Joe Arpaio: el colapso tras los perdones de Donald Trump
Joe Arpaio se postuló para su antiguo trabajo como alguacil en las primarias republicanas, pero nuevamente perdió. Fotografía: Ross D Franklin / AP

El final de agosto de 2017 tenía que ser un momento de celebración para Joe Arpaio. El antiguo sheriff del condado de Maricopa acababa de recibir el primer perdón presidencial de Donald Trump, después de que se le encontró culpable de desacato criminal de la corte.

El perdón significó que lo salvaron de una sentencia federal que pudo haber incluido hasta seis meses de cárcel. Durante una cena familiar en un restaurante local la noche que lo recibió, apenas y comió de su linguini con almejas y calamares. Estaba muy ocupado respondiendo a las felicitaciones telefónicas y a las preguntas de los medios.

Pero el perdón de Trump no pudo redimir el sello político de Arpaio, quien entonces tenía 85 años y alguna vez fue conocido como “el sheriff más rudo de Estados Unidos”, y tampoco sería útil para la popularidad a largo plazo del presidente en Arizona. El electorado de Arizona estaba cambiando a toda marcha. Las leyes de migración extremas en el estado y el estilo de aplicación de Arpaio (que para ambos casos, las cortes federales encontraron algunos aspectos inconstitucionales) inspiraron un enérgico movimiento de resistencia desde las bases que reformó la política del estado.

En lugar de que el perdón de Trump limpiara su reputación, Arpaio fue recibido con enormes críticas. “Tengo dos títulos nuevos ahora”, nos dijo Arpaio, semanas después del perdón. “ ‘El sheriff deshonrado’, eso es en todos lados ‘sheriff deshonrado’. Y el otro es ‘racista’ … Perdí el título del ‘sheriff más rudo de Estados Unidos’ “.

Elegido como sheriff del condado de Maricopa (que incluye a Phoenix y además es el condado más poblado de Arizona) en 1992, Arpaio llegó a ser uno de los políticos más populares del estado.

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Él creció en Springfield, Massachusetts. Su padre, Ciro Arpaio, ciudadano italiano, migró a Estados Unidos en la década de 1920, durante una época en que muchos estadounidenses veían a los inmigrantes italianos como propensos a la delincuencia, portadores de enfermedades, ladrones de empleos, inestables, morenos e invasivos.

De niño, dijo Arpaio, sufrió abusos antiinmigrantes y pretendió ignorarlos. Eso es lo que se hacía entonces, dijo.

El hijo del inmigrante creció para convertirse en un aplicador irredento de las leyes de migración, cumpliendo con las giras políticas que la creciente base de votantes republicanos en Arizona apoyaba. Sus subordinados ayudaron a entregar decenas de miles de migrantes al ICE para ser deportados. Hicieron arrestos de trabajadores, redadas en los negocios para atrapar a los empleados inmigrantes no autorizados que trabajaban con documentos falsos, e invadieron los vecindarios donde arrestaron a conductores indocumentados y pasajeros encontrados después de detener autos por infracciones de tránsito menores.

Sus tácticas ayudaron a nutrir el clima de furia contra los inmigrantes mexicanos en el condado de Maricopa, no tan distinto del odio antiinmigrantes que él experimentó de primera mano. Arpaio lanzó una línea telefónica de inmigración en 2007 “para que los ciudadanos reportaran a los extranjeros ilegales”. Los registros de la oficina del sheriff muestran que la movida desató una enorme ola de reportes.

Los residentes del condado querían que Arpaio investigara a sus vecinos migrantes y echara un vistazo a un McDonald’s donde los empleados hablaban español sospechosamente. Un llamador anónimo expresó su deseo de “dispararle” a un activista nacido en México que era uno de los principales críticos de Arpaio, “si pudiera salirse con la suya”.

Las amargas guerras de inmigración en Arizona, y el papel de Arpaio en ellas, ayudaron a su sello político, al menos por un tiempo. Fue reelegido para un quinto periodo (su último), en 2012 cuando tenía 80 años. Pero su postura con los inmigrantes lo llevó a su colapso político en el siguiente ciclo electoral.

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La gente protesta contra el ex alguacil Joe Arpaio frente a la oficina del alguacil del condado de Maricopa en Phoenix, el 25 de mayo de 2016. Fotografía: Ross D Franklin / AP

En 2016, un movimiento de base liderado por latinos, que había pasado los últimos diez años protestando contra las tácticas del sheriff, recolectando evidencia para las demandas, impulsando a las comunidades migrantes para que conocieran sus derechos, y registrando a nuevos electores, enfocó su energía en una de sus más grandes estrategias de movilización de electores hasta ahora. Las personas jóvenes, que crecieron con miedo de que los oficiales de Arpaio deportaran a miembros de sus familias, alcanzaron la edad para votar.

Al mismo tiempo, los republicanos moderados, irritados por las crecientes cuotas legales y controversias de Arpaio, respaldaron a su retador demócrata. Incluso cuando los votantes del condado de Maricopa ayudaron a elegir a Trump, rechazaron a su sheriff de muchos años.

Mientras tanto, Arpaio se enfrentaba a consecuencias legales. Durante los años, Arpaio ignoró la orden de un juez federal que le prohibía a su departamento detener a inmigrantes indocumentados que no eran sospechosos o acusados de crímenes, y entregarlos para su deportación.

En 2016, el departamento de justicia de la administración de Obama anunció sus planes para enjuiciar a Arpaio por desacato criminal de la corte.

El perdón de Trump en 2017 le dio un poco de alivio, y esperanzas de un renacimiento político. “Lo adoran en Arizona”, le dijo Trump a los reporteros sobre Arpaio días antes del perdón. “El sheriff Joe protegió nuestra frontera. Y el sheriff Joe fue maltratado por la administración de Obama, especialmente antes de la elección, una elección que hubiera ganado”.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que los expertos legales, las editoriales de los periódicos y los historiadores alzaran la pluma para contraatacar, etiquetando el perdón como un abuso de poder, una ofensa enjuiciable, inconstitucional, un mensaje codificado para los supremacistas blancos en la base de Trump, amiguisimo o una combinación de todos.

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“El perdón de Trump eleva de nuevo a Arpaio al panteón de aquellos que ven el racismo institucional como algo que hace grande a Estados Unidos”, decía una editorial del Arizona Republic.

El mismo texto decía que el veredicto de un juez federal contra Arpaio era “una dosis de justicia bien ganada para un sheriff demasiado extravagante que mostró poco respeto por la constitución mientras aparecía en los noticieros nacionales como un duro opositor de la inmigración, mientras dejaba que los crímenes verdaderos quedaran irresolutos”.

Los noticieros examinaron varios años de coberturas negativas sobre Arpaio, incluyendo una demanda federal colectiva presentada una década antes, en la que los automovilistas latinos del condado de Maricopa mostraron que las tácticas de antiinmigrantes de Arpaio violaron sus derechos civiles y resultaron en caracterizaciones raciales.

Para septiembre de 2017, parecía que las controversias dejaron a Arpaio sorprendido, enfadado y escandalizado.

“No soy racista”, nos dijo. “Ustedes lo saben. Todo el mundo lo sabe”.

Cuando Arpaio revisó su email, dijo, encontró un mensaje que lo llamaba un “Enfermo. Sádico. Y vil criminal depravado”, y expresaba deseos crueles y violentos. Otra carta utilizaba insultos antiitalianos para referirse a él como “una albóndiga de mierda”, y expresaba los deseos del autor de “orinar en tu maldita tumba bachicha”.

En enero de 2018, Arpaio anunció que iba a postularse para ocupar un puesto en el senado durante las elecciones de aquel año. Pero ya había perdido a su leal base republicana. Quedó en tercer lugar de tres candidatos en las elecciones primarias del GOP.

Aunque Arpaio quedó fuera de las elecciones de 2018, su legado continuó influenciando a activistas y electores. De 2014 a 2018, las cifras de electores en Arizona crecieron del 32% al 49%. En esos cuatro años, varios activistas latinos que se organizaron contra Arpaio y contra las leyes migratorias extremas de Arizona, ganaron puestos como demócratas en la cámara estatal de Arizona, con lo que minaron la mayoría de los republicanos. El voto latino ayudó a la demócrata Krysten Sinema a derrotar a la republicana Martha McSally por el lugar en el Senado que Arpaio quería.

Algunos de los organizadores le atribuyen al crecimiento de electores latinos la derrota de Arpaio.

Alejandra Gomez, una activista mexicoamericana que trabaja con Living United for Change en Arizona, y quien ayudó a movilizar electores en 2016 y 2018, dijo que ver perder a Arpaio y la aprobación de un proyecto de ley para aumentar el salario mínimo ayudaron a convencer a algunos votantes primerizos, durante el ciclo electoral siguiente, de que el acto de votar puede hacer la diferencia.

“Con cada paso decimos que pelearemos por nuestra comunidad. De este modo, de hecho lo logramos”, dijo Gomez.

Esa misma inercia, predijo Gomez en su momento, terminaría por filtrarse en el siguiente ciclo presidencial en 2020.

“Demostramos que es posible derrotar a alguien como Arpaio, y que entonces también es posible derrotar a alguien como Trump”, dijo.

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Aún así, las ambiciones políticas de Arpaio no se habían agotado. En 2020 se postuló para su antiguo puesto como sheriff durante la primera ronda electoral de los republicanos. Visitó todo el condado durante su campaña con un autobús estampado con una foto de él con Trump y el eslogan “Make Maricopa County safe again”. La competencia estuvo cerrada, pero volvió a perder.

Mientras tanto, los organizadores de base que aprendieron a inspirar a otros electores en su lucha contra Arpaio canalizaron su energía para movilizar a los electores de color.

Por un pequeño margen, los residentes de Arizona eligieron a un demócrata para presidente por segunda ocasión desde 1952, con lo que ayudaron a concretar la victoria de Biden y la derrota de Trump. El demócrata Mark Kelley ganó la competencia por un lugar en el senado.

Maria Castro, una activista mexicoamericana de 27 años que comenzó a registrar electores latinos en el condado de Maricopa cuando iba en preparatoria en 2011, se dio cuenta de que las personas tras las puertas que tocó en 2020 solían estar inusualmente emocionadas por votar.

“Durante esta ocasión, las personas decían ‘Sí, estamos listos para deshacernos de Trump’ “, nos dijo Castro. “Creo que la derrota de Arpaio hizo tangible que podemos derrotar a los villanos que aterrorizan nuestros sueños”.

Arpaio, quien ahora tiene 88 años, puede haber perdido sus últimas tres elecciones, pero aún conserva esperanzas de que lo mismo no sucederá con el hombre a quien llamó “su héroe”, Trump. “Perdí, volví y competí de nuevo”, nos dijo Arpaio. “Entonces me gustaría verlo postularse de nuevo”.

Jude Joffe-Block y Terry Greene Sterling son autoras de DRIVING WHILE BROWN: Sheriff Arpaio versus the Latino Resistance, un nuevo libro que cuenta la historia del ascenso y la caída de Arpaio como sheriff del condado más poblado de Arizona y de la determinada resistencia latina que luchó contra sus tácticas inconstitucionales.

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