Ataques contra hutíes podrían acercar a Biden a la guerra regional que desea evitar
Un avión Typhoon de la RAF despega para unirse a los ataques liderados por Estados Unidos contra objetivos hutíes en Yemen. Foto: Uk Mod/Reuters

Cuando Joe Biden dio la orden de atacar objetivos hutí en Yemen, estaba dando un paso que ahora pone en peligro uno de los principales objetivos de su propia política en Medio Oriente: evitar una guerra regional.

Funcionarios estadounidenses y aliados sostienen que no tenía muchas opciones. La diplomacia, acuerdos clandestinos, señales y amenazas no habían logrado detener los incesantes ataques de los hutí contra el transporte marítimo en el Mar Rojo y el Golfo de Adén, que según el grupo apoyado por Irán se llevan a cabo en solidaridad con Gaza.

Los buques portacontenedores se han visto obligados a desviarse por toda África, lo que ha elevado los costos del transporte mundial y amenaza con invertir los avances contra la inflación que la administración Biden ha conseguido, justo cuando su campaña de reelección se pone en marcha.

Desde el ataque del 7 de octubre de Hamás contra Israel y la feroz respuesta israelí contra Gaza, la administración Biden ha trabajado duro para contener el conflicto, persuadiendo a los israelíes, por ejemplo, de no llevar a cabo un ataque preventivo total contra Hezbolá en el Líbano. Por ahora ha funcionado, pero evitar una escalada en el Mar Rojo está resultando aún más difícil.

Una coalición naval multinacional, Prosperity Guardian, lanzada el 18 de diciembre para proteger la navegación, ha logrado interceptar casi todos los drones y misiles que los hutíes han lanzado contra los petroleros que surcan los mares de Yemen, pero cada intento de ataque cuesta a Estados Unidos y sus aliados muchos millones de dólares para defenderse contra armas que a veces cuestan sólo miles. Y bastaría con que un proyectil hutí atravesara este escudo para desencadenar un desastre geopolítico y medioambiental. El 13 de diciembre, por ejemplo, los misiles de los hutí no alcanzaron por poco a un petrolero que transportaba un gran cargamento de combustible para aviones.

En lugar de retroceder, los ataques de los hutí se volvieron más audaces. En Nochevieja, los combatientes hutí lanzaron un audaz asalto contra un portacontenedores, el Maersk Hangzhou, dirigiéndose hacia él en cuatro pequeñas embarcaciones. Helicópteros estadounidenses lanzados desde buques acudieron en su ayuda, hundieron tres de las embarcaciones y mataron a sus tripulantes, con lo que las fuerzas estadounidenses entraron en combate directo con los hutíes por primera vez desde que comenzó la crisis.

Al día siguiente, Biden convocó a su equipo de seguridad nacional para discutir las opciones. Según funcionarios de la administración, ordenó a los diplomáticos que se centraran en lograr un consenso en la ONU, que condujera a una resolución del Consejo de Seguridad el miércoles, en la que se defendiera el derecho a la libre navegación y se condenaran los ataques de los hutí.

Biden también quería que se siguiera ampliando el sistema Prosperity Guardian como medida defensiva y que se iniciaran en serio los preparativos detallados para una respuesta ofensiva. Se afinaron las listas de objetivos para maximizar el impacto sobre las capacidades de los hutí y minimizar al mismo tiempo los posibles daños a la población civil.

Los hutíes se burlan de Occidente  

Sin embargo, antes de lanzar cualquier ataque, Biden insistió en que debía lanzarse una última advertencia formal y, el 3 de enero, Estados Unidos y 13 de sus aliados emitieron una declaración en la que advertían de que los hutíes “asumirían la responsabilidad de las consecuencias” si continuaban los ataques. No se dijo, pero quedó muy claro que se trataría de ataques contra objetivos de los hutí en Yemen.

La advertencia fracasó. El martes, los hutíes lanzaron una de las mayores ofensivas hasta la fecha, tres misiles y hasta 20 drones, contra la navegación comercial y la fuerza naval liderada por Estados Unidos.

“Tan pronto como el ataque fue derrotado, el presidente convocó de nuevo a su equipo de seguridad nacional y se le presentaron opciones militares para una respuesta colectiva junto con aliados cercanos”, dijo un alto funcionario de la administración.

El secretario de Defensa, Lloyd Austin, participó en la reunión a través de un enlace seguro desde el Centro Médico Militar Walter Reed, donde estaba siendo tratado de un cáncer de próstata. Al término de la reunión, Biden le dio luz verde para los ataques, que se lanzarían unas 48 horas después.

El Pentágono y la Casa Blanca se negaron a dar detalles sobre el número de misiles lanzados desde aire y mar y el número de objetivos alcanzados, pero el ataque parece haber estado en el extremo superior de la gama de opciones presentadas a Biden el martes. Los funcionarios se negaron a predecir si será suficiente para disuadir de nuevos ataques.

“Se trata de enviar un mensaje, pero creo que la pregunta clave es: si el mensaje no llega, ¿cuál es el siguiente paso que Estados Unidos y el Reino Unido tienen a su disposición? ¿Bombardearán más objetivos? ¿Bombardearán durante más tiempo? preguntó Gregory Johnsen, investigador no residente del Instituto de los Estados Árabes del Golfo en Washington.

Funcionarios de la Administración dijeron el jueves por la noche que, si no se podía disuadir a los hutíes, al menos se podían degradar sus capacidades, volar emplazamientos de misiles y destruir centros de mando.

Johnsen señaló que los hutíes están acostumbrados a vivir y luchar bajo intensos bombardeos. Montan algunos de sus misiles bajo tierra y despliegan fuerzas en zonas civiles. “Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos bombardearon Yemen durante varios años y fueron incapaces de doblegar a los hutíes”, señaló Johnsen.

Algunos analistas sostienen que, paradójicamente, los ataques de Estados Unidos y el Reino Unido podrían incluso fortalecer a los hutíes, elevando su perfil en el “eje de resistencia” liderado por Irán en una lucha existencial con Israel y Occidente. Los convierte en un actor global.

“Los hutíes llevan 20 años esperando desesperadamente enfrentarse a Estados Unidos e Israel. Desde el 7 de octubre, reclutaron a 45 mil combatientes para la batalla de la conquista prometida y la yihad santa”, dijo en las redes sociales Nadwa Dawsari, académica no residente del Instituto de Oriente Medio. “Hoy Estados Unidos y Reino Unido han hecho realidad su sueño”.

Crece el riesgo de enfrentamiento con Irán

Los hutíes han desafiado continuamente las expectativas con su resistencia. Cuando los sauditas se metieron en la guerra civil yemení en 2015, pensaron que acabaría en unas semanas. Nueve años después, están desesperados por mantenerse al margen de un conflicto que fue una vergüenza para Riad y una catástrofe para Yemen, aferrándose a una tregua acordada en abril de 2022.

Mientras tanto, continúa el conflicto civil entre los hutíes, cada vez más radicales y mayoritariamente chiíes, y un surtido grupo de suníes, el Consejo de Liderazgo Presidencial.

El mayor temor es que, tras los ataques de la noche, Estados Unidos, Reino Unido y sus aliados estén un paso más cerca de una confrontación directa con Irán.

“Irán ha participado operativamente en la realización de estos ataques”, declaró el jueves por la noche un alto funcionario de la administración estadounidense. “Proporcionaron información e inteligencia a los hutíes. Proporcionaron a los hutíes las mismas capacidades que ellos han utilizado para llevar a cabo estos ataques.”

El funcionario dijo que la respuesta política de la administración sería atenerse a la campaña de presión económica y bloqueo que Estados Unidos ha estado liderando contra Irán durante años. Pero es probable que cualquier esfuerzo por reducir la amenaza de los hutí al transporte marítimo requiera algo más, incluida una acción agresiva para impedir que los hutí reabastezcan su suministro de armas, lo que a su vez significa detener los barcos procedentes de Irán.

Por ahora, sin embargo, Estados Unidos está planeando más ataques si los hutíes mantienen su acoso al comercio marítimo, con la esperanza de que en algún momento cambien sus cálculos de costos y beneficios.

“Esta puede o no ser la última palabra sobre el tema”, dijo un funcionario estadounidense tras los ataques de la noche. “Cuando tengamos más que decir, o más que hacer, tendrán noticias nuestras”.

Traducción: Ligia M. Oliver

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