¡Mas si osare un extraño (o inexistente) enemigo!
Sinergias en Energía
¡Mas si osare un extraño (o inexistente) enemigo!
Foto: A.R.T.Paola/Unsplash.com

El populismo es un término complejo. No es propio ni de derecha ni de izquierda. No es propio de países en desarrollo o plenamente desarrollados. Es difícil definir un fenómeno que es escurridizo, camaleónico, mutante y sin ligaduras ideológicas concretas.

La historia lo condena y lo sigue condenado, y son muchos los países que siguen cayendo en su trampa.

Lo que con reservas podemos establecer como un común denominador es el uso (“utendi”) y abuso (“abutendi”) de conceptos ligados a la “verdadera voluntad del pueblo”, “el rescate de la soberanía”, “lucha popular contra abusos históricos”, “reinvindicación histórica de los pobres y ofendidos” y “defensas de la democracia popular”.

El problema no es que esos sean sus racionales, porque son justos. El problema es que el pueblo los crea. Y para que los crea se inventan símbolos y enemigos a vencer.

Me explico.

Esos conceptos son válidos y no hay nadie que quiera o pueda expresar que está en contra de ellos, a reserva de ser considerado traidor a la patria (por si les suena familiar).

No hay nadie, sea la nacionalidad que sea, que no procure y defienda, de buena voluntad, el que existan sistemas donde la democracia sea verdaderamente implementada y exista una racional justicia distributiva.

En su más pura etimología, nadie puede estar en contra de que la democracia busque su fin: el gobierno del pueblo.

Hasta ahí llega la racionalidad y coherencia.

El problema del populismo no son sus racionales, sino que, para imponerlos, se violan constituciones, se ultraja el Estado de Derecho y se pisotea a las instituciones.

Claro, todo ello porque son presentadas como estorbos del pasado, los enemigos que con garras buscan destrozar a los justos ideales del populista.

Lo que realmente ocurre es que el populista secuestra esos conceptos para implementar regímenes que son absolutamente contrarios a lo que dice defender. Pregúntenle a los venezolanos si no me entienden.

Sin contrapesos, sin réplicas, con obediencias ciegas, sin discursos, sin oposición. Pues si todo eso ocurre, son declarados enemigos de la nación.

¡Mas si osare un extraño (o inexistente) enemigo!

Por eso, principalmente en años electorales, surgen reformas a leyes que tocan las fibras más sensibles del nacionalismo, símbolos y patriotismo nacional. Son presentadas como justas, pero violan a la Constitución, y entonces quienes defienden la legalidad son presentados como traidores.

Por eso se secuestra la verdad y quienes la defienden o señalan son atacados, sean éstos jueces federales o libres pensadores porque, efectivamente, osaron estar “contra la voluntad del pueblo”.

Lo he dicho antes: ¡cuánto miedo el populista le tiene a la verdad!

Poco importa el alza en los niveles de delincuencia, muertes por Covid, hambre, pobreza, desempleo, deterioro social, militarización del país y migración.

Poco importa la fuga de capitales, el descredito internacional, la corrupción en los proyectos insignia, como de nada sirven los movimientos en defensa de los derechos humanos.

Ni hablar de la falta absoluta de apoyos para más de un millón de empresas en México que han cerrado sus puertas. Ya no hablar de la falta de medicinas por una política en salud pública absolutamente fracasada.

No.

Lo importante es rescatar los símbolos, reales o ficticios. Lo importante son los enemigos incluyendo los del sector energético. Si no existen, los inventamos, total, para que sigamos llorando el dolor de Moctezuma, los errores del Salinismo (poco importa que Barlett lo haya impuesto), la nacionalidad de la inversión extranjera en el sector energético, y cómo sus antepasados atravesaron los pechos de los gloriosos guerreros aztecas.

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Por el “bien del pueblo”, mejor hablemos del Presidente Cárdenas, del Pípila, de las batallas de Benito Juárez, de Juan Escutia. Porque “primero los pobres”, mejor hablemos de cuántos amparos se presentan por las pifias, errores y la patética interpretación del sector energético vigente.

Distraigámonos con el discurso jurídico, legal, sectorial y tratados internacionales que se derivan de las modificaciones inconstitucionales a la Ley de la Industria Eléctrica y la Ley de Hidrocarburos. Pero primero, importante, hablemos de como España invadió México.

Hablemos del descarado desacato judicial de ayer, al ordenar el uso de hidroeléctricas y no el despacho de plantas renovables operados por los privados.

Pero, por favor, ¡seamos buenos patriotas y no hablemos del abismo al que nos acercamos el 6 de junio del 2021!

Todo menos eso, y por favor por el bien de la nación”, guardemos silencio y distraigámonos con rifas inexistentes y analicemos juntos, “por el interés de la nación”, versículos bíblicos.

Caímos en el populismo y seguimos atrapados en su trampa.

*Claudio Rodríguez-Galán es socio de la Práctica de Energía de Thompson & Knight. Está clasificado como un “Abogado Líder en Energía”, mexicano y global por varias publicaciones internacionales, incluyendo Global Chambers, Chambers & Partners, Legal 500 y Who’s Who Legal. Claudio tiene más de 18 años ininterrumpidos ejerciendo el Derecho Energético. Es Maestro y candidato a Doctor en Derecho. Síguelo en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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