que en cierto modo me privó de esos sentimientos agradables que se supone que debes sentir, porque lo miraba y me sentía tan feliz y tan agradecida de que estuviera aquí, pero después empezaba a llorar porque el momento en que vino al mundo no fue un momento feliz. No experimenté esa euforia, cuando la gente dice: ‘Lo miré y me enamoré’. Lo miré y sentí alivio de que ambos sobreviviéramos”.

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