La pregunta de Don Luis H. Álvarez
Foto: jaimegarciachavez.mx

México tiene prisa de que resurja una oposición fuerte, inteligente y responsable. Ése es el ánimo que se respira por todos lados. La acelerada erosión de la vida pública le imprime sentido de urgencia. Los ciudadanos simplemente no conciben por qué sigue vacío el espacio de la alternativa ¿El problema es la desunión interna de los partidos? ¿Su indolencia para reparar su bien ganado desprestigio? ¿El divorcio entre los políticos y los ciudadanos? ¿La falta de un líder con carisma suficiente para contrastar cara a cara con López Obrador?

En ese desconcierto, la coalición de los tres partidos históricos se asomó como la vía electoral de coyuntura para defender la trinchera de la pluralidad y reactivar los contrapesos. Esta suerte de “único camino posible” tendría, además, la vocación de unir hacia adentro, incluir a los de afuera, coordinar mejor a los distintos. El pragmatismo de la competitividad suele ser convincente en política: las probabilidades aumentan en la suma de debilidades individuales. Evitar el desastre, sobrevivir, justifica los medios.

Pero como algunos hemos alertado, la coalición opositora debe verse en el espejo del fallido Frente por México de 2018. Sin un auténtico propósito de relegitimación de la política, sin una cuidadosa e inclusiva selección de liderazgos, sin una apuesta audaz por representar algo más que la frustración y la ira antilopezobradorista, la coalición terminará como su antecesora: en acomodos de candidaturas entre los grupos que monopolizan las burocracias de los partidos o que huyen del desahucio.

“¿Qué vas a hacer tú por México?”, nos dijo Don Luis H. Álvarez a un grupo de jóvenes en una pequeña reunión en Ciudad Juárez, el día que lo conocí: “¿Qué estás dispuesto a dar, a sacrificar, a perder? No creo que exista otra pregunta que resuma mejor el sentido de la política. Tampoco otra que entrañe la complejidad de definirse por algo más trascedente que el interés propio ¿Por qué debo hacer mía la enfermedad, la ignorancia, la vulnerabilidad, la exclusión de quien no conozco? ¿Qué sentido tiene el privilegio del poder si no es el dolor que no siento? ¿Dónde la procura del poder deriva en mezquina ambición?

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No habrá oposición en México a menos que los partidos cambien. La política de camarillas está en la médula del rechazo ciudadano a la representación política y es, también, una de las causas del creciente desapego social por la democracia.

Son muchos los silencios cómplices que tienen a este país decepcionado de la política y de las oposiciones. Por eso, si ya es compartida la urgencia por corregir el camino y defender el consenso de libertades, el fin debe ser mucho mayor que lograr un puñado de triunfos que sirvan de consuelo o de pretexto a las burocracias partidarias.

El verdadero éxito del ciclo electoral del 2021 es un país de alternativas políticas creíbles que emocionen y convenzan. Por encima de las posibilidades aritméticas en la Cámara de Diputados, juntos o separados, lo importante es la defensa de valores en los que se refleje la sociedad. Y ese fin exige mucho más que la ilusión del pragmatismo de la competitividad. Exige responder con claridad a la noble pregunta de Don Luis.

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