‘La gente se drogará. ¿Por qué no minimizar el daño?’ La organización que atiende a los fiesteros drogados
Las drogas psicodélicas son una opción popular en los festivales de música dance, y la organización benéfica PsyCare trabaja para calmar a quienes sufren una crisis como consecuencia de ellas. Foto: Cesare Ferrari/Getty Images/iStockphoto

Es medianoche de un sábado en un reciente festival de música electrónica en Inglaterra y un joven se desmayó mientras bailaba bajo la embriagadora influencia de un cóctel de drogas. Los médicos acuden rápidamente al lugar y lo llevan a un lado del escenario, y cuando recobra el sentido revela que ingirió grandes dosis de LSD y ketamina.

PsyCare UK, una organización benéfica integrada en su mayoría por voluntarios capacitados para mitigar las crisis psicodélicas o los llamados “malviajes”, recibe una llamada de emergencia. Dos de sus “tripsitters” (personas que supervisan las experiencias psicodélicas de otras) se apresuran a ayudar a Harry (nombre ficticio), de unos 20 años, con la intención de convencerlo de que regrese a una acogedora carpa donde la organización benéfica le proporciona apoyo personalizado, libros para colorear y suero de rehidratación.

Este verano, más de una decena de festivales de toda Inglaterra contratarán los servicios de PsyCare en medio de la creciente valoración del “bienestar del público” y la atención imparcial prestada a los fiesteros. Por otra parte, el Ministerio del Interior endureció la normativa relativa a las pruebas toxicológicas, obligando a las organizaciones dedicadas a la reducción de daños a obtener licencias costosas y que tardan mucho tiempo en concederse para poder realizar pruebas no públicas de las incautaciones policiales, un obstáculo que, según indican los críticos, podría poner en peligro la vida de las personas que asisten a los festivales.

Muchas personas consumen muchas más drogas de lo habitual en los entornos de gran estímulo de los festivales. Si a esto añadimos la falta de sueño, la deshidratación y el hambre, el resultado es una combinación potencialmente mortal, especialmente para aquellos que ya tienen problemas. “Es una fórmula perfecta para las crisis de salud mental. Algunas personas asisten a los festivales en situaciones bastante difíciles”, explica Adam Waugh, uno de los coordinadores de PsyCare, organización fundada en 2008 y presente desde entonces en más de 150 eventos.

“Las personas muchas veces no comprenden cómo gestionar las reacciones extremas a las drogas, que son temporales en la inmensa mayoría de los casos. Imagina tener un mal viaje y que encima se agrave al ser retenido violentamente por el personal de seguridad, esposado o algo peor”.

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Dentro de la carpa de PsyCare. Foto: Mattha Busby

Estas duras realidades suelen ser ignoradas. En su lugar, reina el dogma antidroga del “Just Say No” (Simplemente di no). El festival de música dance al que asistió The Guardian no desea revelar su identidad debido a que al grupo asesor de seguridad (SAG) del ayuntamiento local, que concede la licencia, le preocupa que no parezca que aprueba tácitamente el consumo de drogas. Otros festivales renunciaron por completo al servicio por miedo a que las autoridades armaran un escándalo por “admitir” drogas ilegales en el recinto.

“Nos ha resultado difícil aplicar algunos de los protocolos que consideramos que son más eficaces”, explica uno de los cofundadores del festival. “Si alguien se encuentra en un estado mental delicado, entonces es necesario cuidarlo; ignorar el hecho de que la gente se droga significa que no podemos ayudar a mitigar los riesgos”.

Por ello, PsyCare y sus 30 empleados tuvieron que mantener su gigantesco cartel de advertencia sobre las combinaciones nocivas de drogas –ketamina y alcohol, por ejemplo– dentro de su carpa en lugar de fuera de ella. Cuando está colocado en un lugar visible, el cartel atrae con frecuencia a curiosos asistentes de los festivales que se reúnen para hablar sobre lo que no se debe hacer. “Empiezan a hacer preguntas que tenían demasiado miedo de hacer”, comenta Amanda Guzinska, directora de PsyCare, que subsiste gracias a donaciones, subvenciones y una pequeña cantidad de ingresos procedentes de los festivales. “Dicen: ‘¿Por qué no nos enseñaron esto en la escuela?‘”.

El festival también solicitó los servicios de la organización benéfica de control de drogas The Loop. Sin embargo, a pesar del apoyo de la policía, el SAG supuestamente bloqueó las propuestas, a pesar de que nunca se ha registrado una muerte en un festival al que The Loop haya asistido, en parte porque es posible identificar rápidamente los contaminantes y las drogas de alta potencia en circulación. El Ministerio del Interior puso fin de forma efectiva a su trabajo en el festival Parklife el mes pasado, pues insistió en la mencionada licencia a pesar de que The Loop ha prestado un servicio no público de control de drogas desde 2014.

La decisión provocó condenas lideradas por el DJ Fatboy Slim, ya que se permitió que los asistentes jugaran a la “ruleta rusa” con sus vidas. Una mujer del festival al que asistió The Guardian fue ingresada en el hospital en estado de coma después de haber sufrido supuestamente una reacción alérgica a dos pastillas de éxtasis. Se tiene entendido que The Loop acordó no realizar ninguna prueba en los festivales este verano mientras espera la decisión sobre su solicitud de licencia. Esta decisión provocó que se descartaran los planes de ofrecer servicios no públicos de control de drogas en Secret Garden Party, y en otros eventos. The Loop no quiso realizar comentarios sobre este artículo. No obstante, en algunos eventos del Festival Republic, entre ellos Reading & Leeds y Boomtown, se realizarán este verano controles de drogas confiscadas en el lugar a través de otras dos organizaciones, pero sin licencia.

¿Por qué no intentar minimizar los daños colaterales del consumo de drogas? La gente lo hará de todas formas“, señala Nige Netzband, jefe de equipo de PsyCare y psicólogo orientador. Los índices de consumo de drogas y muertes por esta causa han aumentado vertiginosamente durante este medio siglo de prohibición, mientras que los servicios de reducción de daños han demostrado influir de forma positiva en el comportamiento de las personas.

Cada vez existe una mayor concientización sobre cómo llevar a cabo una “sesión segura”, y la cultura de las drogas en los clubes y festivales en general también está cambiando con rapidez. “Cada vez más personas consumen psicodélicos con fines recreativos”, añade Netzband, un veterano que lleva casi una década prestando servicios de reducción de daños en el Reino Unido y en el extranjero. “Existe un mayor sentimiento de comunidad en ciertos festivales que solían ser mucho más tensos cuando muchas más personas se emborrachaban y se drogaban con coca y metanfetamina. Los hongos y el LSD cambiaron por completo el ambiente”.

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Una zona sensorial en la carpa de PsyCare para ayudar a las personas en crisis a relajarse. Foto: Mattha Busby

Sin embargo, no todo es color rosa, señala el Dr. David Luke, profesor asociado de psicología de la Universidad de Greenwich y miembro de la junta de asesores de PsyCare. Los alucinógenos pueden dejar a las personas en estados de profundo delirio y desencadenar crisis psicóticas. “Las experiencias psicodélicas pueden conllevar enormes cambios en la cosmovisión y, si no estás totalmente preparado, pueden llevarte al límite”, advierte. El personal de PsyCare ha sufrido mordeduras, les han arrancado el cabello y han recibido puñetazos por parte de los usuarios de sus servicios, algunos de los cuales tuvieron que ser internados cuando todas las demás intervenciones fracasaron y seguían suponiendo un riesgo para sí mismos o para los demás.

Darren Turner, voluntario de PsyCare, afirma que en algunos casos el personal de seguridad agravó crisis psicodélicas que de otro modo se podrían controlar. “Pueden recurrir directamente a la inmovilización: tiran a la gente al piso y ponen sus rodillas en sus espaldas”. En un caso, esto intensificó la angustia de uno de los usuarios del servicio, provocando que se escapara de alguna manera de su agarre, se cortara la cabeza y, finalmente, se lo llevara la policía para internarlo en una institución de salud mental. Netzband añade: “Si empiezas a gritarle a un perro, provocarás una situación hostil y te ladrará de vuelta”.

De regreso a la pista de baile, Harry se resiste al principio a la invitación de acudir a la carpa de PsyCare. “Hará un escándalo, vamos a convencerlo de que se acerque”, indica uno de los médicos. Y he aquí que, más tarde esa noche, aturdido y confundido, finalmente es conducido al acogedor refugio y, a primera hora de la tarde siguiente, se sienta alrededor de una fogata, capaz de volver a conversar adecuadamente. “Las personas quedan un poco conmocionadas si viven una experiencia realmente pesada, pero con frecuencia regresan uno o dos días después con una sonrisa radiante”, explica Netzband. “Dicen: ‘Estaba enloqueciendo, pero me ayudaron a superarlo’. Y después te dan un abrazo”.

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