Los ataques con ácido no te hacen la víctima que el Estado busca: María Elena Ríos

María Elena Ríos recuerda su último momento de plenitud antes que atentaran contra su vida con un ataque de ácido. Había terminado su relación sentimental, se preparaba en la música porque quería actualizarse para entrar a la Facultad de Música en la UNAM. Estaba en Huajuapan de León, Oaxaca, era verano y caía una lluvia muy tenue. Se preparó un café y puso música de Erik Satie. El vapor del café empañaba sus lentes mientras ella se sentía plena, tan ella, tan independiente. Sintió que lo tenía todo.

Salía de una historia donde la violencia siempre fue en escalada. La violentaron física, psicológica, digital y sexualmente. Eso no fue todo, en su relación también recibió una amenaza feminicida: “No puedes dejarme porque eres mía, si no, te mato”, le dijo Juan Antonio Vera Carrizal. Con eso ella supo, de alguna manera, que querían terminar con su vida.

Días después de la lluvia, el 9 de septiembre de 2019, un hombre entró a la agencia de viajes que tenía en su casa y ella escuchó como sentencia: “Muérete, maldita desgraciada, hasta aquí llegaste”, mientras el 90% de su cuerpo comenzaba a abrirse como efecto del ácido sulfúrico que le corría por el cuerpo.

El ataque con ácido sólo fue el principio de mucha más violencia.

Horas después del ataque, estaba en una cama de hospital sedada por el dolor cuando la despertaron para hacer una declaración y le pidieron la descripción del autor material del delito. Malena, como le dicen de cariño, comenzó a declarar en un estado completo de dolor, dio una descripción detallada: rostro, complexión y todas las características que su memoria pudo recabar.

El Ministerio Público la escuchó y luego preguntó:

—¿Y cómo estás segura?

—Porque me quiso matar —respondió María Elena.

María Elena dice que es mala para recordar los nombres, pero jamás podría olvidar el rostro de la persona que trató de matarla.

‘El Sistema Judicial está podrido‘

Juan Antonio Vera Carrizal, autor intelectual del ataque con ácido en contra de María Elena, fue detenido el 6 de abril de 2020. El agresor es exdiputado local del PRI y también empresario gasolinero, se le ha asociado con lavado de dinero y huachicol, como le llaman al robo de combustible a través de pinchar ductos de la empresa Pemex.

La historia no termina con el agresor en la cárcel. En el proceso judicial de María Elena, ella ha denunciado amenazas, corrupción, arbitrariedades y dilaciones. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) atrajo el caso de la comisión local en 2020 y solicitó medidas cautelares para salvarguardar la vida, seguridad e integridad personal de María Elena, como víctima de violencia de género por quemadura con ácido.

María Elena también expone lo poco que se habla sobre el derecho a la salud. Los primeros servicios de atención médica que recibió fueron muy deficientes y destaca el elevado costo de los tratamientos. Ella cuenta que en los primeros injertos que le practicaron en Oaxaca su piel se pudría, para recibir mejor atención fue trasladada al Hospital Nacional de Rehabilitación para Quemados ubicado en la Ciudad de México y ahí comenzó a sanar.

Sanar es también un derecho, aunque para María Elena eso ha sido considerado como un lujo por las autoridades a cargo de brindar esa atención. El Gobierno de Oaxaca “violentó mi derecho como víctima en la Ley General de víctimas, al derecho a seguir mejorando”, dice María Elena y cuenta que Alejandro Murat, exgobernador de estado, “fue a decirle a la CNDH que como toco el saxofón y bailo, se nota que tengo excelente salud física y mental, por tanto, yo ya tengo una calidad de vida buena, suficiente”.

María Elena y su saxofón han estado en los escenarios y eso no ha sido visto con buenos ojos. Lo vivió con su agresor cuando le decía que esas actividades eran muy liberales y que seguro terminaban en drogas y orgías. Lo vive ahora desde la mirada de las autoridades. Ocurre todo lo contrario, para ella tocar y subirse a los escenarios ha sido muy sanador y defiende: “Cuando toco es como una mujer con su espada. Esa es mi espada“.

Y es que la mujer saxofonista ha decidido pelear sus batallas con otras cosas que no son la violencia. Malena ha decidido por el arte.

Abajo del escenario vuelve a la batalla y dice: “No sé cómo le voy a hacer, tengo que seguir, eso lo tengo muy claro, pero sí es muy cansada esta batalla, son tres años y medio, carajo, está a los ojos de todos la verdad y es tan cínico el Poder Judicial”.

Para ella, el Sistema Judicial está podrido. Lo constató con el primer amparo que se resolvió en el 2023, cuando el juez de Control Teódulo Pacheco Pacheco otorgó prisión domiciliaria a Vera Carrizal con conocimiento de que no había condiciones porque su caso se trataba de un feminicidio en grado de tentativa.

María Elena acusa al juez de un desconocimiento total del sistema penal acusatorio. “La Suprema Corte de Justicia lo dice bien clarito: todos tienen el derecho después de dos años, si su proceso no avanza, pero cuando se trata de delitos graves, no. Ellos piensan que matar a una mujer no es grave”.

Ese sería el primero a resolver de una lista de 11 amparos pendientes. Los temas son diversos: la reclasificación del delito de tentativa de feminicidio a lesiones y le quieren retirar a María Elena la reparación del daño. Los otros amparos tienen relación con los demás implicados.

En el ataque “violencia ácida” participaron cinco personas: Juan Antonio Vera Carrizal y su hijo, Juan Antonio Vera Hernández, ambos, autores intelectuales del delito, el último se encuentra prófugo hasta el día de hoy.

El amparo que interpuso Rubén Charrez, extrabajador de Vega Carrizal y quien pagó por la agresión, es considerado como el tercer autor intelectual. Él solicitó su libertad por la violación de sus derechos humanos, sustentando que sufrió tortura en la ejecución de la orden de aprehensión.

Con los mismas razones de tortura, Rubicel H. y Ponciano H., autores materiales del ataque de ácido, cuentan con tres amparos. Y aunque Ponciano H. murió el 2 de abril de 2021, la instancia también se tiene que resolver.

Para María Elena, este es “un cuento de nunca acabar porque se te va la vida ahí”. Ella solo quiere se termine la pesadilla.

Malena no es la víctima perfecta

El camino hacia el acceso a la justicia ha sido muy complicado desde el primer momento. María Elena dice: “El Estado te motiva todo el tiempo a ser esa víctima que ellos necesitan para que su mundo sea funcional” y que lo esperado las víctimas es ser esas mujeres que no denuncian, a las que se las traga la tristeza en el silencio y el miedo por sus cicatrices y las deformaciones.

Ella reconoce que jurídicamente sí llevan el adjetivo de víctima, pero que quiere que se entienda que ellas son las sobrevivientes y que su momento está en “denunciar, evidenciar, hablar y gritar”.

El 31 de enero pasado se presentó ante el pleno del Congreso de la Ciudad de México una iniciativa de ley nombrada Ley Malena por María Elena Ríos, que es un conjunto de reformas que derogan y modifican el Código Penal local y la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de la CDMX.

La iniciativa de ley busca tipificar la “violencia ácida” con consecuencias físicas, sociales y psicológicas, además de que se le considere como feminicidio en grado de tentativa. Actualmente los ataques de ácido son considerados como violencia física y lesiones. Busca también que responsabilice al Estado para la reparación integral del daño y que se otorguen penas ejemplares como en el caso del delito de feminicidio.

De la Ley Malena se espera que los congresos locales inicien la discusión, pero María Elena tiene los ojos puestos en la federación. Su sueño es que exista una ley federal. Ella tiene clara su participación en la legislación, mientras charla con La-Lista, enumera todas las sustancias y elementos con los que puede ser atacada una mujer y no tarda en incluir los cables de alta tensión. Pero hay también otras cosas que le importan, como la inclusión de las personas trans en la ley o que las denuncias a los servidores públicos por corrupción tengan la consecuencia de no volver a ocupar cargo alguno.

La iniciativa de ley fue presentada por la diputada Marcela Fuente, del grupo parlamentario de Morena, pero María Elena ha sido muy clara con las legisladoras que se han acercado a ella y les ha dicho: “Yo no soy de ningún partido (…), yo me represento”.

Por otro lado, se ha reconocido la iniciativa como Ley Malena pero eso no la hace sentir honrada. “Creo que asociarlo solamente a mí es injusto porque somos miles”. María Elena sabe que hay mujeres que han sido atacadas con ácido a las que la justicia no les ha llegado en 20 años.

Los ataques de ácido son un problema en México

La Fundación Carmen Sánchez MX, dedicada a la prevención, atención, acompañamiento e investigación sobre los ataques con ácido u otras sustancias corrosivas a mujeres mexicanas por situaciones relacionadas con la violencia machista, reporta que aunque no hay cifras oficiales sobre el número de ataques con ácido contra las mujeres, ellas llevan un registro de 28 víctimas en las últimas dos décadas.

En su página de Facebook reportan que en 2022, al menos 222 mujeres fueron amenazadas con ser agredidas con ácidos o sustancias químicas según cifras del Banco Nacional de Datos e Información sobre Casos de Violencia contra las Mujeres (Banavim).

En el mismo periodo, según datos del Sistema de Análisis Dinámico de la Información de la Secretaría de Salud Pública, se registraron 105 mujeres víctimas de agresiones con sustancias químicas y sólo 28 de estos ataques, fueron denunciados ante un Ministerio Público.

María Elena está llena de fortaleza

El proceso personal de María Elena con su cuerpo ha sido largo. Ella recuerda que en algún momento pensó: “soy una asco, me odio, maldita sea, cómo no me mató de una vez”, pero también comparte que en múltiples ocasiones le ha tenido que pedir perdón a su cuerpo, “porque es tan fuerte que ha soportado tanto dolor y todavía me permite habitarlo”.

Sin importar las cicatrices que porta en su piel, se siente bonita y subraya que para ella “la belleza es la fortaleza que puede tener una mujer”.