‘Un cambio radical’: un dispositivo podría ayudar a combatir la guerra contra el derecho al aborto en EU ‘Un cambio radical’: un dispositivo podría ayudar a combatir la guerra contra el derecho al aborto en EU
Sarah Blesener/The Guardian

Joan Fleischman siempre tuvo clientas de todo el mundo que viajaban a su clínica privada de abortos ubicada en Manhattan. En las dos décadas que su clínica ha estado abierta, ha atendido a clientas de lugares como Irlanda, Bahamas y México, que no podían abortar en sus países de origen. En el último año, eso ha cambiado. Desde que en junio del año pasado se derogó el derecho federal al aborto en Estados Unidos, ahora es más probable que atienda a pacientes que viajan desde su propio país.

Con frecuencia proceden de Texas, a veces de Ohio o Florida. Algunas tienen vínculos con la ciudad, otras no. Después de muchos años prestando atención médica para el aborto, a Fleischman, de 60 años, estos viajes le siguen pareciendo impactantes.

“Normalmente, si alguien necesita una atención médica inusual, están dispuestos a volar por todo el mundo para conseguirla, como para una neurocirugía avanzada o algo parecido. Siempre me ha parecido increíble que la gente vuele hasta mí para el procedimiento más sencillo”.

Existe una razón por la que las personas vuelan para consultar a Fleischman. Ella practica abortos mediante la aspiración manual endouterina, es decir, utilizando un pequeño dispositivo manual para extraer el tejido del embarazo. El dispositivo es lo bastante cuidadoso como para que el tejido salga casi completamente intacto. Se trata de un procedimiento rápido y discreto que permite que la paciente entre y salga en menos de una hora.

Fleischman es cofundadora de MYA Network, una red de clínicas y doctores de atención primaria radicados en 16 estados. Creen que la herramienta podría suponer un cambio radical en manos de un mayor número de médicos de atención primaria, a quienes se esfuerzan por capacitar.

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Dispositivo utilizado para la aspiración manual endouterina (AMEU), que elimina el tejido del embarazo en las primeras fases del embarazo. Foto: Sarah Blesener/The Guardian

El momento oportuno para hacerlo, señalan, es ahora. El futuro de la mifepristona, una importante pastilla abortiva utilizada en más de la mitad de los abortos que se practican en Estados Unidos, se encuentra en entredicho debido a la demanda que interpusieron grupos antiaborto con el objetivo de anular la aprobación del medicamento por parte de la FDA. La misma Corte Suprema que el año pasado anuló el caso Roe vs. Wade podría determinar la decisión.

La aspiración manual no es algo nuevo: la utilizan muchas grandes clínicas de aborto en Estados Unidos. Sin embargo, esas clínicas se encuentran notoriamente saturadas. En 2020, antes de que se anulara el caso Roe vs. Wade, el 38% de las mujeres en edad reproductiva vivían en condados que carecían por completo de proveedores de servicios de aborto.

Especialmente en vista de la amenaza que supone la mifepristona, MYA Network cree que los médicos de atención primaria, que son mucho más comunes que los proveedores de abortos, se encuentran en una buena posición para ayudar.

No obstante, aunque más del 73% de los médicos de atención primaria consideran que la atención para el aborto forma parte de su ámbito de competencia, una pequeña parte –menos del 10%– de los médicos de atención primaria la prestan realmente.

La red tiene previsto presentar un plan de estudios en línea y cursos de capacitación presenciales sobre el procedimiento, algo que muchos de los médicos e instituciones que forman parte de la red ya han estado haciendo en sus propios estados.

“El número de médicos que podrían recibir esta capacitación sería ilimitado”, comenta Michele Gómez, cofundadora de la red de médicos MYA Network. “Hay muchos médicos allá afuera que quieren hacer algo para ayudar, pero que sencillamente no saben cómo, y esta información y este apoyo podrían ser un cambio radical”.

En su juventud, Fleischman solía sentirse comprometida. Cuando era adolescente, viajaba con frecuencia al extranjero para realizar trabajos de ayuda básica con un grupo de voluntarios, y sentía miedo y humillación a causa de la atención sexual no deseada que recibía. Ese fue el comienzo de su comprensión, tal como ella lo describe, sobre la constante vulnerabilidad con la que andan las mujeres.

A los 18 años, Fleischman ya había tenido su primer aborto, una experiencia que describe como rutinaria, incluso trivial. El embarazo se produjo cuando empezaba su primer año en la Universidad de Chicago, y fue la menor de sus preocupaciones. “Fue algo obvio. Me dije: ‘¿Embarazada? Nop, voy a ser doctora’. Así que fui a Planned Parenthood y me ocupé de ello”, explica Fleischman.

No fue hasta que empezó a practicar abortos que volvió a pensar en la experiencia. Fleischman tenía unos 30 años, vivía en Nueva York y ya se había titulado como médica de familia, cuando vio un anuncio en el que se ofrecía la oportunidad de enseñar a los médicos a practicar abortos quirúrgicos.

“Me di cuenta de que, después de todos esos años de preparación, nunca había llegado a ver un aborto. Había salvado vidas, había ayudado a la gente en plena crisis del SIDA. Había asistido partos. Esas son cosas que hace un médico de familia”, comenta. “Me dije: ‘¿Por qué? Eso es ridículo’. Ahí fue donde empezó la pasión”.

En 1995, Fleischman empezó a prepararse más y aprendió a practicar abortos en Planned Parenthood. Planned Parenthood –como señaló la propia Fleischman– es el lugar al que la gente “va para acabar con ello”. Es un salvavidas vital para muchas personas, ya que realiza cientos de miles de abortos cada año, muchos de ellos a clientas de bajos ingresos y sin seguro médico.

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La Dra. Fleischman en su consultorio en Nueva York. Foto: Sarah Blesener/The Guardian

Sin embargo, la eficacia de su servicio contrastaba con la formación de Fleischman como médica de familia, la cual hace hincapié en la importancia de la relación médico-paciente. Ella estaba acostumbrada a que esa relación implicara un cierto nivel de intimidad: su trabajo implicaba visitas al domicilio de los pacientes y entablar relaciones duraderas con ellos y sus familias.

Fleischman recuerda su capacitación en Planned Parenthood: “Las mujeres iban de un puesto a otro. Les sacaban sangre y después se sentaban en una pequeña sala de espera junto a otras personas. Les hacían el ultrasonido; se sentaban en otra pequeña sala de espera, siempre vestidas con batas de papel. Habían ayunado toda la noche anterior. Las atendía un asesor. Después estaban en una sala de espera más grande. Y entonces las llamaban por su nombre para que les realizaran la operación. El cirujano iba de sala en sala, practicando entre 50 y 60 abortos al día”.

Ella quería personalizar la experiencia. Que las pacientes pudieran acudir con sus parejas, que les explicaran detalladamente sus opciones y sus preocupaciones. “Simplemente me sentía tan desconectada. Me parecía que el médico en realidad era un técnico vaciando úteros”, continúa. “Me dije: ‘Quiero crear un modelo diferente. Quiero que las personas tengan una experiencia diferente cuando pasen por esto'”.

Como está aprendiendo Estados Unidos, siempre surgen dilemas éticos cuando se prohíbe el aborto: ¿qué hacer con la mujer que aparece en estado séptico tras un aborto autogestionado fallido? ¿Cómo tratar los embarazos que ponen en peligro la vida de la mujer y requieren una intervención, pero también un aborto? ¿Qué pasa con los casos de violación, incesto o niñas embarazadas?

Básicamente: ¿cuánto dolor está dispuesto a imponer el Estado a las personas cuando restringe la libertad reproductiva?

En Bangladesh, en cierto modo se dio respuesta a algunas de estas preguntas tras la guerra civil de 1971, durante la cual los soldados secuestraron a mujeres hindúes y musulmanas bihari y crearon campos de violación. Los embarazos producto de violaciones aumentaron vertiginosamente; en los años siguientes, también se dispararon los suicidios y la mortalidad materna. Los abortos, por supuesto, no dejaron de ocurrir. En 1978, cuando el aborto seguía siendo ilegal, se practicaron en el país aproximadamente 800 mil abortos, que causaron alrededor de 8 mil muertes.

La “regulación menstrual”, como llegó a conocerse –utilizando la misma técnica de aspiración manual que utiliza actualmente Fleischman– se convirtió en una especie de laguna legal, que permitía la práctica de abortos seguros en las primeras etapas del embarazo.

Ya en 1974, la regulación menstrual era legal y, en 1979, Bangladesh comenzó a ofrecer el procedimiento a través de su programa nacional de planificación familiar.

Ahora, uno puede caminar por una calle concurrida de Bangladesh y encontrar un cartel que anuncia la regulación menstrual en un país donde, al menos de manera oficial, el aborto solo está permitido en situaciones que pongan en riesgo la vida. Una mujer simplemente entra y explica que no le ha bajado la menstruación. No se realiza una prueba de embarazo antes de la intervención, y nadie se lo pide. Siempre y cuando acuda al médico antes de las 12 semanas, ellos le “restablecerán la menstruación”.

“Se trata simplemente de una política inteligente, un guiño y un gesto: todo el mundo sabe lo que pasa. Es una especie de reconocimiento de que las mujeres necesitan estos cuidados”, comenta Bill Powell, científico médico senior de IPAS, una organización internacional que capacita a profesionales médicos de todo el mundo en el uso de la aspiración manual. También les otorga a los médicos facultades de discreción sin infringir explícitamente la ley.

“Ellos dicen: ‘Sé que si no le proporciono esta atención, esta mujer se irá y hará algo que no es seguro, y regresará a mi establecimiento mal, necesitando atención de emergencia, así que, por tanto, le estoy salvando la vida al proporcionarle este procedimiento'”, explica Powell.

Fleischman, que trabajó en Bangladesh en su juventud, y sus colegas de MYA Network insisten en que solo proponen que se utilice la aspiración manual de forma legal en Estados Unidos: para la atención para el aborto, cuando es legal, y para la gestión de abortos naturales, cuando no lo es. Sin embargo, su uso en entornos médicos ordinarios podría suponer una oportunidad radical en Estados Unidos, señala, ya que incrementaría el número de médicos que pueden realizar fácilmente el procedimiento hasta las 12 semanas.

Otros promueven esta idea de un modo un poco distinto: cualquier persona puede aprender a utilizar un dispositivo de aspiración manual y gestionar sus propios abortos, argumentan algunos activistas. La opción de la autoaspiración ofrece otras ventajas, como prescindir del intermediario en un contexto en el que los médicos tienen cada vez más miedo de prestar atención médica para el aborto, y proporcionar a las personas autoconocimiento cuando el futuro del acceso al aborto no es claro.

Fleischman comprende la necesidad del aborto autogestionado, especialmente en lugares donde el procedimiento es ilegal. No obstante, cree que, después de recibir atención médica, las personas siempre deberían poder realizar un seguimiento con un médico que conozca su caso si algo sale mal, o aunque no salga mal.

Le consterna que la gente viva en un ambiente en Estados Unidos en el que puede no tener esa posibilidad; en el que la gente puede estar demasiado asustada como para buscar ayuda; y en el que puede sufrir complicaciones sola en los pocos casos en los que algo sale mal.

En los estados en los que el aborto es legal, la aspiración manual ofrece la oportunidad de tratar el aborto como si fuera un asunto de medicina general, en lugar de algo que se encuentra relegado a las clínicas de aborto, que son visibles, poco numerosas y están constantemente amenazadas.

La demanda presentada por los grupos antiaborto contra la aprobación por parte de la FDA de la mifepristona –uno de los dos medicamentos abortivos utilizados en más de la mitad de los abortos practicados en Estados Unidos– se resolverá casi con toda seguridad en la Corte Suprema. La incertidumbre sobre su futuro, argumenta Fleischman, puede convertir la expansión del uso de la aspiración manual en un factor crítico para preservar la atención médica para el aborto y para el aborto natural.

Es posible que algunos proveedores opten por practicar abortos utilizando únicamente el segundo medicamento, el misoprostol. Sin embargo, los abortos realizados únicamente con misoprostol son un poco menos eficaces y suelen requerir más atención en caso de abortos incompletos.

Eso podría suponer una sobrecarga para las ya saturadas clínicas de aborto, que probablemente tendrán a más personas llamando a sus puertas tanto para abortos quirúrgicos como para atención posterior.

Por otra parte, con la aspiración manual, los médicos pueden estar casi seguros de que el procedimiento ha finalizado con éxito antes de que la paciente salga del estado.

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‘No existe absolutamente ninguna razón por la que esto no debería formar parte de la medicina habitual’. Foto: Sarah Blesener/The Guardian

Y en los estados que lo prohíben, los médicos podrían recibir capacitación para utilizar el dispositivo para tratar abortos naturales. “Es útil incluso cuando no está permitido practicar abortos inducidos… (para tratar) abortos naturales o espontáneos”, explica Ian Bennett, médico de familia que forma parte de MYA Network y es profesor en la Universidad de Washington.

Bennett capacita a varias docenas de estudiantes al año en la práctica de la aspiración manual, enseñándoles el procedimiento como parte de su formación médica regular, y señala que los estudiantes buscan activamente esta formación en el nuevo contexto post-Roe.

Los estudiantes “eligen programas en los que la atención médica para el aborto está integrada en su formación, incluso por encima de otros más prestigiosos”, comenta.

Los médicos que trabajan en zonas limítrofes con estados que prohíben el aborto y que, como consecuencia, han experimentado un gran aumento de la demanda de servicios de aborto, también son un objetivo de su formación, al igual que “las regiones republicanas de los estados democráticos”, explica Gómez.

Los médicos de los estados donde el aborto es legal que quieran hacer algo para combatir la guerra contra el aborto podrían hacerlo fácilmente integrando el aborto en sus prácticas, señalan Fleischman y sus colegas. “Se hace en un par de minutos”, explica Fleischman.

“Cuando está hecho, sabes que está hecho. Hay muy pocos problemas de sangrado. Entras en un consultorio y, una hora después, está resuelto. Recibo a personas que vuelan desde Dubai para realizarse este procedimiento. Programan la cita, vienen y se van esa misma tarde”, continúa.

“No existe absolutamente ninguna razón por la que esto no debería formar parte de la medicina habitual”.

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