El alcalde de Helsinki al que atraparon pintando graffitis: ‘Pinté GCM, grandes pasos profesionales, lo cual es irónico’
'Las paredes son un campo de entrenamiento para los artistas' ... Paavo Arhinmäki, alcalde suplente de Helsinki. Foto: Antti Yrjönen

La policía del municipio vecino de Helsinki –ciudad de la que usted es alcalde suplente– actualmente lo está investigando por los graffitis pintados en un túnel de tren a finales del mes pasado. ¿Qué ocurrió?

Paavo Arhinmäki: Era pleno verano, una época del año en la que no pasan muchas cosas en Helsinki. A primera hora de la tarde, un amigo y yo condujimos hasta las vías de carga del puerto de Vuosaari, a las afueras de Helsinki.

Mi amigo y yo pasamos por este túnel que nos hizo recordar un antiguo túnel de carga de Pasila, el vecindario donde crecimos. Pasila realmente es la cuna de la cultura del graffiti en Finlandia: una zona llena de estaciones de carga, túneles de tren y una cantidad enorme de paredes de concreto. Es donde aprendí a pintar mis propios graffitis después de la escuela a finales de los años 80 y principios de los 90.

Detuvimos el auto y sacamos nuestras latas de aerosol. La pared del túnel no era una pared oficialmente autorizada para graffitis, pero ya había montones de viejos graffitis en ella que nadie había limpiado en años, por lo que pensamos que a la gente simplemente no le importaba.

Tardamos dos horas en terminar el graffiti. Estábamos a punto de sacar fotos de nuestra obra cuando, de repente, había guardias por todas partes, gritándonos que no intentáramos escapar. Quiero decir, éramos dos tipos de mediana edad, no íbamos a huir a ninguna parte.

¿Qué tipo de graffiti pintó?

Hoy en día, el graffiti se centra principalmente en la caligrafía, pero cuando mis amigos y yo empezamos a grafitear en los años 80, los fondos eran más importantes. Pintamos el horizonte de Pasila, con la puesta del sol. Las dos cosas grises que hay en medio del texto son dos famosos edificios del vecindario. Las palabras que pinté en realidad son una referencia a los primeros graffitis neoyorquinos de la década de 1970: “GCM”, que significa “grandes pasos profesionales”. Lo cual, supongo, es irónico, dado que me atraparon y algunos incluso me pidieron que renunciara.

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‘Los dos famosos edificios de torres de Pasila’ … la obra improvisada de Arhinmäki y su amigo. Foto: Facebook/Saxeline Hannele

¿Lo han multado?

Todavía no, la audiencia con la policía será después del verano. Pero si me multan, la pagaré. Por supuesto, fue una verdadera tontería. Mi amigo y yo también pagaremos los gastos de limpieza, que pueden ser de unos 3 mil euros (unos 50 mil pesos). Es una pena que tuvieran que quitarlo tan rápido, ni siquiera tuve la oportunidad de tomar fotos como es debido. Pero entiendo el motivo, porque de lo contrario probablemente se habría convertido en una atracción turística.

¿Cuál es la historia del graffiti en Finlandia?

En cierto modo, el graffiti llegó a Finlandia a través de la misma vía por la que llegó a la mayoría de los países de Europa: el documental Style Wars (1983), el libro Subway Art (1984) de Martha Cooper y Henry Chalfant, y la película Beat Street, de estilo más hollywoodense, más o menos en la misma época.

Finlandia era un caso especial porque, aunque no nos encontrábamos al otro lado de la Cortina de Hierro, estábamos en un punto intermedio entre el Este y el Oeste. Por eso el graffiti llegó un poco más tarde, pero se produjo un auge masivo a finales de los 80: todos los chicos y chicas de mi escuela tenían su propia firma. En aquella época no era legal, pero tampoco se le daba demasiada importancia.

Las cosas cambiaron de verdad cuando se anunció que Helsinki sería la capital cultural de Europa del año 2000, y durante los preparativos la ciudad puso en marcha una gran campaña contra los graffitis. Paradójicamente, la idea era limpiar gran parte de la cultura para dar paso a la cultura. Los grafiteros fueron declarados efectivamente enemigos del Estado. Se llevó a cabo una gran campaña para retratarlos como delincuentes y drogadictos, y la ciudad contrató a guardias de seguridad vestidos de civil para que los atraparan in fraganti.

Volví al graffiti a través de la política, cuando me eligieron como miembro del ayuntamiento de Helsinki cuando tenía 23 años, en el año 2000. Después de presentar una moción para pintar de nuevo un graffiti borrado en el este de Helsinki, recibí muchas llamadas de madres de niños que fueron golpeados por el personal de seguridad. Se multaba o encarcelaba a los jóvenes: la guerra contra los graffitis estaba destruyendo vidas. Durante siete años luché contra las duras medidas de Helsinki y el despilfarro del dinero de los contribuyentes, y con el tiempo la gente empezó a escuchar. En 2008 logramos eliminar la anterior política de tolerancia cero. Ahora tenemos paredes oficiales donde la gente puede pintar por toda la ciudad, y consideramos que el graffiti es una parte pintoresca de la cultura de nuestra ciudad.

El argumento más citado contra los graffitis es la “teoría de las ventanas rotas”, propuesta por los científicos sociales James Q. Wilson y George L. Kelling en 1982: al permitir signos visuales de desorden cívico se crea un entorno que engendra más de ese mismo desorden. ¿No lo convence ese argumento?

En realidad, no se puede aplicar la teoría de las ventanas rotas a los graffitis de forma directa. Puedes arreglar una ventana, pero cuando pintas sobre un graffiti destruyes una obra de arte. Y eso suele provocar que otros artistas vuelvan a pintar sobre la misma superficie, y muchas veces con obras menos bellas.

Los críticos de nuestro enfoque liberal sostienen que las paredes legales incitan a que haya más graffitis ilegales en otros lugares, pero no hemos observado eso. Siempre habrá algún graffiti ilegal, pero cada lata situada frente a una pared oficial es una lata que no se utiliza en una pared no oficial.

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Destruir el arte callejero puede provocar que otros artistas vuelvan a pintar ese lugar. Foto: Spectral/Alamy

¿Acaso sus propias acciones no socavaron las políticas oficiales relativas a las paredes que usted introdujo?

El hecho de que haya paredes oficiales no significa que se haya despenalizado el graffiti en su totalidad. No lo toleramos en todas partes, y la ciudad sigue destinando alrededor de 500 mil euros (unos 9 millones de pesos) al año a la limpieza de superficies que han sido objeto de graffitis. Pero creo que existen distintos tipos de graffitis no oficiales: pintar en la parte trasera de edificios abandonados o de uso industrial o en paredes de concreto a lo largo de las vías del tren de carga es distinto a pintar en edificios protegidos o en casas particulares.

Creo que el graffiti ha sido la forma de arte más poderosa de la última mitad de siglo, y las paredes oficiales son importantes no solo como distracción para jóvenes aburridos o descontentos, sino como campo de entrenamiento para futuros artistas. Ha introducido a innumerables jóvenes en el mundo del arte. Para muchos de los chicos que pintaban o hacían graffitis en Helsinki en los años 80, se convirtió en un trampolín hacia las bellas artes o el sector creativo. El grafitero EGS ahora es uno de los artistas más interesantes que trabajan en Finlandia, y el proximo año presentará una exposición individual en el Museo de Arte Didrichsen de Helsinki. En la época de la política de tolerancia cero, todos esos chicos habrían obtenido inmediatamente antecedentes penales.

¿Le gustó el mural por el que se metió en problemas?

A mí no me corresponde juzgarlo. Cuando era ministro de Cultura de Finlandia, solía decir que los políticos no deberían determinar qué es buen arte y qué es mal arte, y más vale que me atenga a eso.

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