Reformulando las cadenas de suministro
Sin arancel

Académico de la Universidad Panamericana, experto en comercio exterior y relaciones internacionales, con énfasis en la relación México–Estados Unidos. Ocupó cargos en el gobierno como director general para América del Norte, jefe Negociador Adjunto para el Tratado de Asociación Transpacífico y subsecretario de Comercio Exterior. Twitter @JCBakerMX

Reformulando las cadenas de suministro
El comercio exterior mexicano se puede beneficiar de las nueva política de producción que propone el presidente Joe Biden. (EFE)

¿Puede el mundo -México incluido- reducir la dependencia económica y comercial de China? ¿La guerra comercial entre China y Estados Unidos es simplemente el resultado de una obsesión personal de Donald Trump, o refleja una decisión de país, más profunda y estratégica? Estas preguntas ya eran relevantes antes de la pandemia de covid-19, pero los sucesos del último año deberían obligarnos a buscar respuestas de modo más urgente.

Observando la experiencia de México, se pueden derivar conclusiones interesantes sobre estos temas. Para México, la competencia con China se origina en decisiones que tomamos hace décadas, y que no tenían relación directa con ese país: la integración comercial con Estados Unidos. Desde mi perspectiva, la decisión de México de promover la integración con Estados Unidos es correcta, bajo cualquier ángulo con el que se desee analizar: es nuestro principal socio comercial (incluso antes de que el ahora extinto TLCAN se convirtiera en el T-MEC) y el hogar de un gran número de connacionales.

Este proceso de integración tuvo un retroceso a principios del siglo XXI, cuando Estados Unidos buscó profundizar su relación con los países de Asia-Pacífico, y con la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC). México llegó a ser el segundo socio comercial de Estados Unidos con un máximo 11.2% de las importaciones del mercado estadounidense en 2000.

Al convertirse en “la fábrica del mundo”, China alcanzó un máximo de 11% del comercio mundial en 2013, desplazando prácticamente a todos los países del orbe. Este éxito fue deslumbrante, pero inevitablemente generó irritantes con otros países, que han acusado a China (una economía a la que muchos consideran como de no-mercado) de recurrir a prácticas ilegales o desleales para promover ese crecimiento, incluyendo subsidios masivos, sobre todo en beneficio de empresas del estado, la transferencia forzada de tecnología y una débil protección de los derechos de propiedad intelectual. Esto volvió recelosos a los gobiernos sobre la legitimidad del éxito exportador de China.

La actitud de Donald Trump hacia China solamente hizo público un debate que llevaba décadas en los círculos especializados: ¿podemos “desconectarnos” de China? Un estudio del Bank of America concluyó que “desconectar” a Estados Unidos de China costaría alrededor de 1 billón de dólares (trillions, en inglés), es decir el equivales a todo el PIB de México. La decisión ciertamente no sería barata, pero tampoco es una cantidad impagable.

Tal vez con eso en mente, el pasado 24 de febrero el presidente Joe Biden firmó una Orden Ejecutiva en donde solicitó la revisión en un máximo de cien días, de los riesgos de escasez de suministros, materiales y otros productos básicos en industrias que van desde la agricultura hasta la minería, pasando por las tecnologías de la información y la industria farmacéutica.

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No sabemos qué tipo de acciones motivarán los hallazgos de esa Orden Ejecutiva, pero sí se espera que cualquier curso de acción que tome el gobierno se apoye en una “mayor cooperación con aliados y socios que comparten los valores estadounidenses”.

México debe aprovechar este reacomodo internacional de las cadenas de suministro que la administración del presidente Biden busca detonar, para atraer nuevas inversiones extranjeras, para profundizar la relación con Estados Unidos y para asegurar que las industrias del futuro empiecen a crecer en México. Para que eso suceda, debemos tomar decisiones que refuercen el estado de derecho, la protección de las inversiones y el respeto a nuestros compromisos internacionales.

Juan Carlos Baker es socio fundador de Consultores Internacionales Ansley (despacho especializado en asesorar a empresas y gobiernos en temas comerciales y económicos), y académico de la Universidad Panamericana. Durante 20 años, trabajó en el gobierno federal, en diferentes encargos al frente de la agenda de negociaciones comerciales internacionales de México.

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