El santo grial
Sin arancel

Académico de la Universidad Panamericana, experto en comercio exterior y relaciones internacionales, con énfasis en la relación México–Estados Unidos. Ocupó cargos en el gobierno como director general para América del Norte, jefe Negociador Adjunto para el Tratado de Asociación Transpacífico y subsecretario de Comercio Exterior. Twitter @JCBakerMX

El santo grial
Foto: Standret/Freepik.com

En la carrera contra el Covid-19, se han desarrollado muchas métricas que miden con precisión el reto al que se viene enfrentando el mundo desde finales de 2019: cuántos contagios, cuántos decesos, cuántas hospitalizaciones, en qué proporción ha decrecido la economía del mundo, cuántos puntos del PIB se han invertido como estímulo …

A partir del desarrollo y posterior aplicación de las vacunas, leemos ahora con profundo interés el número de dosis que se han fabricado, las que se han distribuido y las que se han aplicado. La esperanza colectiva del mundo es que en la medida en que se apliquen más vacunas, ahuyentaremos los miedos con los que hemos vivido por un año y medio.

La vacuna contra el Covid-19 es el santo grial de nuestros días. Pero el santo grial viene con muchos debates añadidos: si los países ricos están acaparando las dosis que otros países más pobres necesitan con desesperación, llegando recientemente al extremo donde Italia bloqueó la exportación de 250 mil dosis que estaban destinadas para Australia. A la par de esto, hemos visto con mayor fuerza los reclamos para que las empresas privadas cedan sus derechos de propiedad intelectual a los gobiernos, para que éstos a su vez tengan la posibilidad de fabricar más vacunas.

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Este nacionalismo de vacunas tiene el potencial de cimbrar a las reglas del comercio internacional, que incluso previo a la pandemia ya eran cuestionadas. Creo que es perfectamente posible argumentar que el desarrollo, aplicación y almacenamiento de las vacunas es un tema de seguridad nacional, y por lo tanto, caerían en las excepciones previstas por las propias reglas de la Organización Mundial del Comercio, pero ese no es el tema sustantivo. 

El poder vacunar a tanta gente como sea posible en el menor tiempo debe ser un objetivo colectivo de la humanidad, no sólo por cuestiones evidentes de salud y de generosidad, sino porque la mejor manera de conceptualizar a la vacuna es como un bien que genera un efecto de red: entre más personas lo tengan disponible y lo consuman se incrementa el valor del mismo, porque nos permitirá a todos regresar a tener una vida tan normal como sea posible, eliminando también futuros cierres de la actividad económica.

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Por lo tanto, si los países deciden escudarse en las excepciones comerciales para justificar el acaparamiento de las vacunas, o si se obliga a que las empresas privadas entreguen sus datos y fórmulas a los gobiernos para evitar que esas empresas vendan vacunas a otros países, entonces grandes regiones del planeta tardarán mucho más tiempo en ser seguras, ampliando la desigualdad económica e impidiendo el movimiento de personas. El proteccionismo comercial y económico jamás es una buena opción, pero en una situación como la que enfrentamos, puede ser la peor decisión.

*El autor es socio fundador de Consultores Internacionales Ansley –despacho especializado en asesorar a empresas y gobiernos en temas comerciales y económicos–, y académico de la Universidad Panamericana. Durante veinte años, trabajó en el gobierno federal, en diferentes encargos al frente de la agenda de negociaciones comerciales internacionales de México.

@JCBakerMX

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