‘Actos de chidez’
Sopa de letras
‘Actos de chidez’
Foto de Ava Motive en Pexels

¿Se acuerdan de la película Cadena de favores (o Pay it forward, para los angloparlantes)? 

¿Sí? ¿No? La verdad no importa. La película se estrenó en el año 2000 y necesitamos un resumen: 

El profesor Shubert (Kevin Spacey antes de caer en desgracia) comisiona a sus alumnos de primaria la tarea de buscar soluciones para arreglar las dolencias del mundo. Uno de sus estudiantes, Trevor (Haley Joel Osment), se toma la misión muy en serio y crea un sistema: una cadena que inicia con una persona haciendo un favor (una buena acción, un gesto desinteresado) que  el beneficiario paga a una tercera persona y así sucesivamente

La lógica es simple: un acto generoso inspira a otro.  

Trevor decía que activar la cadena era importante porque de lo contrario “el mundo apesta”. El se refería al suyo: al de ficción, que, la verdad sea dicha, no es muy distinto del nuestro: sumergido en una trama de película, en la batalla contra un virus y las secuelas del encierro prolongado. Un mundo en el que su tarea ya es la de todos: pensar en soluciones. 

En el terreno de la hospitalidad, hay iniciativas más inspiradoras que otras, que dejan un buen sabor de boca porque son tan buenas para el negocio como para una comunidad. 

En la Ciudad de México, los chefs Norma Listman y Saqib Keval, del restaurante Masala y Maíz, vivieron la experiencia hace un par de semanas, con la campaña “paga lo que puedas”, un modelo que consiste, en este caso, en crear un menú costeable, con un precio de venta sugerido, y dejar la cuenta al criterio de los comensales.  

“Lo hicimos porque pensamos que no había nada que perder, porque era un modelo que Saqib y yo conocemos bien después de vivir muchos años en el área de la Bahía [en California]” y, muy importante, “porque lo queremos es cocinar para la gente”, dice Listman. El resultado “fue uno de los días más bonitos de Masala y Maíz”. Para ella, para su equipo, para el chaval de 20 años que llegó a probar por primera vez su cocina.

“Cuando lanzamos la campaña en redes mi celular empezó a explotar” porque su invitación generó muchas preguntas. La oferta era tentadora pero tal vez demasiado buena para ser verdad. “¿Tú qué ganas con esto?”, “¿las porciones serán del mismo tamaño?” preguntaban escépticos sus amigos y seguidores. “Mucha gente quería entender cuál era la trampa, sobre todo porque siempre te están diciendo que te cuides de la persona a un lado”, agrega. 

Cuando llegó el día, entre los nervios, la emoción y la expectativa, la iniciativa fue un éxito. No solo por la convocatoria sino por eso que Norma llama “actos de chidez”, manifestaciones de reciprocidad de la ciudad. Les llovieron felicitaciones. Alguien les regaló kombuchas. Un restaurante de hamburguesas les ofreció la comida para el personal. “Un señor vino a hacer un dibujo de todo el staff”, un staff revitalizado por un día de servicio acelerado, de adrenalina, de camotiza. 

Para el resto del año, para todos esos días en los que Norma y Saqib no pueden ofrecer el mismo esquema, está la Super Cope. Otra iniciativa que surgió en respuesta a la crisis para apoyar a gente de la industria que quedó desamparada. Una cooperativa y “un modelo que es un brazo del restaurante, que se maneja de forma diferente”, en la que miembros del equipo de Masala y de la industria restaurantera se convierten en socios. 

“En momentos de crisis uno tiene que ser mucho más generoso” dice Norma, confiando en que no está sola, en que esos actos de chidez serán ecos de otros. 

De lo contrario, ya lo dijo Trevor, “el mundo apesta”. 

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