La normalidad ahora es un lujo que solo los ricos pueden tener
Kim Kardashian y Donald Trump en la Oficina Oval. Foto: Casa Blanca

Mark O’Connell/The Guardian

Una de las cosas lindas de ser rico, me imagino, es todo lo que puedes aislarte de problemas ordinarios. Cualquier cosa desde una tubería rota hasta un divorcio se vuelve más tolerable cuando tienes mucho dinero. Incluso cuando no puedes, estrictamente hablando comprar tu salida de la situación, si puedes comprar una versión mejor de ella. ¿Cambiaría de lugar con una persona rica con cáncer? No, pero solo porque no tengo cáncer. Si tuviera cáncer, sí me gustaría cambiar de lugar con esa persona. Justo ahora, para ser honesto, si estoy tentado a preguntar qué tipo de cáncer, y cuánto dinero. 

Esto es algo en lo que he pensado mucho en los últimos meses. No han faltado demostraciones de esta reflexión desde el principio de esta pandemia, pero una de las más descaradas fue la celebración del cumpleaños 40 de Kim Kardashian. Kardashian tuiteó: “Después de dos semanas de múltiples chequeos de salud y pedirle a todos que hagan cuarentena, sorprendí a mí círculo más cercano con un viaje a una isla privada en donde pudimos pretender que las cosas eran normales por solo un momento breve”. Obviamente la gente enloqueció con esto. Fue absurdo, y con un mal gusto casi alucinógeno. También fue muy ilustrativo de las medidas que pueden tomar los ricos para acordonarse de las condiciones básicas de realidad en donde el resto de nosotros vivimos. 

Lo absurdo, y lo ofensivo, fue agravado por la predecible inclinación piadosa de Kardashian  hacia el reinante discurso de privilegio: “Me doy cuenta de que para la mayoría de la gente, esto es algo que está muy lejos de su alcance ahora, así que en momentos como este, me recuerdo humildemente de lo privilegiada que es mi vida”. Para un cierto tipo de persona extremadamente rica, hacer una escena de reconocer su privilegio es similar a, por ejemplo, una mención a Dios. No es para expresar algo más del privilegio más que esa persona está consciente de que existe, y que de una manera muy general está agradecida con eso”.

Hay un sentido en el que los tuits de Kardashian no nos dijeron nada. Los ricos pasandola mejor que los no ricos: una situación lamentable, pero no es una revelación. Aunque hay otro sentido, en el que nos dan un vistazo a un nuevo elemento de la vida en la era del Covid: la medida en la que la normalidad (uso ese término aquí con mucho cuidado) puede ser el privilegio más envidiable de los más ricos. Cuando miras las fotografías de las Kardashians haciendo cosas de ricos en una isla privada, lo que ves es a un montón de gente disfrutando no lujos, sino libertades básicas que tu no tienes. 

Boots anunció recientemente el lanzamiento de un servicio privado de pruebas de Covid, que cuesta 3,218 dólares, para la gente que necesita el visto bueno antes de tomar un vuelo o la paz mental antes de ver a amigos y familia. Desde la semana pasada, los viajeros que van desde Heathrow a destinos que requieren pruebas pre-embarque (como Hong Kong e Italia) pueden pagar 2,145 por una prueba en una facilidad privada que entrega resultados en una hora. No se paga exactamente lo mismo que para una isla privada, pero es parte de la misma dinámica. Alguien que perdió su trabajo por la pandemia, y batalla para alimentar a su familia, difícilmente piensa en subirse a un avión de cualquier forma, pero estos costos solo refuerzan las barreras existentes entre los menos favorecidos y la libertad de seguir con las actividades de una vida normal.

Uno de los aspectos más deprimentes de este fiasco extravagante de año fue descubrir que los increíblemente ricos de alguna forma siguen enriqueciéndose como resultado de la pandemia. Para el final de 2020, se espera que la economía se haya contraído más que en cualquier otro periodo en la historia moderna, causando la pobreza y miseria de millones. Aún así los multimillonarios del mundo, que son menos de 3,000, y 26 de los cuales ya acumulaban la misma riqueza que la mitad de la población, han tenido una pandemia maravillosa. Jeff Bezos ya vale 73,000 millones de dólares más que en marzo. (¿Habría aumentado su valor si su compañía no se hubiera rehusado a pagar incapacidad a sus trabajadores de los almacenes en EU durante la pandemia? Probablemente sí, pero no tanto.) Su oponente en China, Jack Ma, el fundador del sitio de ecommerce Alibaba, vale casi el doble de lo que valía a principios de año. 

En un artículo reciente del Financial Times sobre cómo la pandemia ha vuelto a los multimillonarios y a sus asesores más ricos, Nicole Curti, la cabeza de la firma de gestión del capital Stanhope Capital, habla sobre los destinos divergentes de dos hermanos adinerados que son sus clientes. Uno de los hermanos vendió un gran trozo de su portafolio cuando la pandemia comenzó a expandirse, y como resultado sufrió. El otro se arriesgó y sus activos incrementaron 7%. “Ha sido difícil emocionalmente”, le dijo Curti al periódico, “pero la clave para el rendimiento este año ha sido mantenerse ahí”. (“Bueno”, como Philip Larkin lo pone, “es útil aprender eso”.)

En los primeros días de la pandemia, un aspecto del desastre que me pareció extraordinario fue que todos, en todos lados, estaban experimentando el mismo problema. Sí, lo experimentaban de maneras diferentes, algunos de nosotros en yates en el Caribe, otros apretados en pequeños departamentos con nuestras familias, pero en toda la Tierra, un hecho presidía. Por un tiempo ya, esto es cada vez menos verdadero. Tal vez fue una ilusión desde el primer momento. Los ricos, como siempre las tendrán, tienen maneras de evadir las condiciones en las que el resto de nosotros vivimos, y de cómo aumentar su riqueza en el proceso. 

Lo más perturbador de esto, por supuesto, no es la noción de que este sea un epifenómeno de nuestro presente que se acabará, más bien que es un indicio de lo que viene. En algún momento, la pandemia terminará. Pero los efectos climatológicos del colapso climático, y su nexo complejo de crisis ecológicas, económicas, humanitarias, no se curarán ni con la vacuna más efectiva ni con el más exigente de los confinamientos. Es difícil imaginarse cómo se verá la realidad del futuro. Pero es menos difícil imaginarse a la siguiente generación de Kardashians publicando, en una plataforma que aún no se inventa, sobre lo privilegiados que son por haber evadido el mar que sube, y la humildad que sienten al ser recordados de ese privilegio. No es difícil imaginar cómo se sentirían tus hijos al respecto. 

*Mark O’Connell es un escritor de Dublín

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