Tres días y cuarenta y cinco años después (1)
Travesías
Tres días y cuarenta y cinco años después (1)
Foto: Dan Gold/Unsplash.com

1.
Un ángel de la guarda
en la ventana
un sol pintado de lila
que amanece conmigo
Más allá: motores
voces, gritos
los pájaros que siguen a pesar de todo.
Yo me dejo abrazar
y por un instante
no busco nada más.

2.
Quizás sea éste el centro del mapa
un balcón angosto
una jacaranda
El único vértigo
es el de la ardilla
que hace equilibrio
sobre el cable de la luz.

3.
Todo está aquí
pero hoy no dejo que pese
Hoy importa más el chico
que trae el pan dulce
en la bicicleta
Cada mañana se para 
en la misma esquina
y no dice nada
no pregona
ni canta
ni silba
se detiene ahí
está simplemente
donde mi calle se junta con la otra
chiquita cuyo nombre nadie sabe
y deja que lleguen los que tienen que llegar
¿para qué más? supongo que piensa
mientras la canasta de a poco se vacía

4.
Ayer me contabas que Zia Elda cumplió 97 años. Sonríe sentada en el centro de su cama.  Sólo conversa con una muñeca que le trajeron hace tiempo. La abraza. Le canta. A sus hijas las saluda educadamente, como a visitas lejanas que irrumpen en el flujo de sus días.

5.
Hay que saberse alguna poesía de memoria, escribe Patricia. Presa en el 74[2]. Siempre es bueno poder aferrarse a los versos. Reconstruir de a poquito el ritmo y las palabras. Es la celda de castigo. No me acuerdo qué hice, cuenta. Debo haber quebrado alguna regla. Son tantas. “Estoy en la celda de castigo, así que no tengo nada de nada. (…) Pero tengo una poesía. Puedo tratar de reconstruirla.” Y llega la voz de Nazim Hikmet que estuvo preso en Turquía tanto tiempo:
Cantan los albañiles
Construir no es lo mismo que cantar
Es un asunto un poco más difícil (…)
Aquí se encuentran barro y nieve y viento
Y las manos sangran
El pan no siempre es fresco
Y no siempre caliente está el café…

Patricia le pone música y canta junto a aquellos albañiles turcos en su celda de la cárcel de Devoto. Y a veces inventa una estrofa. “Total que no se va a enojar Nazim”, escribe.
Y los pájaros llevan en sus alas
El sol hasta el balcón del tercer piso.

7.
Leo testimonios para no estar lejos.
ellas dicen las torturas y el dolor
los abrazos que ya no hubo
las sonrisas que faltan en las fotos
y yo sólo puedo estar callada
y pienso que también nos hubieran golpeado
por besarnos en el coche
como cuenta esa mujer que amaba a otra
porque de pronto había lugar para el amor
clandestino por partida doble
y hablamos ahora de esos cuatrocientos
que nadie había querido mencionar
y sus fotos se suman al álbum
que he armado en el exilio[3]

6. 
Semana de memorias ésta
pesan cada día en cada célula
todos los meses del año
Déjenme hoy respirar profundo
en el balcón angosto
la ardilla
el pan dulce
la paz que envuelve a Zia Elda
También sobre la calle titilan ahora
las flores moradas.

27 de marzo de 2021


[1] El 24 de marzo pasado se cumplieron 45 años del golpe de Estado cívico-militar de 1976 en la Argentina.

[2] Patricia Borensztejn, Hay que saberse alguna poesía de memoria, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2011.

[3] La primera vez que esta cifra fue mencionada fue por Carlos Jáuregui en 1987, en su libro “La homosexualidad en Argentina”. En 1996, Jáuregui publicó un texto en donde decía:  “Nuestra comunidad, como toda minoría en tiempos dictatoriales, fue víctima privilegiada del régimen. El fallecido rabino Marshal Meyer, miembro integrante de la CONADEP (Comisión Nacional para la Desaparición de Personas), creada durante el gobierno radical, expresó en 1985 a quien esto firma, que la Comisión había detectado en su nómina de diez mil personas denunciadas como desaparecidas, a cuatrocientos homosexuales. No habían desaparecido por esa condición, pero el tratamiento recibido, afirmaba el rabino, había sido especialmente sádico y violento, como el de los detenidos judíos”.

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