Vacunación: Urge compararnos
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Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Vacunación: Urge compararnos
Un grupo de personas espera luego de que se les aplicó la vacuna de Pfizer contra el Covid-19 en Guadalajara, Jalisco. Foto: AFP

Vacunar el mayor número de personas en el menor tiempo posible. Ese debería ser el mantra, repetido hasta el aburrimiento, durante la actual campaña de vacunación contra Covid-19. Por lo menos esa es la visión de países como Israel, los Emiratos Árabes Unidos, el Reino Unido, los Estados Unidos y por supuesto Chile, quien se ha convertido en una máquina de vacunar.

Existe mucha gente (la mayoría, me duele decirlo), a la que le molestan y le ofenden profundamente las comparaciones que se hagan de México contra otros países. Por algún motivo, el nacionalismo que tenemos arraigado nos hace sentir que México pertenece, no digamos a otro planeta, sino verdaderamente a un universo paralelo en donde somos únicos.

Comentaba este miércoles pasado con Leo Zuckermann, que México no solamente puede sino debe ser comparado en su desempeño con otros países en el mundo. En este caso, específicamente sobre su capacidad de vacunar de manera eficiente; y es que si no nos comparamos, carecemos de una referencia. Estamos asumiendo que lo que hacemos es, no solamente la única forma de hacerlo, sino que lo estamos haciendo bien solamente por haberlo hecho nosotros.

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Seamos honestos, nos duelen las comparaciones porque nos hacen ver la realidad que vivimos. Es por eso que se desacredita cualquier tipo de comparación y de paso a cualquier país que se tome como referencia: Nunca existen las condiciones óptimas ni “justas” ni ningún país tiene “las características que tiene México”.  Desde el potencial económico de las otras naciones, su sistema de gobierno o administración, la “cultura de su gente“ o que simplemente no han sufrido, como México, las apocalípticas condiciones en las que quedaron tras gobiernos anteriores como a los que la actual administración sigue culpando de nuestros problemas… a 27 meses de distancia.

El tener un “benchmark”, es decir, un punto de comparación, es una práctica común en la alta gerencia. En sentido estricto, deben tomarse las mejores prácticas de otros para adoptarlas y adaptarlas con el fin de obtener el mejor resultado posible. El mismo presidente López Obrador lo ha hecho al mencionar que “México tendrá un sistema de salud como el de los países nórdicos”.

Sin embargo, el ejercicio de “benchmarking” suele ser doloroso. Nos desnuda. Nos hace ver nuestras carencias y apunta al origen de nuestras malas decisiones. Cuando esto se une a un nacionalismo, el resultado es fatal y como literalmente, “como México no hay dos”, cualquier comparación que se haga es odiosa.

México no está vacunando de una manera eficiente. Tenemos que aceptarlo. Independientemente de no poder lograr un flujo de vacunas hacia México que garantice el cumplir por lo menos, con los objetivos que nos han mostrado en varias diapositivas a lo largo de estos meses, la realidad es que, por no existir una estrategia ni un pronóstico fidedigno de cuantas vacunas tendremos, la implementación táctica es improvisada y en muchas ocasiones caótica.

Es aquí donde la comparación puede comenzar. Una constante que tienen los países más exitosos, es que sus ciudadanos saben qué esperar y cuándo esperarlo. Desde avanzados sistemas informáticos donde la gente se registra y a través de los cuales se les comunica exactamente cuándo recibirán su vacuna, hasta la geo-localización específica de los cientos de centros de aplicación en donde ésta se lleva a cabo.

Uno de los pretextos favoritos de quienes no les gusta compararse, es que México tiene una población “distinta” o más grande que otras naciones. Quizá por eso, la comparación es aún más pertinente. Con poblaciones menores a la de nuestro país, Alemania y Francia han aplicado 92 y 42% más dosis totales de vacunas que México. Brasil tiene 75% más habitantes que nosotros pero se las ha arreglado para aplicar 146% más dosis.

Evidentemente la comparación más dolorosa es con Chile. Con una población menor a la del área metropolitana de la ciudad de México, este país ha aplicado 53% más dosis. Es por eso que es divertido y a la vez desconcertante, escuchar opiniones de quienes alegan que Chile es un país más fácil por que su población es mucho menor, pero no reparan en que hace tiempo nos sobrepasaron en el número total de inyecciones, tan solo porque se lo propusieron.

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Los casos más odiosos son los que menciono al principio de esta columna. De ellos, solamente Estados Unidos tiene una población más grande que la nuestra, pero todos tienen una buena razón para hacerlo mejor.

Los Emiratos Árabes Unidos, con poco mas de 9 millones de habitantes, destilan dinero, quizá por ello han inyectado 30% más que todo México. Por su lado, el Reino Unido tiene una gran urgencia debido a la elevada morbi-mortalidad ocasionada por las nuevas variantes de SARS-CoV2 (seguramente en México esto no es urgente).

Con Israel no nos gusta compararnos. Nos molesta que sea una nación eficiente que ha logrado crear un estado de bienestar en medio del desierto. De hecho, no faltan los sentimientos antisemitas, tan arraigados en México, cada vez que se comenta el tema. Pero la realidad es que con tan sólo 9 millones de habitantes, Israel no solamente ha aplicado 77% más dosis totales que nosotros, sino que técnicamente ha administrado la primera dosis a toda su población y al 10% la segunda.

Dejo para el final a los Estados Unidos. Nuestro vecino, “país amigo”, socio comercial y sin embargo nuestra eterna némesis.

Imperialistas, capitalistas, neoliberales, “acaparadores de vacunas” y cualquier cantidad de epítetos que queramos darles; la realidad es que los Estados Unidos son el mejor ejemplo de lo que un mecanismo coordinado de abasto, distribución, comunicación y voluntad, pueden lograr. Tras un arranque descoordinado, este país ha logrado administrar más de 121 millones de dosis, de las cuales, matemáticamente hablando, 4 millones fueron para mexicanos residentes en ese país.

Además de asegurar el abasto, el secreto del éxito de los Estados Unidos se basa en dos componentes: El primero, la implementación táctica en la cual se han involucrado todos los actores disponibles como universidades, medicina privada, cadenas de farmacias, gobiernos locales, organizaciones civiles, etc.

Pero el segundo es quizá el más importante, la voluntad del gobierno de tener un solo objetivo: vacunar al mayor número de habitantes, en el menor tiempo posible. Cuando inició su administración, el presidente Biden se planteó el objetivo de administrar 100 millones de dosis en los primeros 100 días de su gobierno. Esta cifra fue alcanzada a los 58 días.

Seguramente tenemos muchas cosas que aprender de todos estos ejemplos. Cada uno de ellos tiene algo en sus modelos que podríamos adoptar si quisiéramos. El tomar las mejores prácticas de cada caso, podría realmente ayudar a que nuestro sistema fuera más rápido y fluido, pero sobretodo mucho más amigable para los usuarios.

México está vacunando lento y el tiempo apremia. Con la aparición de nuevas variantes el panorama en el 2021 no es nada prometedor para nadie en el planeta.

Es tiempo de abrir nuestra mente, quitarnos atavismos y comenzar a tomar prestadas las mejores prácticas y aprender de quién lo está haciendo bien.

El autor es Médico Cirujano y analista en Políticas de Salud.

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