El tramo subterráneo de la Línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo Metro reabrirá sus puertas este domingo 15 de enero. A casi dos años del colapso del tramo elevado entre las estaciones Olivos y Tezonco, las personas usuarias de esa ruta exigen seguridad, un medio de transporte eficiente y la certeza de que no vuelva a pasar. 

Esta reapertura contempla solo nueve de las 20 estaciones que conforman la línea dorada, de acuerdo con el Gobierno de la Ciudad de México (CDMX), se prevé que beneficie a más de 172 mil personas que actualmente utilizan medios alternos como los vehículos de la Red de Transporte Pasajero (RTP) y el Metrobús. 

El 3 de mayo de 2021, el tramo elevado de la Línea 12 ubicado entre las estaciones Olivos y Tezonco se colapsó cuando un convoy pasaba por las vías dejando como saldo más de 26 personas muertas, casi 100 lesionadas y, hasta ahora, ningún responsable encarcelado.

El miedo persiste a pesar  de que el tramo que va a reabrir solo es el subterráneo. La parte elevada que se colapsó el 3 de mayo de 2021.

La-Lista preguntó a personas usuarias cómo ha sido vivir el cierre de la Línea 12, cómo ha impactado en sus vidas, qué significará la reapertura de la parte subterránea y qué le dirían a los responsables del accidente.

‘Pierdes la libertad de vivir la ciudad’

Melany Cangas Ramos es una estudiante de la Facultad de Arquitectura de la UNAM y reconoce que gracias a la línea 12 conoció la ciudad. 

“Cuando entré a la prepa me daba mis escapadas a Coyoacán y me quedaba súper bien la estación Eje Central, este medio de transporte me dio la libertad de conocer la ciudad y de pedirle a mi mamá más tiempo para estar fuera porque no tomaba el camión (porque ahí asaltan con frecuencia). De cierta forma, el metro es más seguro”, dice la futura arquitecta de 23 años que vive a una cuadra de la estación Calle 11, en Iztapalapa. 

Sin embargo, esta libertad la perdió después del accidente de 2021, pues los tiempos de traslados se duplicaron. “No solo la pandemia nos alejó de las calles, porque (ahora) pienso más si realmente tengo que salir a la calle o no. De cierta forma pierdes la libertad de vivir la ciudad por todo lo que involucra salir de un punto a otro”, explica Melany. 

Para ella, quien ha crecido en esa zona de la capital, la construcción de una línea del metro significó la reducción de los traslados de dos horas a media hora, y contar con un medio de transporte más económico. 

En 2016 entró a la Facultad de Arquitectura y, para llegar, usaba la línea dorada de la estación Calle 11 hasta Zapata, para transbordar a la línea 3, que va de Indios Verdes a Universidad, y bajar en Copilco. Este traslado le tomaba poco menos de una hora y 10 pesos en total. 

Nunca imaginó que el accidente del 3 de mayo de 2021 fuera a suceder. “Después del accidente pensé que era patético, ¿de verdad está pasando? Parte de la formación de arquitecta fue pensar cómo es que se cayó, qué fue lo que falló, dónde estuvo el error. Después me ‘cayó el 20′ de que tenía que buscar otros medios de transporte”, cuenta. 

Llegar a la escuela se convirtió en caos total lleno de estrés. Melany explica que los trayectos que antes no pasaban de una hora se convirtieron en otros de dos horas. “Ya no puedo llegar tan noche y más con este horario, cosa que cuando estaba el metro no pasaba”, relata.

Ha buscado otras rutas, pero en ninguna se hace menos de dos horas y los precios de traslados rondan los 30 pesos al día. Pero no ha sido el único efecto, además de perder cierta libertad, también dejó las clases de portugúes en Ciudad Universitaria

“Solo tomaba una hora diaria de clase en la escuela y me tomaba cuatro horas el trayecto, aguanté un mes y después fue muy estresante y decidí dejar la materia y optar por francés en línea”, explica Melany, además, cuando tiene que ir a la facultad, sale de su casa con tres horas de anticipación para llegar sin prisas. 

Para ella, la reapertura del tramo subterráneo será beneficiosa porque podrían reducirse los tiempos de traslado, aunque reconoce no saber si tiene confianza. “El estar estresado por los trayectos te da un sentimiento de que, en algún momento, nos vamos a morir y no sabemos en dónde y pues, si toca, toca. Es un: ‘necesito llegar a ese lado, pues usaré la línea, más allá de si se ve fuerte o no’”, señala. 

Aunque explica que es complicado señalar a un responsable del colapso de la Línea 12, está segura que los accidentes de la Línea 12 y la Línea 3, registrado el 7 de enero, deja como lección que todos los involucrados en estas obras deben hacer su trabajo bien porque están en juego vidas humanas.

‘Pude haber sido yo’

Evelyn Fajardo Salinas siempre ha vivido por la zona de Iztapalapa y Tláhuac, y nunca olvidará que, mientras se construía la Línea 12, un vecino le contó que esa obra era un caos, estaba mal hecha y llena de corrupción, pues, según él, había conocido a un ingeniero que participó y quien, de un día a otro, sus bienes aumentaron: casa, camioneta, hijos en escuela particular. Evelyn no lo creyó. 

“Algo que yo admiraba mucho de esa línea eran los atardeceres que se apreciaban preciosos, pero siempre me inquietaba que justo en el tramo que se cayó, de Olivos a Tezonco, vibraba muchísimo el tren”, recuerda. 

Cuando inició la pandemia, en 2020, Evelyn, de 33 años de edad, decidió mudarse cerca de la estación Nopalera de la Línea 12, a unos metros de donde fue el accidente, por la facilidad de acceso al metro, contemplando que regresara de forma presencial a su empleo, ubicado en el extremo poniente de la línea, por la estación Mixcoac

“Pensé que me quedaba súper bien, pero, al final, ni regresé a trabajar y luego vino la caída”, cuenta la diseñadora de cursos y maestra de yoga.

Aunque Evelyn usó poco tiempo la Línea 12, le ayudaba para ir a dar clases de yoga, hacer ejercicio o visitar a su mamá, sus traslados tomaban desde los 20 minutos hasta no más de una hora, dependiendo las distancias.  

Todos los lunes, Evelyn y su novio comen o cenan fuera de casa para no tener que cocinar. El lunes 3 de mayo de 2021, día en que ocurrió el colapso, no fue la excepción. Se trasladaron a la plaza Las Antenas, ubicada cerca del metro Periférico Oriente, a cuatro estaciones de donde Evelyn vivía y compraron pasta para llevar.

Siempre usaban la Línea 12, pero ese día tenían hambre y ganas de volver a casa para ver una película, por lo que prefirieron tomar un taxi. Pasaron por la zona del siniestro unos minutos antes de que ocurriera. 

“Un amigo nos habló para saber si estábamos bien y nos dijo que el metro se había caído. Vimos las noticias y ya ni cenamos”, dice, “quedé en shock porque lo íbamos a usar”. 

De esa noche, aún recuerda el sonido de las ambulancias, los helicópteros, los rostros de los vecinos preocupados. “Fue muy impactante, me sentí muy cerca, pude haber sido yo”, narra. Después del impacto, llegaron los largos tiempos de traslados.

“Cuando me decían que tenía que salir, yo decía: ‘no, por favor’. Era horrible porque llegué a pasar desde una hora hasta tres horas y media atorada en el tráfico, las largas filas que se hacían para tomar el RTP y el Metrobús, era un desgaste mental y de tiempo, ese fue el motivo para mudarme, pese a que yo estaba contenta ahí”, cuenta. 

Evelyn se mudó de Tláhuac hace seis meses, un hecho que mejoró su calidad de vida y su ánimo. Actualmente, vive en Iztapalapa, por el metro Constitución de 1917, muy cerca del Periférico.

“Yo no confío (en la seguridad Línea 12), para que me vuelva a subir va a estar muy difícil, afortunadamente ya no la tengo que usar”, dice, “les diría (a los responsables) que ojalá puedan dormir tranquilos porque esas muertes las llevan en la consciencia”.

Ella, al igual que muchos usuarios que se transportan en el metro, espera que una tragedia como la de la Línea 12 o la Línea 3 no vuelva a ocurrir. “Yo espero eficiencia, que pueda sentirme segura en todos los aspectos, lo exijo porque pago impuestos y porque tengo derecho como ciudadana a tener un transporte digno, seguro y eficaz, y la certeza de que no vuelva a pasar”.

Síguenos en

Google News
Flipboard